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Opinión |ANÁLISIS

El falso dilema entre la salud y la economía

MARTÍN TETAZ
Por MARTÍN TETAZ

29 de Marzo de 2020 | 03:37
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Mientras escribo esto en el mundo ya hay 594.344 contagiados confirmados y 27.251 muertos por el coronavirus, pero los números reales pueden ser mucho mayores en ambas métricas, porque cada país tiene su propia metodología de testeo, lo cual además torna incomparables las cifras entre ellos; uno hace testeos masivos de la población al azar, incluyendo asintomáticos (como Islandia, que tiene 7 veces mas casos registrados por millón de habitantes que Dinamarca, pero un 33% menos de muertes), mientras que otros registran solo a los que se acercan a los centros de salud, para confirmar el diagnóstico (como Argentina) y en lugares como Chile es muy difícil acceder a un test si el paciente no confirma que ha tenido contacto con algún caso importado o ha viajado y si no alcanza los 38 grados de temperatura, que no siempre es el caso en los contagiados. Una cosa similar ocurre con las muertes; algunos registran las que se producen por coronavirus, pero no las que suceden por causa preexistente, como una afección cardíaca o pulmonar, que se complica por el virus. Estas diferencias incluso ocurren entre estados o regiones de un mismo país (como Estados Unidos), o entre sistemas de salud paralelos (públicos y privados, como en Chile)

Y esa es, en todo caso, la foto. Hace una semana había 275.550 casos; o sea menos de la mitad, mientras que hace dos semanas se registraban 145.416.

Muchos recuerdan la fábula del pastorcito que le ganaba una partida de ajedrez al Rey y que cuando éste le preguntaba que quería de premio “solo” pedía que le dieran un grano de trigo por la primera de las 64 casillas del tablero, dos granos por la segunda, cuatro por la tercera, ocho por el cuarto casillero y así sucesivamente. Cuenta la leyenda que al rey le pareció muy austera la solicitud pero que cuando llegó a reino y pidió que los matemáticos saquen las cuentas de cuanto trigo había que entregarle al pastorcito se llevó la sorpresa de su vida porque no alcanzaba con la cosecha entera del reino.

Si los casos se duplican todas las semanas, en tres meses y medio estará infectado el planeta entero y esa es la razón por la que la mayoría de los países entraron o están entrando en cuarentena, porque el 5% de los pacientes que se infectan requieren cuidados intensivos y ningún sistema de salud del mundo está diseñado para absorber esa cantidad de gente. Si los gobiernos no hacen nada, los muertos se van a contar en millones en cada país, dependiendo de la población de adultos mayores que haya en cada uno y de su contacto con los jóvenes.

EL COSTO DE NO HACER NADA

Pero no son solamente las muertes humanas las que tendremos que lamentar. Si no hacemos nada, muchos de los contagiados, aun cuando no se mueran, transitarán una semana con síntomas similares a los de una gripe y por lo tanto no podrán ir al trabajo, de modo que se paralizarán igual buena parte de los procesos productivos, con la diferencia de que el virus no discrimina condición económica ni actividad laboral y entonces colapsaran también los esenciales como la alimentación, la seguridad y la salud, obviamente.

Si nos adelantamos a la evolución exponencial del virus, podemos elegir las actividades que paralizamos y reducir la cantidad de muertos porque aplanando la curva le damos mas chances al sistema de salud de ir sacando del estado critico a los que van entrando en ese cuadro; algo que ya se ha repetido hasta el hartazgo estos días.

Pero si nos pasamos de rosca y hacemos políticas públicas empujados por la presión social o copiando las medidas de otros países, sin basarnos en la evidencia, sin datos que justifiquen cada decisión, el remedio puede ser peor que la enfermedad. En Estados Unidos, por ejemplo, la gente de Goldman Sachs estima que la economía caerá 25% en el próximo semestre y la solicitud de permisos de desempleo trepó a 3,2 millones la semana pasada, un record histórico que casi sextuplica el pico de la recesión del 2009. En argentina Esteban Domecq y otros colegas estiman que el PBI se hundirá 6% este año y la gente de la CAME calcula que la facturación de las PYMES caerá 70%. La diferencia es que nosotros no tenemos los dos billones de dólares (con doce ceros) que acaba de poner el Tesoro norteamericano para ayudar a las empresas y pagar los seguros de desempleo.

El tejido productivo se destroza cada día de parálisis como los músculos de un paciente en terapia

 

Algunos ingenuamente piensan, e incluso el gobierno lo planteó inicialmente así, que la cuarentena es una suerte de feriado híper largo y que la economía puede arrancar de nuevo como si nada hubiera ocurrido, cuando todo haya terminado. Pero el tejido productivo se destroza con cada día de parálisis, del mismo modo que el volumen muscular de un paciente se diluye con cada día de terapia intensiva. La rehabilitación lleva tiempo y muchas empresas obligadas a cerrar por esta cuarentena no podrán volver a abrir nunca más, porque quebrarán tanto si tienen que seguir pagando salarios sin facturar, como si comprometen el capital con indemnizaciones por despido.

Cada día de cuarentena también enferma y mata gente angustiada porque si no trabaja, no genera ingresos y no puede pagar las deudas, cumplir con los impuestos, pagar al personal que tiene a cargo o el alquiler del local o el departamento. Y cada día que se acumula sin producir se agrava, también exponencialmente, el problema.

Con información sobre la cantidad, distribución y tasa de crecimiento de los contagiados, combinada con estimaciones del impacto recesivo de cada jornada sin trabajar, el gobierno podrá calibrar el alcance u duración optimo de la cuarentena con mayor precisión, sopesando costos y beneficios, que es lo que todo político hace, por acción o por omisión, por mas duro que pueda sonar reconocerlo.

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