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Un final que la historia ricotera no se merecía

Un final que la historia ricotera no se merecía

Por Guilo Gallo

14 de Marzo de 2017 | 03:40
Edición impresa

El sábado a la tarde, veía por TV la previa del recital del Indio en Olavarría y me intrigaba una curiosidad, ver a la “nueva” generación de la tribu ricotera. Y digo nueva porque yo pertenezco a la vieja, aquella de fines de la década del 60, donde no éramos más de treinta – o quizás cuarenta- seguidores que nos juntábamos donde los Redondos tocaran. No había publicidad en ningún lado, era de “boca en boca” y generalmente en el ámbito estudiantil: “Mirá que está tarde tocan los ‘Redondos’ en el galpón de Tolosa”, ya ni me acuerdo, pero creo que era por la calle 123, casi dando los fondos con la actual autopista. Pero no era solamente la presentación de un grupo musical sino que era todo un ritual, una ceremonia donde todos nos conocíamos y que luego desembocarían en las primeras presentaciones en teatros de La Plata (por lo general en el mítico Teatro Lozano de la calle 11) donde se ponían en escena números teatrales y de ballet, mientras se repartían verdaderos redonditos de ricota entre los presentes.

El rito lo completaban la presentación de las Bay Bisquits (un coro de mujeres rockeras del que luego formaron parte Vivi Tellas, Fabiana Cantilo, Isabel de Sebastián y hasta Claudia Puyó, entre otras) que se animaban osadamente hasta un improvisado topless.

Eran tiempos jodidos en La Plata, época de plena represión cuando Los Redondos salían a la luz.

En La Plata, ciudad rockera por antonomasia, este nuevo grupo era parido por la mítica Cofradía de la Flor Solar (aquella que tenía por lugar de convivencia una vivienda en la inmediaciones de 13 y 42 y la famosa “Casa de la Luna” de la calle 527 entre 5 y 6) y de Diplodocum, un grupo de universitarios encabezado por el Topo D’Aloisio y del que formaban parte Sky, su hermano Guillermo, Isa Portugheis (por esa época estudiante del Nacional) y Bernardo Rubaja.

Era fácil individualizar en esas primeras perfomances a Guillermo, hermano de Sky, de profesión fotógrafo, cineasta y amigo de Carlos Solari, un “Indio” todavía con pelo y un fino bigote y muy delgado, José María Aguirre, Pato Ataúd, Fenton, el mítico Mufercho que aún se lo puede ver paseando a su nieto por las inmediaciones de la Plaza Rocha, las hermanas Schwartz, y por supuesto, Carmen Castro ‘La Negra Poly” (manager y alma mater) y compañera de Sky, y la presencia de Ricardo Cohen, “Rocambole”, algo así como el director artístico de la agrupación y que con el tiempo ilustraría la tapa de los distintos discos del grupo.

Ya para el ‘78 se presentaban en teatros under –pubs o boliches- de la Capital con todos los riesgos que ello implicaba, algunas escapadas a ciudades del interior como Cordoba, Salta y Mar del Plata. Entre 1979 y 1980 la banda se distanció, Skay y Poly se mudaron a Mar del Plata y el Indio a Valeria del Mar. Como la costumbre lo indicó con el tiempo, a fines de año se reunían para tocar juntos, aunque ahora las presentaciones sean por separado.

Nadie me cree que los Redondos, ya pisando la década del ’80, tocaron en el Coliseo Podestá. Y todavía lo tengo en mi retina, no éramos más de un centenar que nos agrupamos muy cerca del escenario con un Indio que lo primero que hizo fue revolear los zapatos hacia un costado del escenario y cantar descalzo.

Albores de la democracia, pero con Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota pasaba algo distinto. Hacía varios años que practicaban una suerte de recital-performance, y ya se habían resistido a formar parte de aquella explosión rockera post-guerra de Malvinas, cuando los grandes sellos absorbieron una enorme cantidad de bandas que giraban por el circuito under. Sólo habían hecho circular un demo, pero sus recitales eran parte de la pequeña mitología rockera.

Esta vez, la fiesta ricotera no terminó de la mejor forma, como en aquellos gloriosos años de fines de la década del ’60 también compartidos por los inolvidables Luis María Canosa, Federico Moura y el gallego Diego Rodríguez. Esta en cambio fue una despedida del Indio de la peor manera.

 

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