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La Ciudad |Entre La crisis económica, la inseguridad en todas sus formas y la sensación de falta de oportunidades

Más estudiantes de Ingeniería planean un futuro lejos del país

En la Facultad advierten que son varios los profesionales que migraron. Y varios también los ingresantes o próximos a graduarse que proyectan irse. Testimonios de los alumnos

Más estudiantes de Ingeniería planean un futuro lejos del país

Este año 1.800 inscriptos arrancaron el curso de ingreso en ingeniería. preocupa el fenòmeno de los que piensan irse del país al recibirse/ r. acosta

Jorge Garay

Jorge Garay
jgaray@eldia.com

16 de Febrero de 2020 | 05:39
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Lo repiten ingresantes y estudiantes de años superiores: “Me quiero ir”. Lo confirman graduados. Y el propio decano: cada vez son más los alumnos y alumnas de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) que imaginan un destino fuera del país; más a los que la vida en Argentina se les vuelve “insoportable”. Son más los que, aún a su corta edad, sienten el peso de las crisis recurrentes; más los que al entrar a la Universidad dicen que no quieren eso para ellos.

Más los que, en definitiva, lamentan la falta de futuro, de posibilidades, egresan y se van.

La decisión, claro está, no es fácil. Presienten en ella el desarraigo y hasta sienten algo de culpa. Pero la coyuntura los lleva a apretar los dientes y empezar a buscar pasaje. En eso está Ivana Améndola, platense de 23 años, a punto de recibirse de Ingeniera en Materiales: “Estoy viendo en qué fecha conviene viajar, tengo ganas de irme a Nueva Zelanda por sus facilidades para emigrar y porque conozco ingenieros graduados en la UNLP que están allá. Ellos me cuentan que con el salario mínimo viven bien, que pueden ahorrar, tienen otra calidad de vida”, explica la joven, piensa un rato, continúa: “No es fácil irse; me tira la familia, las costumbres del país. Si me voy, quisiera volver”.

Como tantos, siente Ivana que acá no encontrará posibilidades para desarrollar todo su potencial. Su formación le permitiría, por ejemplo, trabajar en el sector automotriz, “pero está en crisis y en los últimos años hubo poco incentivo a la industria nacional. Entonces la cuestión económica, esto de que cada cuatro años explota el país y se pone peor de lo que estaba, junto con la inseguridad, son factores que me empujan a irme”.

Por lo mismo, hace exactamente un año Franco Danessa (27), Ingeniero Electromecánico y Mecánico egresado de la UNLP, quiso probar suerte en España, donde hoy se desempeña en la división de motores eléctricos de una multinacional automotriz. Al momento de tomar la decisión, este joven bolivarense trabajaba en el Laboratorio de Ensayos y Mediciones Eléctricas (LEME) de la UNLP: “Pero la realidad es que con mi esposa -también ingeniera- no llegábamos a fin de mes. Teníamos dos sueldos y no podíamos darnos ningún gusto, no despilfarrábamos y aún así se nos complicaba. Distaba mucho de lo que habíamos imaginado como ingenieros, sentíamos que habíamos hipotecado seis años de nuestras vidas para estar siempre en la misma condición”.

Ahorraban entonces para comprar un auto y fue con ese dinero que pagaron sus vuelos: a Madrid, primero, y luego a El Vendrell, Cataluña, a pocos metros de la empresa para la que trabaja él. Franco contaba con ciudadanía europea y eso fue una llave para conseguir empleo; su esposa, que no la tiene, todavía está en la búsqueda: “Incluso con un solo sueldo tenemos un mejor nivel de vida que en Argentina, donde trabajábamos los dos”, compara ahora, de vacaciones en su pueblo natal: “En un año nos pudimos permitir venir a visitar a la familia, no es barato, pero con el aguinaldo y algunos ahorros llegamos. Yo quisiera que alguna vez ellos vayan para allá; hoy, con el impuesto PAIS -que aplica un 30 por ciento de recargo a los pasajes al exterior- se les hace muy caro. Estos saltos políticos, la inseguridad de no poder caminar tranquilo por la calle, son cuestiones que me generan mucho desconcierto”.

