

Los tiempos actuales traen consigo nuevos formatos de paternidad. Los vínculos más estrechos entre padres e hijos son ejemplos de esta nueva realidad
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Además de que existe una mayor horizontalidad en la relación, las formas actuales de divertirse favorecen espacios en común
Los tiempos actuales traen consigo nuevos formatos de paternidad. Los vínculos más estrechos entre padres e hijos son ejemplos de esta nueva realidad
A sus 44 años, Alejandro Riglos cuenta que la película que más recuerda de su infancia no le quedó grababa en la memoria porque fuera especialmente buena sino porque fue una de las pocas veces lo llevó al cine su papá. Para él, en cambio, llevar a sus propios hijos ver los estrenos y atorarse junto ellos de pochoclo es un programa “más que habitual”. “No es que mi viejo fuera menos cariñoso conmigo de lo que yo soy con mis hijos -dice Alejandro-, lo que pasa es que el contexto cambió”.
Si bien es cierto que muchas películas infantiles hoy apuntan también a un público adulto y eso contribuye a que grandes y chicos compartan el programa, el fenómeno que percibe Alejandro, como muchos integrantes de su generación, va mucho más allá. Pese a las sobre exigencias de trabajo y la velocidad a la que se vive, padres e hijos tienden a compartir muchas más salidas y juegos que hace unas pocas décadas atrás.
La tendencia de los padres a compartir más juegos con sus hijos se ve favorecida por el hecho de que muchos adultos y chicos encuentran hoy en los videojuegos un interés en común
Ese cambio sutil pero significativo en la relación entre padres e hijos parece abrevar en múltiples razones. Mientras que algunos lo consideran producto una mayor horizontalidad en el vínculo de los grandes con los chicos, otros lo atribuyen a un contexto social que ha llevado a que los hijos pequeños hoy se críen mayormente dentro de la casa, lo que favorece una mayor interacción con los mayores, y al hecho de que el entorno ve ahora con mejores ojos que unos y otros jueguen a la par.
Cuando dice que “el contexto cambió”, Alejandro piensa que él tenía cerca de 9 años aquella vez que su papá lo llevó al cine y para entonces ya había ido varias veces solo con amigos de su misma edad. “Mi hijo más grande hoy tiene 10 y no lo dejaría ni loco que fuera al cine sin un mayor. El hecho de que la calle se haya vuelto más peligrosa, o que uno sea más miedoso de lo que eran nuestros viejos, hizo que ahora casi todas las salidas de los chicos involucren a uno de los padres y eso indirectamente te lleva también a compartir más”.
Con todo, Alejandro no cree que ésa sea la única razón del fenómeno: “también cambió el modo de relacionarse con los hijos: para bien o para mal, hoy la relación es más de igual a igual”, dice. Y lo mismo remarca Martín Krulcic, papá de Mirko y de Niko: “en la generación nuestra, la relación entre padres e hijos no era tan horizontal como lo es generalmente hoy”.
Pero “también es cierto que el contexto social cambió –comenta más tarde--: yo crecí en Villa Elvira y de chico me la pasaba andando en bicicleta en la calle hasta la noche, cosa que hoy me daría miedo que hicieran mis hijos. Ahora los chicos están más tiempo adentro de la casa y eso de alguna forma te obliga a interactuar más. Si bien a mí se me da espontáneamente ponerme a jugar con ellos a lo que sea, desde los dinosaurios hasta la Play, la verdad es que muchas veces siento que soy como el amigo suplente: cuando no están con alguien de su edad, intento llenar ese espacio yo”, cuenta Martín.
Para Marcelo, papá de Gianluca (11) y Lara (5), el cambio en la forma en que padres e hijos comparten hoy su tiempo juntos no vino por el lado de los chicos, que siempre tienen ganas de jugar y divertirse, sino de los adultos, que hoy se lo permiten más. “Así como ahora es común ver a algunos padres a los besos con los nenes, cosa que antes estaba mal vista, hoy a nadie le avergüenza ponerse a jugar a la par con ellos incluso delante de otros adultos”, explica Marcelo, quien reconoce que cada tanto termina peinado y maquillado por su hija.
Aunque son legión los psicólogos que advierten del riesgo de una mayor horizontalidad en la relación entre padres e hijos por las dificultades que entraña luego para establecer límites, lo cierto es que también tiene un costado positivo si se la administra bien
Aunque son legión los psicólogos y educadores que advierten del riesgo de una mayor horizontalidad en la relación entre padres e hijos por las dificultades que entraña luego para establecer límites, lo cierto es que también tiene un costado positivo si se la administra bien, reconocen algunos de ellos. Y ese costado positivo pasa precisamente por el terreno de lo lúdico, donde el hecho de ser vapuleado en la Play por un granuja de 8 años no tiene por qué afectar luego nuestra autoridad paterna sobre él.
Aunque resulta innegable que los cambios en la sociedad han dado lugar a una nueva generación de padres más involucrados en la crianza de sus hijos y que comprenden mejor la importancia de relacionarse con ellos en su propio terreno, también es cierto que esa tendencia se ha visto favorecida por el hecho de que muchos encuentran hoy un interés en común en la tecnología.
Este fenómeno, al que se lo conoce como “Padres 2.0” ha venido tomando fuerza durante la última década de la mano de una generación que nació entre en los albores de la era tecnológica, en los 70 y 80, y hoy son papás. Acaso por ello, muchos de los padres actuales tienen códigos en común con sus hijos que nacieron en la era de internet, las consolas de videojuegos y los iPods, lo que convierte a la tecnología en un elemento central de su relación.
Una encuesta realizada por la empresa Cisco en EE.UU. muestra, de hecho, que el 71% de los papás actuales considera que gracias a la tecnología dedica más tiempo a realizar actividades con sus hijos de lo que sus padres lo hacían con ellos. El fenómeno fue confirmado en Latinoamérica por otro estudio, en este caso de la consultora Laborum, según el cual el 61% de los 300 padres encuestados asegura pasar más tiempo con sus hijos de lo que hacían sus padres con ellos gracias a la Play.
Y es que más allá de códigos compartidos, a diferencia de lo que ocurre en los deportes y la mayoría de los juegos, donde el físico marca una distancia y los adultos deben adaptarse al desempeño infantil para compartir la diversión, en el terreno de los videojuegos los reflejos de los chicos llevan muchas veces la delantera lo que termina estableciendo una interesante paridad. De hecho, de acuerdo con algunos expertos, los videojuegos son el mejor ejemplo de cómo la tecnología equipara las diferencias entre padres e hijos.
“Son un vicio –reconoce Fernando, padre de Mateo (9) y Franco (7)-. Nos divertimos mucho jugando y, como ellos le dedican más tiempo a la Play que yo, cuando llego a la noche del laburo me pasan el trapo. Les divierte ganarme porque son conscientes de que no les doy ventaja: me ganan en buena ley”, cuenta Fernando, quien por ser psicólogo reconoce que existe una mirada crítica sobre esa forma de compartir. “Muchos consideran que compartir videojuegos no enriquece en nada la relación pero yo no creo que sea así: cualquier propuesta que implique interacción con los hijos es una oportunidad para mejorar el diálogo y la comunicación”.
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