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Libros de saldo: un fenómeno impulsado por el afán de lectura y la malaria económica

Dejados de lado por no ser novedades o ya no figurar en los catálogos editoriales, muchos títulos aparecen como la primera opción a la hora de conseguir buena literatura a precio accesible

Libros de saldo: un fenómeno impulsado por el afán de lectura y la malaria económica

Las mesas de saldo, una opción para poder comprar libros/demian alday

16 de Junio de 2022 | 01:54
Edición impresa

En tiempos donde la inflación y los sueldos bajos generan que tanto el precio de la comida como el de la ropa anden por las nubes, comprar un libro sólo por el placer de la lectura parece casi un lujo de otra época. Pero no: como suele ocurrir cada vez que la malaria económica dice presente, los libros de saldo -esos que ya no son novedades, que tienen más de dos años de edición o que directamente fueron descatalogados- aparecen como la mejor opción a la hora de querer seguir consumiendo literatura y no fracasar en el intento.

Lo ocurrido en la última edición de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires es todo un ejemplo. Allí, los libros de saldo fueron el caballito de batalla de muchos stands que ofrecían sus ejemplares a precios que arrancaban en los 500 pesos o se vendían con fórmulas de 3 x 2. Incluso la feria del libro organizada semanas después en nuestra ciudad fue, lo pudo corroborar cualquiera que se haya dado una vuelta por el Pasaje Dardo Rocha, una feria sin grandes novedades literarias pero con muchos libros de saldo.

“Es una opción para que alguien pueda descubrir títulos clásicos a bajo costo -decía un editor que participó de la Feria del Libro en el predio de La Rural-. Pero claro: si lo que se busca son novedades o el último lanzamiento de tal o cual escritor, entonces los libros de saldo no son una opción”.

Como probablemente se sepa, el libro tiene un período de obsolescencia: ya sea la investigación periodística sobre el tema del momento o la novela de un narrador actual, el tiempo estimado suele rondar los dos años en algún sello y poco más en otro. Para las editoriales, mantener en depósito esos millares de ejemplares no vendidos es más costoso que rematarlos a un precio irrisorio o destruirlos ante la presencia de un escribano. Y ahí, como por arte de mercado, un libro que era “novedad” un día para a ser “de saldo” al otro.

Quienes motorizan este mercado son los llamados salderos, gente que compra y vende libros que ya no son novedades y que, como se dijo, para las editoriales mantenerlos en sus depósitos no tiene sentido, deshacerse tampoco porque implica una compleja situación legal y, por lo tanto, los venden como remates. Lo bueno de una feria como la de Buenos Aires -distinta a la de La Plata donde casi todo era saldo- es que toda esa diversidad de opciones, ediciones publicadas hace veinte años tal vez, se dan cita en un mismo espacio. Y para los públicos masivos que pasean sin brújula, esas ofertas son tan tentadoras como entretenidas: se trata de mirar, tocar, buscar y dejarse captar por la propuesta que anticipa el libro entre manos.

En La Plata, a fuerza de crisis económica, son muchas las librerías que incorporan mesas de saldo para intentar atraer clientes. En una, por caso, hay promociones de tres libros por 500 pesos. En este grupo hay libros sobre sociología, ciencia, teatro y diseño, entre otros. En caso de llevarse una sola unidad, cada uno sale 300 pesos.

De los autores nacionales se pueden conseguir Antología poética, de Alfonsina Storni, y El juguete rabioso, de Roberto Arlt, también por el mismo precio. Por lo general, estos libros cuestan entre 800 y 900 pesos en las librerías. Allí también hay libros por mil pesos, como La reaparición de Sherlock Holmes y El sabueso de los Baskerville junto con El valle del terror. Todos, de Arthur Conan Doyle.

Esas ofertas son las que más se llevan aprovechando la oportunidad del precio y, en el caso de las promociones, muchos comparten la promo para comprar en conjunto y dividir gastos.

“Mercado con público propio”

“Nosotros no trabajamos con saldos pero es evidente que se trata de un mercado que tiene público propio”, apuntan desde una librería céntrica de nuestra ciudad. Allí, con la última actualización de precios -siempre atada a la suba del papel-, un libro recién editado difícilmente baje de los 2.500 pesos, algo que se encuentra a años luz del universo de los salderos.

“Son cosas distintas -aclara la librera local-. Por eso está bueno la diversidad y que todos los públicos tengan su espacio: están los que buscan saldos pero también los que quieren las novedades del mercado editorial o, en el caso de las ferias, lo que se interesan por las ediciones independientes. Lo bueno de una feria como la de Buenos Aires es que los agrupa a todos y no deja a nadie afuera”.

Claro que, en el universo de los libros de saldo, lo que para muchos puede ser un beneficio para algunos puede ser una verdadera pesadilla, y en ese punto no hay que olvidarse de quienes escriben los libros. Para muchos autores, de hecho, el peor castigo a su libro no sería que termine calcinado por el lanzallamas de un bombero censor, como en Fahrenheit 451, sino que su destino final sea una económica y siempre accesible mesa de saldo.

Con el lema “Libros al alcance de todos”, otro grupo editorial suele ser ejemplo del fenómeno. Ya sea en su local tradicional como en los stand que destinó a la feria, allí aparecieron títulos juveniles, infantiles, ficciones, ensayos o libros de autoyuda con promociones que arrancaban desde los 350 pesos.

Dentro de este universo, se apunta, también debe incluirse a las siempre atractivas mesas con títulos de segunda selección, como los outlet de ropa, donde se agrupan aquellos ejemplares que se imprimieron con algún pequeño defecto pero que, pese a todo, bien pueden servir para una lectura.

“Lo bueno de la feria de Buenos Aires fue que sumó a salderos pero no dejó a nadie afuera”

 

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