Un triunfo que para el Pincha tuvo el sabor del reencuentro

Estudiantes se sacó la mufa. Con total justicia derrotó 3-1 a Barracas Central y le dijo chau a esa racha adversa de cuatro derrotas en cinco partidos y un encuentro ganado de los últimos ocho (incluso con la eliminación de la Copa Argentina). Volvió a ser ese equipo voraz, picante y goleador. Por eso no tuvo problemas en quedarse con el triunfo que tanto necesitaba.

La victoria, además, le permitió al Pincha recuperar tranquilidad en un momento clave del torneo, ya que empezaban a instalarse versiones y fantasmas, justo antes del partido de ida de los cuartos de final de la Copa Libertadores ante Atlético Paranaense y cuando empezaba a perder terreno en la tabla anual que lo clasificará (o no) a la próxima edición de las competencias internacionales.

En esa tabla, precisamente, anoche volvió a instalarse en zona de clasificación a la próxima Libertadores, desplazando a Gimnasia y a la espera de lo que suceda con River. Faltan 18 fechas y todavía va a correr muchísima agua debajo del puente, pero siempre será importante para el equipo estar en ese pelotón, máxime teniendo en cuenta que perdió el boleto de la Copa Argentina. Desde todo punto de vista el de anoche fue un partido de resurrección, de regreso, de conexión cuando la señal de wifi estaba con demasiadas intermitencias.

Desde el primer minuto quedó en evidencia que el plan de juego era otro. Con los “rapiditos” en cancha jugó de otra manera. No abusó tanto del pelotazo y en todo momento tuvo la calma que necesitó para ir maniatando a su rival.

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Empezó con Benjamín Rollheiser por izquierda y Pablo Piatti como mediapunta, pero los dos fueron rotando todo el tiempo y hasta por momentos fueron un doble enganche que le hizo muy bien al equipo. Ellos, justamente los que estaban afuera y los hinchas reclamaban por su presencia, le dieron una impronta diferente.

A ellos se les acoplaron muy bien otros jugadores, como Fernando Zuqui, Leandro Díaz y Manuel Castro. No hubo tanto vértigo por las bandas ni esa desesperación por la cabeza del delantero. Estudiantes tuvo momentos de muy buen fútbol para ir arrinconando a un rival que en el primer tiempo tuvo como aliado su enorme corazón para marcar y las licencias que le dio el árbitro Pablo Echavarría.

Rollheiser y Piatti llegaron para quedarse en el equipo. Buena noticia para el DT

El primer gol llegó a los 10 minutos y lo inició Zuqui en la mitad de cancha. Metió un pase cruzado de 25 metros para que Castro la bajase de cabeza a Leo Godoy, que ensayó un centro al medio del área, por donde apareció el Loco Díaz para romperle el arco a Maxi Gagliardo y poner el 1-0. Parecía que la noche iba a ser sencilla.

El sabor del reencuentro. Estudiantes volvió a ganar en la liga con momento de buen fútbol / Demian Alday

Pero todo lo bueno que mostró el Pincha de mitad de cancha para adelante lo sufrió en defensa. Las ausencias de Agustín Rogel y Fabián Noguera volvieron a ser palpables. Más allá que no cometió tantos errores como el domingo contra Tigre, volvió a fallar en anticipos, retrocesos y pelotazos frontales. Una de esas desatenciones lo tuvo a Luciano Lollo, que cometió una infracción innecesaria en el vértice del área grande para que Iván Tapia se luciera con un soberbio tiro libre que, a los 20 minutos, fue el empate. Un calco al que el Pulga Rodríguez le hizo a Mariano Andújar en ese mismo arco con la camiseta de Colón.

El golpe duró un ratito, pero otra vez Estudiantes fue en búsqueda del gol del triunfo. Siempre con la receta del juego corto y por el piso, con muchas subidas de sus laterales y la movilidad de Piatti y Rollheiser, quienes más adelante serían la punta de la lanza.

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Se lo sacó Gagliardo a Díaz y el propio Loco lo tuvo de cabeza. En determinado momento hasta lo arrinconó y lo obligó a recurrir al maletín de las mañas para que el tiempo pasara y el fuego ofensivo albirrojo se apagara un poco. Barracas aguantó como pudo el empate parcial y al menos se pudo ir al vestuario con ese 1-1 que poco tenía de justicia pero que estaba claro iba a ser difícil que soportarse mucho tiempo más.

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En la parte final Estudiantes salió decidido a ganarlo. Y el 2-1 llegó de la manera menos pensada: de contragolpe. La llevó Rollheiser, unos 10 metros, enganchó para el medio y se perfiló para sacar un zurdazo fuerte y preciso que superó el esfuerzo del arquero. Un golazo que dejó la sensación que iba a ser muy difícil que otra vez se lo pudieran empatar, pese a que recién se llevaban jugados 7 minutos.

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Y fue así nomás. El local siguió con su intensidad y juego asociado. No le dio ni la chance a su rival de acercarse hasta el arco de Andújar. A diferencia de lo sucedido contra Central Córdoba apretó los dientes y fue al frente para marcar otro gol que le diera tranquilidad.

Castro lo tuvo a los 12, a los 22 Rollheiser se lo perdió por el segundo palo y a los 26 Piatti probó casi desde mitad de cancha aprovechando el adelantamiento del arquero. El propio mediapunta liquidó el partido a los 37 minutos, tras una asistencia de Díaz y el resbalón de un central. Entonces encaró y le pegó de derecha al palo izquierdo de Gagliardo, que no logró tapar. Gol de Plumero, para limpiar el mueble que se empezaba a llenar de polvillo y suciedad.

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Estudiantes recuperó la mentalidad ganadora y, lo más importante, ese juego intenso y asociado que en el torneo pasado le había dado tantas alegrías. Ganó con autoridad y se puso de pie otra vez en la Liga Profesional. Ganó con otro juego, más acorde a los jugadores que tiene y en el momento justo. Pasó el Plumero para refrescar ideas y mostrar que todavía está de pie.

EL COMENTARIO FINAL DESDE UNO - MARTÍN CABRERA / FERNANDO ALEGRE