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El artista anunció por sorpresa que su próximo disco será el último, cerrando una carrera de 25 años que rompió los pronósticos y llevó la música latina al país norteamericano
La noticia le llegó a toda una generación, la que creció en los 90 y todavía se considera joven, como un golpe: ese muchachito al que recordaban debutando en los canales de videoclips, con sus baladas melosas y sus mangas por encima de los puños de la mano, se retira. Y no es como cuando se retira un futbolista, que tienen una carrera corta: el retiro de un artista Enrique Iglesias, anunciado esta semana, hizo que muchos se sintieran grandecitos...
De forma inesperada, Enrique Iglesias anunció esta semana lo que podría ser su último disco tras una carrera de 25 años en la música en la que logró superar las suspicacias iniciales por su parentesco y convertirse en una de las pocas figuras españolas que logró triunfar incluso en el mercado anglosajón.
Famoso desde la cuna, como hijo del también cantante Julio Iglesias y de la “celebrity” Isabel Preysler, este madrileño nacido en 1975 ya sorprendió a todos en su día cuando, sin haber dado nunca muestras externas de inclinaciones artísticas, anunció su intención de seguir los pasos de su archiconocido padre.
Un camino difícil de seguir: con más de 80 álbumes en 14 idiomas y unas ventas superiores a los 350 millones de ejemplares, la sombra de su progenitor era demasiado larga y muchos se preguntaban si no aplastaría al vástago cuando en 1995 publicó su primer álbum, el homónimo “Enrique Iglesias”.
Era un trabajo que incluía canciones de su puño y letra y en el que predominaban las baladas de pop rock edulcoradas, aptas para el gusto adolescente, de entre las que alcanzó especial notoriedad “Experiencia religiosa”, además de “Por amarte”.
Y fue furor: Enrique no solo triunfó entre el público adolescente, que encontró en el joven y apolíneo Iglesias un nuevo referente de sus tonadas sentimentales, con más de 5 millones de copias vendidas en todo el mundo, sino que también lo hizo en las galas de premios, haciéndose por ejemplo con el Grammy al “mejor álbum de pop latino”.
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Pronto quedó claro que este artista español criado en Miami desde los 13 años conectaba con los oyentes del otro lado del Atlántico y empezó a igualar los registros de otras grandes figuras del orbe latinoamericano, como Selena o Jon Secada.
En “Vivir” (1997), su siguiente trabajo, incluyó una versión del célebre “Only you” del grupo Yazoo retitulada “Solo en ti” y el éxito no aminoró, cosechando más nominaciones y números 1. Es más, le arrebató la posición reina de la lista Top Latin Albums de EE UU a su propio padre, que ese mismo año se resarció imponiéndose a su hijo en los American Music Awards, asentando la leyenda de la supuesta rivalidad entre ambos.
Tras el lanzamiento de “Cosas del amor” (1998), ese galardón de los AMA no se le resistiría en una sana competencia en 1999 con Ricky Martin (con el que actualmente comparte gira por EE UU). Y solo unos meses después sucedería otro de los grandes saltos del músico en su carrera, tras participar en la BSO de la película “Wild Wild West” protagonizada por Will Smith con la canción “Bailamos”, la primera que grababa en inglés y su primer éxito auténticamente internacional, pues le proporcionó su primer número 1 en la principal lista americana.
Siguiendo esa estela publicó ese mismo año “Enrique”, un álbum pop con influencias latinas pero cantado en el idioma de Shakespeare que incluía temas como el citado “Bailamos”, “Rhythm Divine” y en el que se atrevería a cantar con la mismísima Whitney Houston (”Could I Have This Kiss Forever”) y a acometer una versión del “Sad Eyes” de Bruce Springsteen.
Iglesias se convirtió así junto a Shakira, Jennifer López, Ricky Martin o Shakira en uno de los primeros protagonistas de lo que se dio en llamar el primer “crossover”, es decir, el desembarco de estrellas del mundo latino en el panteón musical norteamericano para alcanzar los confines del mundo, muchos años antes del auge del reggaetón.
“Escape” (2002), con temas como “Hero”, consolidaron su posición en el mercado internacional y lo impulsaron a cosechar hitos constantes, como su participación en el intermedio musical de la SuperBowl del año 2000 junto a Christina Aguilera, Phil Collins y Toni Braxton o la Gaviota de Plata con la que se alzó en el Festival Internacional de Viña del Mar.
Papá Julio
Los recelos sobre su aptitud real para cantar (con episodios como el de la filtración de una supuesta grabación que recogía su voz real y sus desafinaciones constantes durante un concierto) no frenaban su camino y así siguió publicando trabajos como “7” (2003) e “Insomniac” (2007).
En “Euphoria” (2010), con la mitad de los temas en español y la otra mitad en inglés, y una amplitud de estilos que igual se acercaba al tono bachatero de Juan Luis Guerra con “Cuando me enamoro” que a las discotecas con “I Like It” junto a Pitbull, Iglesias volvió a lo más alto de las listas.
Lejos de perder empuje, “Sex And Love” (2014) contenía el mayor hitazo de su trayectoria, curiosamente uno de los pocos cortes escritos en español del disco, “Bailando”, cointerpretado y coescrito junto a los cubanos Gente de Zona.
Con aquel tema se convirtió en uno de los primeros artistas comerciales que tuvo el acierto de posar sus oídos en la hasta entonces marginalizada música urbana latina, despertando de nuevo el interés de todo el mundo por la música caribeña y anticipándose tres años al “Despacito” de Luis Fonsi.
¿Resultado? El tema, que cuenta hoy con 500 millones de reproducciones en Spotify, fue uno de los primeros en rebasar los mil millones de visitas en YouTube y en convertirse (momentáneamente) en la única canción en español entre los 10 vídeos más vistos en esa plataforma.
Iglesias no volvería a publicar más discos de estudio, limitándose desde entonces al lanzamiento de recopilatorios y sencillos como “Súbeme la radio”, que repetiría la fórmula de “Bailando” junto a uno de sus autores, Descemer Bueno, y se centraría especialmente en la familia que formó junto a la extenista Anna Kournikova, con tres niños nacidos de la relación.
Bajo el brazo, eso sí, una marca comercial apabullante para un músico nacido en Madrid integrado por más de 100 millones de copias según cifras de su discográfica, al menos dos decenas en EE.UU.
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