Golpes y las peores amenazas en un asalto a un peón rural y sus dos hijos

Después de otra jornada agotadora de trabajo en un campo de plantaciones de kiwi en la localidad platense de Ignacio Correas, un hombre de 59 años y sus hijos de 31 y 29 se disponían a acostarse a dormir en la casa donde, además, son cuidadores.

Pero esa rutina cotidiana fue alterada de repente por los dos delincuentes que, encapuchados y armados con un revólver y un cuchillo, se metieron por la calle 704 y recorrieron 1.200 metros hasta llegar a la tranquera de esa propiedad.

Después avanzaron a pie otros 70 metros, desde la entrada del campo hasta la vivienda de estos caseros de nacionalidad boliviana. Esto pasó el lunes a la noche, pero las secuelas del miedo siguen intactas entre las víctimas.

Dieron vuelta la casa

Ayer a la tarde, en medio de la tranquilidad habitual de aquel paisaje de campos que albergan a caballos, vacas, ovejas y porcinos, Eloy Martínez (59) no podía ocultar su desánimo y su bronca.

“Fue a las 10 y media de la noche del lunes”, arrancó relatando a este diario, sin ahorrar detalles: “Yo me había acostado después de lavar ropa”. Estaba cansado por su trabajo en las plantaciones de kiwi y hasta un ratito antes sus hijos habían estado “tocando la guitarra y el charango”.

En esa cotidianeidad no advirtieron que dos desconocidos ya habían traspasado la tranquera del lugar y sigilosamente caminaban hasta llegar hasta la casa que habitan.

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Entraron. Y lo primero que hicieron fue reducir en un pasillo al menor de los dos hijos de Martínez: “Uno le puso un revólver en la cabeza y el otro un cuchillo en las costillas”, explicó el padre, “justo cuando se estaba cambiando para acostarse”.

Así lo llevaron hasta el dormitorio de Eloy, que de ese modo se enteró de que eran víctimas de un asalto. “Mi hijo de 31 años tampoco pudo hacer nada para frenarlos”, explicó el hombre.

Decididos a no correr riesgos, los delincuentes rápidamente sacaron del bolso con el que llegaron varios trozos de alambre que usaron para atar de pies y manos a sus víctimas, luego de ordenarles que se tiraran al piso. “Y eso que no nos resistimos en ningún momento”, aclaró Eloy.

De inmediato soltó una frase que repitió en otros pasajes del mano a mano que tuvo con este diario: “Buscaron por toda la casa dinero, vinieron a buscar eso” para conjeturar enseguida “que estos delincuentes fueron mandados por alguien”.

Para acentuar su hipótesis de que los intrusos suponían que podían encontrar allí una considerable cantidad de plata, mencionó que “revisaron absolutamente todo, hasta sacaron unas baldosas que había en el techo para ver si se escondía dinero ahí también”.

“Aparte -continuó este peón rural- en su búsqueda tiraron cosas al piso, especialmente ropa, y hasta nos rompieron documentación personal”.

“ME DEJARON SIN UN PESO”

Consultado sobre el monto de dinero que finalmente sustrajeron los asaltantes, reveló que a él le robaron 84.000 pesos que había logrado “ahorrar después de mucho tiempo y de trabajar, como todos los días, entre 12 y 14 horas”.

“Me dejaron sin un peso. Y lo que más lamento es que pensaba viajar el 15 (de este mes) a Jujuy para visitar a mi papá de 95 años, que está enfermo”, lamentó posteriormente.

También sus hijos fueron despojados de dinero: “A uno le quitaron 7.000 pesos y al restante 4.000”, detalló Eloy, agregando que los delincuentes se llevaron también cinco celulares, un reloj, herramientas y mochilas. Además, al joven de 31 años, que es enfermero, le sustrajeron un tensiómetro y el uniforme.

“DECÍAN DE PRENDERNOS FUEGO”

Al margen de las pérdidas materiales, el terrible asalto incluyó agresiones y apremios físicos y psicológicos.

Sobre esto último, Eloy informó que “parecían dispuestos a hacer cualquier cosa, buscaban meter miedo y llegaron a decirnos que iban a rociarnos con nafta y prendernos fuego a los tres”.

A Eloy lo amenazaron con cortarle un dedo “si no les decía dónde estaba el dinero”. Y pese a estar en el suelo, atado de pies y manos, sin chances de ofrecer resistencia, uno de los delincuentes lo golpeó varias veces con un palo en la espalda.

La violencia con la que actuaron los maleantes fue experimentada igualmente de manera cruel por su hijo enfermero.

“Aprovechando que mi hijo mayor estaba boca abajo en el piso, el que estaba con el cuchillo le hizo un corte en un glúteo”, lamentó el padre.

Toda la odisea duró “una hora y media”. Eloy agradeció que “mi mujer y mi hija no estaban” en esos dramáticos momentos.

Asimismo, citó que “hace 28 años que vivimos acá, en la zona todos nos conocen”. Y recordó que “una vez nos entraron a robar, pero cuando no había nadie. Luego supe que fue por una batida”, concluyó.

Una vez que los delincuentes escaparon las víctimas llamaron al 911 para pedir ayuda. Ofrecieron una descripción de los autores para los patrulleros que acudieron a la denuncia, pero la búsqueda se levantó un rato después sin resultados.