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MARTÍN RAFAEL LÓPEZ (*)
El 25 de junio de 1950, las fuerzas armadas del Ejército Popular de Corea se alistaron y movilizaron en el marco de la Operación Pokpoong (traducida del coreano como “tormenta”), atravesando el conocido “paralelo 38” en dirección a la ciudad de Seúl, capital de Corea del Sur.
Sin lugar a dudas, el avance sin titubeos de las tropas norcoreanas de Kim Il Sung generó tensión en el sistema internacional. Entender esta disrupción, remite inevitablemente a comprender este acontecimiento en el contexto de aquel entonces. El “caso Corea” resulta una rémora de la Guerra Fría, un conflicto desarrollado bajo la lógica antagónica ellos/nosotros y operativizado a través de terceros. Para entonces, ya comenzaba a resultar la “cultura estratégica” de USA-URSS, es decir, el equilibrio nuclear.
Una particularidad de este conflicto en el cual se enfrentaron indirectamente las dos potencias de aquel entonces es que, a pesar de la violencia y el números de militares y civiles muertos, quedaba lugar para la diplomacia. Esta involucró la presencia activa de la ONU, a través de sus resoluciones, pero también las acciones de política exterior y de reafirmación de los intereses nacionales de las potencias hegemónicas y/o en ascenso en la región.
Recordemos que en aquel entonces, por pedido del entonces presidente norteamericano Harry Truman, se convoca a una reunión del Consejo de Seguridad de la ONU que condena la invasión y convoca a sus miembros para brindar ayuda militar a Corea del Sur.
Un hecho significativo que permitió el aval de tales medidas fue la ausencia del poder de veto de la URSS, que decide como forma de protesta no participar de las sesiones del organismo hasta que se reconociera de manera legítima y oficial la presencia de la banca de la República Popular de China (ocupada por una delegación de la República de China o Taiwán en ese momento).
Este conflicto es el primer desafío de envergadura que enfrenta el organismo internacional y donde algunos autores pusieron en debate el rol que debería desempeñar tanto el organismo como sus órganos constitutivos. El hecho de encontrarse como parte beligerante un organismo supranacional (la ONU) frente a un actor aislado, posicionó al organismo en una situación de vulnerabilidad ante la opinión pública internacional. A partir de entonces, se comenzaría a cuestionar su legitimidad y efectividad, así como su carácter imparcial y neutral.
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En una situación sumamente peligrosa para el mundo, el enfrentamiento EEUU y La República de China, fue escalando el uso de armamento e incluso se llegó a evaluar el uso del poder atómico, directamente sobre territorio chino. Si el pedido del General Mc Arthur no hubiera sido desestimado por el presidente Truman, la URSS debería haber honrado sus acuerdos respondiendo con sus bombas atómicas, lo que hubiera desencadenado una situación probablemente incontrolable y de resultados devastadores para la región y el mundo.
El débil posicionamiento de Corea del Sur no hubiera cambiado sin la ayuda del contraataque de las fuerzas norteamericanas que lograron repeler el avance inicial norcoreano mediante un desembarco sorpresivo en Incheon.
Una vez replegado el ejército norcoreano al otro lado del paralelo 38, cambiado el equilibrio de fuerza y poder, los intereses disímiles de los actores involucrados comenzaron a sobreponerse al anhelado deseo de unificación nacional coreano que comenzaba a tornarse una compleja prognosis sin ninguna posibilidad de predictibilidad.
Al ver que las acciones militares se encontraban cerca -o incluso dentro- de las fronteras de su país, el líder chino Mao Tse Tung decide involucrarse en la contienda.
Una gran fuerza voluntaria china, que movilizó más de cien mil hombres, aplastó el avance de las fuerzas aliadas de la ONU, obligándolas a retroceder hasta cercanías del paralelo 38, punto de partida del conflicto. En ese momento, se produce un equilibrio de fuerzas que reduce fuertemente el escalonamiento exponencial y desmesurado del conflicto y da lugar al inicio de negociaciones entre ambos bandos y una nueva fase de baja intensidad (a partir del año 1951 y hasta 1953 con la firma del armisticio).
Los objetivos de la RPCh durante las negociaciones fueron aumentar la influencia del país en la región y el orden internacional. Por otro lado, acabar con el apoyo estadounidense al régimen de Taiwán y obtener su reconocimiento oficial en la ONU.
Los objetivos de Estados Unidos, por otro lado, fueron reducir o eliminar la influencia soviética y china en la región así como establecer relaciones cooperativas con gobiernos afines y fuera de la influencia comunista. También es importante advertir y recordar que la guerra implicó un precedente en relación con la toma de decisiones por parte de EEUU, debido al alto esfuerzo militar que implicó para su nación.
Un gran atolladero y escollo para los acuerdos de paz, que los prolongó durante casi dos años, fue la negación de muchos prisioneros comunistas a regresar con sus ejércitos de origen. Ex residentes de Corea del Sur que habían sido reclutados por el Ejército Popular de Corea, querían regresar a sus hogares. Asimismo, muchos de los soldados de las filas de los voluntarios populares de China que anteriormente habían pertenecido al Ejército Nacionalista de China, preferían regresar a sus hogares en Taiwán antes que volver a la fuerza a la China comunista.
Harry S. Truman se había convencido de que ningún prisionero debería volver a su patria, contra su voluntad. Asimismo, se decidió que la línea de demarcación inicial fuera el lugar desde donde se delimite una zona desmilitarizada entre ambas Corea.
Frente a este panorama, sin vencedores ni vencidos claros, el 27 de julio de 1953 se firma un armisticio de no agresión que estipula la suspensión de las hostilidades y los actos de agresión. A partir de ello, se pone en pausa la etapa armada y de alta intensidad del conflicto en la península de Corea pero hoy, a 70 años de la firma de este acuerdo de armisticio, ambos países continúan técnicamente en guerra.
Mención aparte merece Corea del Norte, país que logró el rearme de su capacidad militar convencional y el desarrollo progresivo de un programa de armas nucleares. Su diplomacia promueve una suerte de técnica de aislacionismo en las Relaciones Internacionales pero tiene su valedor y reaseguro: China.
A modo de reflexión final, a pesar de las amenazas “de costumbre” de Corea del Norte y las tensiones que puedan acaecer en la región que contempla el mar Amarillo o escenario Indo-Pacífico, es poco probable que en el corto plazo el conflicto de Corea vuelva a recrudecer militarmente (al menos de forma convencional) y desemboque en un abierto estado de guerra en la península.
Sin embargo, por otro lado, tampoco se debe desestimar por completo el peligro nuclear y las posibles “nuevas situaciones” que se puedan presentar. Ante la actual dispersión del poder, la aparición de nuevos actores de carácter transnacional y los nuevos desafíos a los que se enfrenta la seguridad internacional, el “caso coreano”, se encuentra bajo un paréntesis (tal vez hasta táctico-estratégico) que espera una definición y resolución final que permita concretar de una vez por todas la inalcanzable paz y unificación nacional.
(*) Lic. Estudios Internacionales (IAPE-UCALP)
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