Se confirmó una nueva muerte a causa del temporal

La lluvia paró, pero la tragedia no. Después del temporal que azotó a la Provincia de Buenos Aires durante el último fin de semana, ayer se confirmó la segunda víctima fatal. Se trata de Pablo Fabián Catacata, un trabajador rural de 30 años oriundo de Jujuy, cuyo cuerpo fue hallado en la tarde del lunes en una zona anegada de Rojas.

La noticia se sumó a la muerte de Diego Uriburu, de 71 años, y deja un saldo devastador: dos personas muertas, tres desaparecidas y al menos mil vecinos evacuados que todavía no saben cuándo podrán volver a sus casas.

Fabián García, director provincial de Defensa Civil, confirmó que al menos mil personas siguen evacuadas en centros oficiales, y que muchas más lo están de manera informal, refugiadas en casas de familiares. Además de Catacata y Uriburu, hay tres personas que aún no fueron localizadas: Antonella Barrios en Rojas, un hombre que se habría arrojado a un arroyo en Bernal Oeste y otro más cuya desaparición fue denunciada en el partido de Moreno.

El cuerpo de Catacata fue encontrado tras casi 48 horas de intensa búsqueda. Según informaron desde Defensa Civil, había caído a un arroyo mientras intentaba rescatar a una compañera de trabajo, Antonella Barrios, de 24 años, también jujeña, que permanece desaparecida. Ambos se desempeñaban en tareas de arreo de ganado en una estancia del Cuartel VIII de Rojas. “Fue una desgracia: quiso salvarla y el agua se los llevó a los dos”, contó un vecino de la zona, todavía conmovido por el relato.

La historia de Catacata y Barrios sintetiza la crudeza de este temporal, que no sólo barrió con hogares, calles y pertenencias, sino que además puso en jaque la vida rural, siempre más expuesta y olvidada.

La lluvia fue inclemente y no dio tregua durante tres días. En ese lapso, miles de familias vieron cómo sus casas se llenaban de agua, sus muebles flotaban en el barro y su rutina se deshacía.

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En localidades como Santa Lucía, en el límite entre Campana y Zárate, la imagen es desoladora. “Sacamos todo, colchones, televisores, la gente perdió todo”, contó Gabriela, una vecina que decidió quedarse en su casa por miedo a los robos nocturnos. “La única ayuda que recibí fue una vela y un poco de lavandina”, resumió.

La falta de respuestas se convirtió en otro frente de tormenta. Los vecinos denuncian que la asistencia no llega o llega tarde. Cinthia, otra de las damnificadas, relató que debió acercarse a la municipalidad porque no tenía ni un colchón para dormir. “Me dijeron que espere, que van a hacer un censo cuando todo pase. Mientras tanto dormimos como podemos, con ropa arriba de una mesa”, lamentó. Y lo que parece una exageración en realidad es una postal compartida en cada rincón afectado.

Según los reportes desde las localidades afectadas, los centros de evacuados están colapsados, y muchos se niegan a abandonar sus casas por temor a saqueos. La solidaridad, como tantas veces, llegó antes que las autoridades. Organizaciones como la Cruz Roja o el Centro de Rehabilitación Honrar la Vida salieron a repartir lo que podían: calzado, velas, comida, abrigo. Pero en algunos casos ni siquiera eso alcanza. En el Club Ciudad, por ejemplo, varios colchones entregados a los evacuados tuvieron que quedarse ahí, a la espera de otros que también los necesitaran. El cálculo se volvió crudo: si los llevaban, alguien más podía quedarse sin nada.