Convención de tatuajes: cuando el cuerpo es lienzo y el tatuador protagonista

“Me ofrezco como lienzo, mi piel es blanca pálida, me gusta cualquier estilo, dejo mi número”. Decenas de ofrecimientos como éste inundaron las redes sociales de la octava convención de tatuajes en la ciudad que se realiza desde ayer y hasta el domingo en el Pasaje Dardo Rocha, y que cuenta con 150 stands y la participación de artistas de Argentina, Brasil, Chile, Colombia, México, Estados Unidos y hasta países europeos.

A esta altura podría afirmarse que, lejos de ser una moda, el tatuaje es una especie de ritual o conexión artística entre quienes tatúan y quienes son tatuados, y este clima de privacidad se altera o cambia su lógica en las convenciones.

Para Juan Bonaro (39), quien junto a su compañera Constanza Velado organiza desde hace ocho años el encuentro de tatuadores más importante de la región, las exposiciones permiten ver el resultado final, pero principalmente el proceso de producción: “No sólo se observa el esfuerzo del artista sino también el del lienzo, que no se va a encontrar en ningún otro porque los nuestros poseen vida”.

Aunque es difícil definir qué buscan las personas que se ofrecen para ser tatuadas, Juan dice que la gente sabe valorar al tatuador como artista permitiéndole plasmar en su piel el diseño sin condicionamientos. “Lo que busca es llevar una obra de arte hecha en su piel y vivir la dolorosa experiencia de tantas horas de tatuaje, el momento de subir al escenario y recibir el aplauso y, en algunos casos el premio”.

LAS CLAVES DEL ÉXITO

Alan Amunátegui (30) vive y tatúa hace ocho años en La Plata. Este año participó en la convención de tatuajes de Ensenada y ganó el primer premio en la categoría realismo en black and grey, lo que significa que tatuó en escala de grises una imagen tal cual se aprecia en la realidad, registrando las luces, las sombras y los planos negros.

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El lienzo fue Nahuel, un colega que prestó su pierna para la competencia. Meses antes Alan le había mostrado unos trabajos y le contó que quería hacer un diseño grande formado por imágenes con una temática sexual. Nahuel aceptó: “Después de haberme tatuado tantas veces distintas partes del cuerpo ir a una convención era adrenalínico”.

Pero las siete horas que duró el trabajo se volvieron insoportables. Él, que también es tatuador, explica que puede ser que un lienzo colapse y no aguante más, porque la zona está sensible y se pasa con la aguja por la misma zona que se pasó antes una y otra vez. En su caso, y para aliviar el dolor, utilizaron un gel refrescante y le ofrecieron paños calientes para entrar en calor el resto del cuerpo.

Sobre lo que se siente estar expuesto en una convención, Nahuel explica que “es raro estar ahí en público porque el tatuaje es un ritual privado entre el tatuador y el lienzo, una situación de confianza, de sobrepasar un límite, por eso un ámbito privado siempre es lo ideal”.

Para Alan, hay mucha gente que se ofrece como lienzo pensando que es gratuito. Y si bien muchas veces lo es –en su caso la pieza va de regalo– el costo para quien será tatuado es no poner condiciones. “Es lo que quiero tatuar y donde quiero, no hay negociación alguna. Por eso, por lo general, me tomo el trabajo de hacerlo con amigos más cercanos, gente que ya conozco y ya vengo tatuando, que me dé confianza en que van a aguantar”.

Estos días, Alan está participando en dos categorías: realismo en black and grey y realismo full color. Los lienzos son amigos a quienes ya ha tatuado en otras oportunidades. La clave en estas competencias es el blanco de la piel a tatuar: “Una piel blanca hace que los colores tengan otra vibración. Entre más blanco sea el lienzo, los colores se notan de otra manera y al competir eso favorece la claridad del tatuaje”.

EL PROTAGONISTA ES EL TATUADOR

Para la convención de 2017, Érika Medina (25) leyó en una publicación de Facebook que Juan Pablo Rodríguez (31) estaba buscando un lienzo para realizar una pieza grande en estilo dotwork, conocida en español como puntillismo, que consiste en una imagen formada por puntos y no por líneas, como suele serlo comúnmente.

Érika ya conocía sus trabajos, entonces lo contactó: “Yo no sabía cómo era el diseño ni el tamaño pero me gustaba la técnica. Vine una vez para ver el espacio a ocupar, me mostró los diseños que tenía y me re gustó”. Con ese trabajo, una mandala que ocupa toda la parte interior del brazo, ganaron el primer premio en estilo dotwork en la séptima edición de la convención platense.

Juan Pablo explica que él había pensado en ocupar un gran espacio, ya que por lo general las piezas que se hacen en las convenciones son grandes. “Si te ofrecés a estar de lienzo en la convención, te entregás. Antes arreglaba con la persona los espacios del cuerpo disponibles para tatuar y yo elegía. En esta convención dije directamente ‘quiero hacer un pecho’. Y un par me dijeron que no hasta que una chica me dijo que sí”, dice.

De aquella experiencia, Érika recuerda que el primer día fue tranquilo pero el segundo no tuvo descanso. Juan Pablo se ríe y cuenta: “En el primer día cada tanto paraba, íbamos al baño, o la dejaba ir a fumar. El segundo día casi no la dejé pararse a nada. Estaba re frenético. La categoría en la que concurso casi siempre es el sábado, hay dos días para hacerlo y tenía que terminar”.

Para Juan Pablo, cuando el tatuador ya conoce a la gente o la gente conoce sus trabajos, el contacto es más sencillo. Pero si algún participante viene de otro país y no conoce a nadie, las personas que se ofrecen por las redes sociales suelen ser útiles. “La gente quiere tatuarse gratis y lo que les guste a ellos en el lugar en el que ellos quieren, y te preguntan si te sirve. Y no es así, en una convención el protagonista es el tatuador”, aclara.