Tristeza compartida

En su despacho de la Facultad de Ingeniería, el decano, Horacio Frene, suena bastante preocupado: “A mí me da la misma tristeza que le da a los chicos”, admite, y desea que los que se van, los que ya se fueron, regresen algún día “con otra experiencia, más formados”.

Están, claro, aquellos estudiantes que aseguran que se quedarán en el país. Para muchos, como Lucía Aguilar (17), platense e ingresante en Ingeniería Industrial, se trata de “devolverle al Estado el beneficio que me da con la educación pública. Creo que tengo una responsabilidad ciudadana en esto”. Irse, sostienen, sería quedar en deuda.

En el Colegio de Ingenieros de la provincia de Buenos Aires reconocen que “la compleja situación económica no ayuda”, aunque no vislumbran semejante fenómeno: “No vemos un aluvión de ingenieros que se estén yendo”, aclaran.

Frene, en cambio, reconoce que “hay un grueso de graduados que se van”. Encuentra, sin embargo, una luz de optimismo “en la excelencia de la formación, que les permite ser ingenieros en cualquier parte del mundo”.

Pero eligen irse. ¿Por qué? El decano frota el índice y el pulgar como si entre ellos hubiera un billete invisible: “Principalmente por esto, por lo económico. Lo que más asusta al estudiante es que la proyección de la matriz industrial asociada a Ingeniería es cíclica en Argentina. Estamos en un país muy inestable, donde cada vez hay más crisis y más profundas”. Agrega Frene que acá, en comparación con otros países, “las exigencias son muchas para tener una escasa remuneración”, y pone un ejemplo vernáculo: “Lo que nosotros podemos pagar en la Facultad no compite con el salario de otros países, que puede representar el doble a valores nacionales. Pero con ese dinero, que acá les permitiría comprar una casa, nunca llegarían a la vivienda propia en Europa. Entonces, es relativo”, advierte.

Santiago Montero (23), que es de Berazategui y está en cuarto año de Ingeniería Eléctrica, planea viajar a España ni bien se gradúe. “Allá -donde se imagina trabajando en alguna planta de energía- pagan mucho mejor”, dice, y que su idea es quedarse unos años, ahorrar y volver para comprarse un terreno en el país. Como el resto, repite Santiago que “acá te la complican mucho con la economía; capaz que ahorrás y perdés guita. Esa inestabilidad es muy expulsiva”.

El contexto es doblemente preocupante si se repara en la falta de ingenieros que hay en el país. Son pocos los que se reciben y, entre ellos, muchos se quieren ir. Se estima que en la Argentina hay un ingeniero cada 6.300 habitantes, mientras que en naciones desarrolladas hay uno cada 2.000. De 1 y 47, en 2018 (últimos datos disponibles) egresaron 441.

“Siempre digo que para revertir la matriz agroexportadora necesitamos más ingenieros, que Ingeniería es fundamental para el desarrollo productivo del país. Sabemos que es mucho el trabajo que tenemos que hacer para aumentar la cantidad de graduados, para retenerlos, que egresen y no se vayan”, retoma Frene. Para eso, enfatiza, “la Facultad debe vincularse con organismos estatales y de producción, necesitamos un Estado receptivo. Parece increíble que sigamos discutiendo estas cosas que cualquier país estable tiene resueltas”. Completa su idea con una ironía cruda: “Henry Ford no hubiera podido levantar la Ford en Argentina, porque acá a alguien que quiere producir lo pisotean, lo aplastan y lo exprimen”.

Los que planean irse

El otro extremo, el de los ingresantes, también es seguido con atención en la Facultad, donde celebran el récord de 1.800 inscriptos para este año, fruto especialmente de la difusión de las carreras en las escuelas secundarias, donde incluso se dicta la materia Matemática para Ingeniería (primera de las carreras) en forma anticipada. “Cada año, la apuesta es convencer a más alumnos para que estudien acá -asegura el decano-, diciéndoles que esta no solo es una profesión estratégica para el país, sino que les da a ellos una formación extremadamente versátil”.

Duele entonces que entre los miles de nuevos inscriptos varios proyecten su vida en el exterior. Más aún, que se anoten precisamente para irse del país, porque sienten que acá no podrán ejercer de ingenieros y que estén convencidos de que en cualquier otra nación valorarán lo que en su patria no. Por ejemplo, Nicolás Kibe, platense de 18 años e ingresante de Ingeniería en Computación, es contundente: “Acá no veo futuro para mí, seguramente me vaya a Estados Unidos, donde están las mayores empresas”.

