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Policiales |CRECE LA PREOCUPACION

Los “rompevidrios”, una banda juvenil que hace estragos en los comercios del Centro

Muchas veces actúan para perpetrar un robo, pero otras por el sólo placer de provocar un daño

Los “rompevidrios”, una banda juvenil que hace estragos en los comercios del Centro

Mauricio, propietario de la peluquería de 11 entre 59 y 60, donde debió reforzar la seguridad por la recurrente problemática de los robos

8 de Junio de 2016 | 01:12

A lo largo del sector comercial de avenida 60 comprendido entre las Plazas Rocha y Paz (en los cruces con 7 y 13 respectivamente) casi no quedan negocios a los que no les hayan roto las vidrieras. Los episodios responden muchas veces a robos, pero otras tantas obedecen a las meras ganas de provocar daño. En lo que parece haber unanimidad es en que los protagonistas casi nunca superan los 18 años.

Otro denominador común es que los episodios suceden por la madrugada, cuando el paisaje sobre esa vía difiere por completo del tránsito constante que lo caracteriza en el día. Aunque siempre hay excepciones.

Alguna vez, un comerciante ya harto de que le robaran dijo que aparte de los impuestos tiene que agregarle un ítem más a su listado de gastos fijos, que es la plata que le sacan los ladrones en cada hecho. Algo parecido sucede en esta zona, donde casi todos los comerciantes tienen que pagar unos 500 pesos del seguro y otros 600 mensuales por el servicio de alarma.

Las cifras son las que paga, por ejemplo, Mauricio, el dueño de una peluquería de 11 entre 59 y 60. A él hace dos años le robaron por primera vez y la situación se repitió luego. Su último “roce” con los ladrones fue hace unos 15 días, cuando pretendieron forzar la cerradura, pero no la lograron abrir.

chicos

La situación se repite en cada local de los que hay en la avenida y las adyacencias. Casi nadie se arriesga a dejar su negocio cerrado por la noche sin alguna de esas protecciones. Al menos, son percibidas como un resguardo para ellos, porque a los delincuentes no los amedrenta el sonido de una chicharra.

Esa cuestión tendría que ver directamente con que los involucrados en cada episodio suelen ser menores de edad. Ya no se habla de adolescentes en torno a los 16 o 17 años, sino de nenes que apenas superan el 1,20 m. de altura.

“Más de una vez los agarra la Policía pero así como los atrapan los terminan dejando ir. Nadie se hace responsable”, protestaron en una librería, también damnificada. Desde luego, lo que piden es que los destrozos sean prevenidos. Pero “los patrulleros ni se ven directamente acá”, se quejaron.

Un caso testigo, sólo por citar uno, es el de una veterinaria de 60 entre 11 y 12 donde hubo dos casos idénticos sólo con un par de semanas de diferencia. Cada vez los ladrones destruyeron el vidrio del frente. Una vez llegaron a robar la plata que había, pero en la otra se escaparon al instante. Se infiere que buscaron dinero y, al no encontrarlo, decidieron irse. Sobre todo con el aliciente de que “un patrullero pasaba justo” por el lugar.

Ante la tendencia preocupante de casos similares, los dueños de negocios coordinaron una reunión con autoridades municipales, reclamando que se acentúe en la prevención, explicaron desde la veterinaria.

En efecto, “ahora hay policías de la Local caminando por acá desde las 7 de la mañana y hasta la noche. Nos dio tranquilidad que haya esa presencia en los horarios en que se cierran los negocios”, resaltó la encargada de ese comercio.

No obstante, el riesgo sigue estando en la madrugada. Y es difícil ubicar un negocio donde no haya pasado nada en los últimos meses.

Una pollajería, una cerrajería, dos kioscos, dos gráficas, una inmobiliaria, una dietética y un par de carnicerías fueron algunos de los sitios donde los ladrones destruyeron vidrios. Distintos comerciantes de la zona contaron unos 15 casos en las últimas 5 semanas, en un radio de pocas cuadras a la redonda desde 11 y 60. “Caímos todos”, sintetizaron en la veterinaria.

También hay intentos truncos, como el que padeció Emanuel, dueño de una gráfica de 11 entre 59 y 60. El se salvó del gasto porque su vidrio resistió los cascotazos.

Debatidos entre las ganas de provocar daño y la posibilidad de llevarse una poca cantidad de plata que las propias víctimas a veces dejan adrede, los menores actúan como si nada. Las consecuencias siempre recaen en las mismas espaldas.

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