Retroceso: recién en 2024 se volvería a los niveles de 2017

La pandemia ha extremado la incertidumbre económica y social a niveles desconocidos por la sociedad moderna. Sin embargo, con el avance de la vacunación y los conocimientos científicos, un número considerable de países han comenzado a superar el shock inicial y remontar la cuesta. Según la última actualización del FMI /WEO, luego de haberse contraído 3,3 por ciento el PIB mundial, este año aumentaría 6 por ciento. China, la segunda economía del mundo, fue la única en crecer 2,3 por ciento en el 2020 y proyecta para este año 8,4 por ciento. EE UU, la mayor economía mundial, sufrió la contracción más pronunciada desde la 2° Guerra Mundial, pero ha tenido una vigorosa recuperación del 4 por ciento el último trimestre del 2020 y este año lo haría en 6,4 por ciento.

El FMI, de todas maneras, señala que una de las características de la salida de la pandemia es la divergencia en los resultados económicos. En la región de América Latina y el Caribe, la caída del PIB alcanzó a 7 por ciento (la mayor registrada de todas las regiones), siendo la recuperación este año de solo del 4,6 por ciento. Los programas de vacunación hacen la diferencia en el camino hacia una normalización de los países, si bien los efectos de la pandemia puede que perduren en el tiempo. Aunque también influye el punto de partida de los países ante el inicio de la crisis, siendo estos dos aspectos cruciales para avizorar el futuro.

La Argentina acumula estas dos desventajas, además de los inocultables problemas de conducción política del presidente Alberto Fernández, y los endémicos sesgos electoralistas de la clase dirigente local. Empleando las estimaciones del FMI, los economistas Jorge Vasconcelos y Guadalupe González de la Fundación Mediterránea, calculan que “hacia el fin de 2022 el nivel del PIB de Chile se habrá de ubicar 3,8 por ciento por encima de 2019, habiendo más que compensado el impacto de la recesión catalizada por la pandemia. Para Brasil, la proyección es de una variación positiva de 2,0 por ciento en 2022 con respecto a 2019, y para Uruguay de 0,1 por ciento”.

El estudio agrega respecto a nuestro país, que “en la región, la Argentina sería el único país con un PIB en 2022 todavía por debajo del nivel pre-Covid, con una caída de 2,4 por ciento respecto a 2019”. Esto ocurriría a pesar de que estiman un rebote económico de 5,8 por ciento este año y 2,5 por ciento el siguiente. Estos porcentajes, de todas maneras, aparecen bastante optimistas si se consideran los constantes ruidos políticos de las últimas semanas, la perdida de autoridad del ministro Martín Guzmán, el estancamiento de las negociaciones con el FMI, el probable default con el Club de París, los altísimos niveles de inflación y el retraso cambiario.

Pero volviendo a lo que se indicó más arriba, el punto de partida de la economía y los planes de vacunación, son los que aceleran o retrasan la recuperación económica, estando la Argentina en zona roja en los dos indicadores. Respecto de la vacunación, quizás se pueda revertir a partir de mitad de año lo ocurrido hasta hoy, con fuertes limitaciones de acceso de las dosis prometidas a la población, pero acumulando un retraso que llegaría hasta el 2022 para alcanzar los niveles de inmunidad que señalan los especialistas.

Y con respecto al punto de partida, el estudio de Fundación Mediterránea señala que la economía argentina debiera crecer a un ritmo de 3,4 por ciento entre el 2022 y 2024, luego del rebote de este año, para evitar que la actual crisis resulte menos prolongada que la crisis de la convertibilidad en 2001/02, que tuvo una duración de 26 trimestres, iguales a 6 años y medio. A fines de este año 2021, el PIB de la Argentina no solo estaría por debajo de los niveles pre-pandemia, sino 9 por ciento inferior al del último trimestre del 2017, previo al inicio del declive económico de 2018.

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En definitiva, el estancamiento argentino se prolongaría hasta mediados de esta década para iniciar una recuperación real, que pudiera superar el nivel económico de 2017. Siendo este último año el primero con resultado positivo, luego de un estancamiento de más de 3 años. De esta manera se advierte que el retroceso económico del país en la última década y media no se puede reducir a la pandemia actual que, al irrumpir en el 2020 desbarató aún más sus chances lograr alguna expansión, aunque sea coyuntural.

Igual, las perspectivas no aparecen favorables: ya sea se considere el resultado que debiera encadenarse con cuatro años de saldo positivo de nivel de actividad, de 5,8 por ciento este año y 3,5 por ciento los siguientes tres, situación que no ocurre en el país hace décadas; o las políticas instrumentadas por la gestión de Alberto F., con un sesgo antiempresa, que ahuyenta las inversiones y tampoco promueve el trabajo privado.

Buena parte del oficialismo actual repite la creencia, sin sustento científico, que la emisión monetaria no genera inflación, ante la evidencia del resto de los países capitalistas, desarrollados o en vías de serlo; o que las actuales reglas laborales protegen a los trabajadores, cuando más de la mitad de la fuerza laboral está en negro o trabaja precariamente a través del monotributo; o dicen defender el sistema previsional público, con ajustes periódicos a las jubilaciones que hoy cubren menos del 50 por ciento de la canasta básica en el 80 por ciento de los casos.

Los debates económicos en la Argentina, de esta manera, se asemejan a los que ocurrían en los años ’70 y ’80, en tanto la mayoría de los países avanzó hacia la solución de los problemas que generó la internacionalización de las economías y las revoluciones tecnológicas. En los próximos años, si las discusiones continúan en los mismos andariveles actuales, la Argentina se predispone a perder otra década de desarrollo, en donde la pobreza, el desempleo y la inflación seguirían avanzando.