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Un fenómeno que se forjó en la cultura del aguante

El fanatismo por el Indio lleva miles de seguidores a afrontar verdaderos sacrificios y penurias para asistir a sus shows

Un fenómeno que se forjó en la cultura del aguante

El público del Indio Solari se vanagloria de su “aguante”, esa lealtad demostrada a fuerza de incomodidades y sacrificios. - archivo

14 de Marzo de 2017 | 03:47
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Desde que a principios de los `90, ya con dos discos enormemente exitosos (“Gulp!” y “Oktubre”),l Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota dejaron de ser una banda que se movía en el circuito under para comenzar a llenar estadios, su público se constituyó en un verdadero protagonista de esos encuentros que reclamaba su lugar en shows de una escala cada vez mayor.

Así nació el concepto de las “misas ricoteras”, liturgias del rock que exigían a cada quien aportar algo de sí para formar parte de esa suerte de comunión. A semejanza de las hinchadas de fútbol, la lealtad se demostraba viajando cientos de kilómetros para estar presente en cada uno de los recitales o plantar el “trapo” propio, un bandera pintada con el nombre de la banda y los lugares de origen, como una forma de decir “acá estamos otra vez”.

A falta de medios está esa cultura del aguante que impulsa a miles de seguidores del Indio a enfrentar toda clase de sacrificios para estar presentes cuando se encienden la luces de cada nuevo show.

Cuando en 2001 los Redondos anunciaron su separación, el ritual de la “misa ricotera”, lejos de disolverse, fue heredo por el Indio Solari y fue cobrando un nuevo envión en cada uno de sus conciertos por el interior del país.

Ya se tratara de Salta, Mendoza o Gualeguaychú, la cultura del “aguante” del público ricotero lo lleva tradicionalmente a redoblar la apuesta tomando por asalto las ciudades anfitrionas con multitudes equivalentes o incluso mayores a la de población local.

Cada concierto en que regresa el Indio se convierte así en un desafío y un anhelo para sus fans. Estar allí, junto a su referente, los obliga a echar mano a todos los recursos disponibles para quedar fuera de la reedición del ritual.

Claro que el dinero no siempre alcanza para cubrir los gastos de la aventura (en el caso del Olavarría, se calculaba que entre entrada, traslados, alojamiento y comida se requerían no menos de 3 mil pesos para asistir al recital). Pero a falta de recursos está esa cultura del aguante que impulsa a miles de seguidores a enfrentar toda clase de sacrificios para estar ahí cuando se encienden las luces de cada nuevo show.

Así como hay quienes comparten autos o combis para llegar hasta los conciertos, otros parten con varios días de anticipación para viajar a dedo, saltar de micro en micro o encontrar de algún modo la forma de llegar ahí.

Tomadas por asaltos por decenas de miles de fans sin lugar reservado para dormir, las ciudades anfitrionas -como ocurrió hace unos años en La Plata- ven brotar verdaderos campamentos en sus parques plazas, ramblas y cualquier espacio abierto donde se pueda armar una carpa o desplegar una bolsa de dormir.

Ansiosos por ubicarse entre los primeros en entrar al recital, miles de fans del Indio llegan incluso a instalarse hasta una semana antes en los alrededor del predio donde tendrá lugar el recital.

Entre las anécdotas del aluvión ricotero una de las más conocidas involucra a San Carlos, un pueblito de la provincia de Santa Fe donde los Redondos resolvieron organizar un concierto cuando la Ciudad de Buenos Aires les cerró las puertas por los problemas de seguridad que se venían registrando alrededor de sus shows. El aquella oportunidad, el campamento de seguidores que se formó en los alrededores de lugar de concierto duplicaba al pueblo tanto en extensión como en cantidad.

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