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La Ciudad |ORTEGA Y GASSET EN LA PLATA

“Argentinos, a las cosas”, una frase que nació entre diagonales

El célebre filósofo español la pronunció durante una conferencia brindada en 1939 en el Salón Dorado de la comuna platense. El concepto todavía hoy se continúa repitiendo en la actualidad en muchos discursos políticos

“Argentinos, a las cosas”, una frase que nació entre diagonales

La crónica de EL DÍA que contó cómo fue la visita del filósofo español

2 de Marzo de 2020 | 02:19
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José Ortega y Gasset (1883-1955) es, seguramente, el filósofo español más grande y de mayor trascendencia de su tiempo. En su obra “La rebelión de las masas”, publicada en 1929, advirtió desde un punto de vista más sociológico que político, las características que iban tomando las distintas sociedades en las diversas naciones europeas, dejando atrás los principios monárquicos que, de modo general, se habían mantenido hasta la primera década del siglo veinte y que ahora ponían al “hombre masa” como principio y fundamento de casi toda actividad humana, fundamentalmente la política.

Pero este notable intelectual también fue, podría decirse, un estudioso de las características de la población argentina, por la que se sentía atraído por diversas cuestiones que siempre le resultaron atípicas.

Había visitado nuestro país en 1916 y en 1928; en ambas ocasiones brindó varias conferencias en la ciudad de Buenos Aires, manteniendo prolongadas y reiteradas conversaciones con hombres de letras, intelectuales y políticos de nuestro país.

En 1936, al comenzar la guerra civil española se debió exiliar, y si bien esa situación, según admitió, lo perturbó grandemente, nunca perdió su interés por la Argentina, país al que regresó en 1939, oportunidad en la que visitó, por no más de dos horas a nuestra ciudad, pero ese tiempo le bastó para ganar fama perenne en el país.

Llegó invitado por la Municipalidad de La Plata y pronunció una alocución en el Salón Dorado del municipio y no en el rectorado de la UNLP como muchos creen.

PALABRAS IMBORRABLES

“¡Argentinos, a las cosas, a las cosas! Déjense de cuestiones previas personales, de suspicacias, de narcisismos. No presumen ustedes el brinco magnífico que dará este país el día que sus hombres se resuelvan de una vez, bravamente, a abrirse el pecho a las cosas, a ocuparse y preocuparse de ellas directamente y sin más, en vez de vivir a la defensiva, de tener trabadas y paralizadas sus potencias espirituales, que son egregias, su curiosidad, su perspicacia, su claridad mental secuestradas por los complejos de lo personal”.

Esa fue la frase que quedó grabada a fuego en nuestro país y que el intelectual español pronunció en la tarde del lunes 27 de noviembre de 1939, como se dijo, en el Palacio Municipal, en el marco de una conferencia denominada “Meditación del pueblo joven”, título que luego le pondría a un nuevo libro.

La audiencia no podría haber sido mayor; si bien Ortega era desde hacía años una figura de renombre internacional, no se esperaba que su conferencia tuviera un marco multitudinario, pero en esa época en nuestra ciudad se vivía una “movida” intelectual de notables relieve y numerosos exponentes.

Cuando el Salón Dorado de la comuna se fue colmando de gente, hubo que abrir todas sus puertas para que quienes no pudieron ingresar al recinto ni siquiera para estar de pie como lo hicieron muchos, lograron escucharlo desde el amplio hall.

Al comenzar su charla, el filósofo aclaró que no hablaría de un pueblo en particular sino de aquellos encuadrados dentro de ciertas características que los definen como “jóvenes”, como, por ejemplo, la de “no haber desarrollado por completo aún su personalidad espiritual”, y la de “haber aparecido en la historia cuando ya existían otros que había completado su desarrollo”.

Habló del concepto de “pueblo joven colonial”; se refirió a la evolución de Australia al influjo de la cultura británica, pero al detenerse en las naciones iberoamericanas, particularmente en las de América del Sur, sostuvo que pese a haber logrado su independencia mantienen su “condición colonial”.

“El pueblo argentino en estos momentos debe ser cuidadoso de sus privilegios de pueblo joven, debe mantenerse celosamente al margen de las pasiones destructivas”, dijo, tras lo cual sostuvo que en “las calles de Buenos Aires” había advertido la existencia de ciertas pasiones entre los argentinos, no de corte político sino personales, aludiendo concretamente a la envidia, rematando el concepto al señalar que “no se pueden construir grandes naciones cuando se siente envidia”.

Tras la conferencia el público platense le tributó una verdadera ovación, y muchos de los asistentes, pugnaron en su mayoría sin éxito, por lograr que el visitante les firmara libros de la autoría del español que habían llevado con esa intención.

 

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