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La Ciudad |Impresiones

¿Qué es peor: quedarse sin luz o llamar al 0-800 de Edelap?

17 de Noviembre de 2016 | 02:11

¿Qué es peor: quedarse diez horas sin luz o llamar al 0-800 de Edelap para hacer el reclamo? Para quien lo haya sufrido, será difícil -probablemente- dar una respuesta categórica. Es seguro, sin embargo, que la combinación de ambas cosas puede “liquidar” las reservas de paciencia y buen humor que pueda tener un vecino promedio.

Una inmensa cantidad de platenses -a juzgar por los reclamos que se reciben en la redacción de EL DIA- sufre esta situación con penosa frecuencia.

Hay que empezar por el principio: en muchas casas, quedarse sin luz es quedarse sin nada. Deja de haber agua porque no funciona la bomba; se enmudece el teléfono porque es eléctrico; no funciona la alarma; no se puede sacar el auto porque el portón es automatizado. En otros miles y miles de casos es, directamente, quedar encerrado. Gente grande que vive en el sexto o décimo piso, pasa horas sin poder salir de su departamento o sin poder entrar. Para muchísimos usuarios, por supuesto, implica una interrupción en sus trabajos o sus estudios (porque naturalmente se apagan las computadoras).

Hay que hacer ese breve e incompleto repaso, para entender que el usuario que llama al 0-800 de Edelap no es precisamente un turista distendido y alegre; es un vecino sufriente, complicado en varios frentes, al que súbitamente se le alteró la rutina: no puede bajar de su departamento en el décimo piso; no se pudo bañar; perdió lo que estaba escribiendo en la computadora; se le cortó la llamada que llevaba veinte minutos para completar un trámite telefónico... La lista es infinita. Con esa mochila a cuestas intenta, desde su celular, llamar al 0-800.

Llegar a que lo atienda un operador le podrá demandar hasta diez intentos y una ”musiquita” exasperante en el tono de espera. Así y todo, hará -seguramente- el mayor esfuerzo por no impacientarse y por comprender que esa persona que lo atiende no tiene la culpa del corte de luz. Eso sí: pretenderá que le den alguna explicación; algún dato que por lo menos alivie la incertidumbre. Pretenderá que lo atiendan bien y que no agraven las penurias por las que está atravesando desde que se inició el apagón.

Lo que encontrará, probablemente, es que lo atiende alguien que, en tono casi mecánico, le hará una batería de preguntas, antes de que el usuario llegue a explicar el motivo de su llamado:

*) Deme su número de NIS.

*) Un teléfono fijo, por favor...

*) Un celular

*) Déjeme corroborar el domicilio de recepción de la factura...

A esa altura, es probable que usted intente recordarle al operador que llamó porque está desde hace varias horas sin luz y no para llenar un formulario de datos que, seguramente, ya habrá llenado en algún otro momento (porque es cliente de Edelap desde hace, por ejemplo, veinte años).

“¿Con quién hablo?”, le preguntará el operador. Usted le dará su nombre y apellido. Y querrá saber con quién habla usted: “Con Facundo”. ¿Y su apellido? “No estoy autorizado a darlo”, le dirá.

Es probable que a esa altura su paciencia empiece a flaquear. ¿Usted me pregunta con quién habla pero no puede decirme con quién hablo yo? “Así es... No estamos autorizados. Usted habla con Edelap...”

Seguramente usted, que lleva dos, cinco, siete u ocho horas sin luz, no querrá estirar esta ligera controversia. “Está bien... Yo llamo porque no tengo luz en mi casa”.

“Repítame su número de NIS”, dirá “Facundo”, el “señor Edelap”. Y entonces le explicará: “Hay una contingencia en el área de su domicilio”. Usted preguntará: “¿Eso qué significa?” Entonces el operador le dirá algo que usted ya sabía antes de llamar: “Que se ha cortado la luz”.

A esa altura, probablemente usted deberá respirar hondo. Y dirá algo así: “Está bien... Ya sabía que no tengo luz; llamo para que me digan por qué; para que me den una explicación y para saber a qué hora va a volver la luz”. La conversación empieza a “oscurecerse”, a tono con el contexto.

“Hora del restablecimiento del servicio no podemos dar...” No pueden dar apellido ni hora. ¿Una aproximación? “Tampoco señor; ahora vamos a trasladar su reclamo a la cuadrilla”.

“¿Me puede decir, al menos, cuál es el problema?” Entonces “Facundo”, amparado en la orden de no dar su apellido, preguntará en tono burlón: “¿Usted es electricista matriculado?”.

En esa instancia, usted comprobará que hay algo peor que quedarse siete horas sin luz: llamar al 0-800 de Edelap y que le tomen el pelo.

El que había llamado no era un electricista matriculado. Era un periodista. No puede tocar un cable. Pero puede contar lo que sucede.

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