También Consuelo López (19), de La Plata y en 2º año de Ingeniería Química, cuenta que se anotó en la carrera porque le gustan mucho los números y el desafío de seguir una carrera “difícil”. Eso sí, el país no le gusta nada: “Quisiera irme, a donde sea, porque es una especialidad que afuera rinde un montón. Acá no veo soluciones en el corto plazo y el cambio de gobierno no me incentiva a quedarme”.

No están solos en la decisión. Sus padres, dicen, los alientan a emprender el desafío, quieren que al menos sus hijos intenten el viaje que ellos no pudieron.

Es el caso de Luna Rott, que nació hace 17 años en Entre Ríos y da sus primeros pasos en Ingeniería Aeroespacial. Para ella, su futuro también estará en el extranjero, “en Estados Unidos o Suiza, porque creo que hay más posibilidades de evolucionar”. A Luna, que la deslumbra “la incertidumbre de no saber qué hay más allá”, la conmueve lo incierto de la realidad nacional. Y por eso, si en unos años recibe una propuesta del exterior no lo pensará dos veces: “Me iría”, reafirma.

UN SECTOR GOLPEADO

El área aeroespacial fue una de las más golpeadas de Ingeniería durante los últimos años. “Al caerse el Plan espacial de Argentina -durante la administración anterior-, mucha gente que trabajaba en la Facultad para ese proyecto empezó a irse, a Francia y Alemania principalmente. Ese desgranamiento continúa hoy”, alerta Frene, que propone una reactivación del programa para detener la sangría.

¿Qué tendría que suceder para que los que se fueron, vuelvan? ¿Qué, para que los que están no migren? Para Consuelo López, “tendría que cambiar todo, por ejemplo, que el trabajo y la plata tengan valor”.

Ivana Améndola insiste en que volvería al país, “solo por mi familia y para devolverle algo a la educación pública que me formó. Espero que en unos años me encuentre con una sociedad más justa, sin violencia, en la que mis hijos puedan crecer tranquilos”.

Y Franco Danessa sueña con una Argentina “en la que se pueda caminar por la calle sin miedo, quiero un país estable. Se qué voy a volver, por mi familia. Por eso mismo hoy me da mucha bronca tener que estar lejos”.

“A mí me da la misma tristeza que le da a los estudiantes”, asegura el decano

En el país se reciben pocos ingenieros. Y entre los que se gradúan, muchos se quieren ir

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Este año 1.800 inscriptos arrancaron el curso de ingreso en ingeniería. preocupa el fenòmeno de los que piensan irse del país al recibirse/ r. acosta

“Quiero irme a Estados Unidos o Suiza para trabajar como Ingeniera Aeroespacial, porque creo que allá hay más posibilidades de evolucionar”. Luna Rott - 17 años

“Quisiera irme donde sea. Acá no veo soluciones en el corto plazo y el cambio de gobierno no me incentiva para quedarme”. Consuelo López  -19 años

“Acá te la complican mucho con la economía. Quiero irme a España porque pagan mejor, eso me permitiría ahorrar para volver y comprar un terreno en Argentina”. Santiago Montero - 23 años

“Acá no veo futuro para mí como Ingeniero en Computación. Seguramente me vaya a Estados Unidos, donde están las mayores empresas”. Nicolás Kibe - 18 años

“En Argentina con dos sueldos -el mío y el de mi esposa, también ingeniera- no llegábamos a fin de mes. Nos fuimos a vivir a España y allá, con un solo salario, vivimos mejor”. Franco Danessa - 27 años

“Pienso irme a España para dedicarme a la Ingeniería en Computación. Si de acá a que me reciba la situación económica mejora, me quedo. Pero hoy me iría". Agustín Mari - 18 años

“Estoy buscando pasajes para viajar a Nueva Zelanda. La cuestión económica de Argentina y la inseguridad son factores que me empujan a irme”. Ivana Améndola - 23 años

“Quiero irme a España o Inglaterra a trabajar como Ingeniera Civil. No me gusta cómo se vive acá, creo que no se valora el trabajo como sí lo hacen en otros países”. Inés Calderón - 20 años

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