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Opinión |Editorial

Mayor presencia policial para erradicar a las patotas

Mayor presencia policial para erradicar a las patotas
26 de Febrero de 2020 | 02:20
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La violencia desatada este fin de semana pasado en la esquina de 4 y diagonal 80 de nuestra ciudad, se tradujo en una pelea entre varios jóvenes en la que una mujer –ya golpeada previamente y que cayó desmayada y quedó tendida sobre la vereda- recibió en esas instancias varias patadas más en la cabeza por parte de una menor de 17 años. El descontrol sumó además varios elementos que pudieron desencadenar una nueva tragedia como la ocurrida recientemente en Villa Gesell, en donde murió asesinado a golpes el joven Fernando Báez Sola en otro enfrentamiento irracional, muy similar al episodio sucedido en La Plata. En este caso, afortunadamente, la chica agredida se restableció luego de permanecer internada en el Hospital San Martín.

Las cámaras del sistema de monitoreo público municipal captaron la pelea desatada entre unos diez jóvenes, que se habría desatado a primeras horas de la mañana, en tomas que fueron reflejadas por este diario en forma fotográfica y en su edición on line. Se pudo observar con nitidez en las imágenes el momento en el que una mujer le aplica un golpe de puño a la víctima, cuando ésta intentaba mediar en una pelea entre varones. La chica fue golpeada por un puñetazo desde atrás, cayó al piso sin siquiera poder protegerse en la caída y, desvanecida, recibió varias patadas en la cabeza de quien antes la había golpeado con el puño. Como calcado de lo que ocurrió en Villa Gesell.

Si bien se trata de un caso particular, sometido ahora a la consideración de la justicia de menores y la correspondiente al fuero penal, corresponde consignar que la batahola duró alrededor de dos minutos, con la agresora yendo reiteradamente a la carga contra la víctima que yacía sobre la vereda totalmente indefensa, mientras alrededor se intercambian trompadas y patadas varios varones. Las agresiones sólo se detuvieron cuando llegaron la ambulancia y un patrullero. Según informaron fuentes de la Policía y el ministerio de Salud, la víctima de la golpiza sufrió “trauma encéfalo craneal leve, con cefalohematoma en la región temporal izquierda, sin deterioro de su nivel de conciencia”.

Se ha señalado muchas veces en esta columna que los operadores policiales y de la Justicia destacan, por una parte, que muchos delitos se están cometiendo con una creciente e irracional violencia y, por la otra, que es cada vez mayor la presencia de menores de edad en la actividad delictiva. Asimismo, advierten sobre la incidencia del alcohol y de la droga en estos dos fenómenos.

Es preciso encender luces de alarma frente a una patología difusa, que amenaza a la convivencia juvenil, con protagonistas cada vez más privados de valores. Sea desde las familias, como núcleo primordial de la formación de la juventud, como desde los ámbitos escolares y educativos, correspondería enfrentar este fenómeno cuyo responsable primero es el Estado, en su condición de eje y promotor de la vida social.

Es verdad que la cooperación y el compromiso que muchos grupos vecinales han demostrado en sus reuniones con la policía permiten la existencia de aportes muy valiosos, ya que en esos encuentros se han volcado sugerencias oportunas y eficaces. Pero nadie puede poner en duda, por supuesto, que son las fuerzas policiales que deben brindar el servicio de prevención que es básico para enfrentar al delito.

La proliferación de la droga, las infracciones que se toleran en muchos lugares nocturnos, la presencia de patotas y grupos dedicados al delito en las plazas y en la vía pública, constituyen desafíos que sólo una fuerza policial capacitada y disuasiva puede combatir con éxito. La población, pacífica en su inmensa mayoría, no puede seguir sufriendo indefensa el accionar delictivo, irracional y cada vez más beligerante de algunos grupos juveniles. La ausencia de esa fuerza es la que, por omisión, suscita este peligroso descontrol social.

 

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