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Lo hallaron culpable de beneficiarse de las reformas de una casa a cambio de contratos en Petrobras. La pena, que puede ser apelada, se acumula a la que ya cumple (por cargos similares) desde abril pasado en Curitiba
El ex presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva / AP Archivo
SAN PABLO
El ex presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, que desde abril purga una pena de más de 12 años de cárcel por corrupción y lavado de dinero, sufrió un nuevo revés judicial ayer al ser condenado a 12 años y 11 meses de prisión por cargos similares en otra causa.
En Brasil, las penas de prisión son acumulables, pero el periodo de reclusión no puede exceder los 30 años.
El tribunal de primera instancia de Curitiba (sur), a cargo de la magistrada Gabriela Hardt, estimó que el ex mandatario de izquierda (2003-2010), de 73 años, se había beneficiado de reformas en una hacienda en Atibaia -en el interior de San Pablo- ofrecidas principalmente por las constructoras Odebrecht y OAS, a cambio de su mediación para obtener contratos en la petrolera estatal Petrobras.
La casa está a nombre del empresario Fernando Bittar, un viejo amigo de la familia de Lula pero, de acuerdo con la Justicia, el ex presidente se benefició de las obras por cerca de un millón de reales (unos 271.000 dólares).
“Es un hecho que la familia del presidente Lula frecuentaba de forma asidua el inmueble y lo usó como si fuese de él. Inclusive, en 2014, Fernando Bittar alegó que su familia ya no lo frecuentaba con asiduidad, siendo este más usado por la familia de Lula”, subrayó la jueza en su sentencia.
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La condena, que será apelada por la defensa en instancias superiores, es la segunda dictada en menos de dos años contra el ex mandatario, quien tiene un total de ocho causas penales abiertas en la justicia, todas ellas relacionadas con asuntos de corrupción.
Además de Lula, la jueza Hardt condenó a algunos empresarios, entre ellos al ex presidente de OAS José Adelmario Pinheiro Neto (1 año y 7 meses de prisión); a Emilio Odebrecht, patriarca del grupo Odebrecht (3 años y 3 meses de cárcel), y a su hijo Marcelo Odebrecht (5 años y 4 meses de detención).
En el caso de Emilio Odebrecht es la primera condena que recibe en el marco de la Operación Lava Jato (lavadero de autos) que destapó en 2014 los millonarios desvíos que ocurrieron durante años en Petrobras.
La primera sentencia contra Lula fue dictada en julio de 2017 por el juez Sergio Moro, quien abandonó la magistratura el año pasado para asumir en enero como ministro de Justicia y Seguridad del ultraderechista Jair Bolsonaro.
Dicha pena fue ratificada en enero de 2018 por un tribunal de segunda instancia y, dos meses y medio después, Lula entró en prisión para cumplir una pena de 12 años y un mes de cárcel, la cual purga en la sede de la Policía Federal de la ciudad de Curitiba.
Tras la segunda condena, el Partido de los Trabajadores (PT) reiteró que su máximo líder es víctima de una “persecución” y señaló que, en la memoria del pueblo, el ex presidente “siempre será mayor que sus verdugos”.
La presidenta de la formación progresista, la diputada federal Gleisi Hoffmann, denunció además que esta segunda sentencia llega “exactamente cuando crece la posibilidad de Lula” de ser Premio Nobel de la Paz, cuya candidatura promueve el Nobel argentino Adolfo Pérez Esquivel.
El presidente Bolsonaro se hizo eco en sus redes sociales de la condena contra Lula, uno de sus principales rivales políticos y quien se quedó fuera de las elecciones de octubre después de que su candidatura fuera vetada por la Justicia Electoral en base a normas que impiden que condenados en segunda instancia, como es su caso, puedan presentarse a cargos públicos.
Fue entonces cuando nombró como su sustituto en la contienda al ex alcalde de San Pablo Fernando Haddad, quien intentó absorber el caudal electoral de su padrino político, pero acabó derrotado en la segunda vuelta de los comicios presidenciales frente a Bolsonaro.
La condena, que puede ser apelada, es la segunda contra el ex mandatario en menos de dos años
El gobernante brasileño ha culpado al partido de Lula de la crisis política y social en la que, según él, está inmerso Brasil y en su investidura llegó a decir ante miles de personas que la bandera del país “jamás será roja”, en referencia al PT.
Recluido desde hace casi 10 meses, Lula ha limitado sus manifestaciones a la correspondencia escrita desde la cárcel, donde recibe la visita semanal de sus allegados en su celda de 15 metros cuadrados, y ha intentado sin éxito su libertad a través de un sinfín de recursos presentados por su defensa ante la Justicia.
Estuvo a punto de salir transitoriamente el miércoles pasado, cuando un magistrado lo autorizó a viajar a San Pablo para despedirse de su hermano Vavá, fallecido el día anterior. Pero, tras horas de tensión judicial, la decisión llegó cuando el entierro ya se había celebrado y Lula decidió no dejar la cárcel.
“No dejaron que me despidiese de Vavá por pura maldad”, escribió después en una nota transmitida por el Partido de los Trabajadores. (EFE y AFP)
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