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La Ciudad |Un fenómeno de los últimos años

Los vinilos son un furor en La Plata que seduce a todas las edades

Las ferias que se realizan en la Ciudad convocan a vendedores y coleccionistas. Resurgió la pasión por el disco físico. Y no son pocos los que compran material importado como inversión. Equipos, fetiche y purismo en el sonido

Los vinilos son un furor en La Plata que seduce a todas las edades
Alejandra Castillo

Alejandra Castillo
acastillo@eldia.com

5 de Noviembre de 2023 | 02:57
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En febrero de 1878 Thomas Edison patentó un aparato increíble para la época: el fonógrafo, un sistema de grabación analógica que transformaba las ondas sonoras en vibraciones mecánicas, que movían un estilete y éste grababa un surco sobre un cilindro. Para reproducir lo grabado se invertía el proceso, con una aguja conectada a un amplificador. Una década más tarde apareció el gramófono de Emile Berliner, capaz de grabar y reproducir sonido sobre un disco plano. Y recién en 1948 surgieron los primeros discos fabricados con vinilo, un material que mejoraba sensiblemente la fragilidad de los anteriores y el tiempo de grabación, que pasó de 4 minutos, a 45.

La importancia del vinilo en la industria y el mercado discográfico parecía infranqueable, hasta que la irrupción del disco compacto -o CD- a comienzos de los años 80, sacudió su estabilidad hasta volverlo casi invisible. Pero no del todo, ni para todos. En 2010 las ventas de vinilos superaron a las de los formatos electrónicos y hoy, en los tiempos del streaming y plataformas que nos dan acceso a la discografía completa de cualquier banda por menos de lo que vale medio kilo de yerba, los discos viven su primavera propia. En La Plata, por ejemplo, todos los meses hay ferias que convocan a fanáticos de los vinilos, para comprar, intercambiar, encontrarse y escuchar algún DJ.

INCLUSO ES UNA INVERSIÓN

Encima, no son pocos los que los consideran una moneda de ahorro en tiempos de fuerte volatilidad: “Algunos de mis clientes compran para invertir”, cuenta Ricardo Gramaje, responsable de una tienda virtual de música funk, soul, disco y rare grooves, aludiendo a “discos importados que se cotizan”. De este modo, dice, “los usan, los disfrutan y, si por ahí les pinta la necesidad, los venden, porque en línea general no pierden su valor. Si los cuidás, son un bien de capital”.

En paralelo, hay un boom de ventas de bandejas y tocadiscos nuevos o usados, y de personas que buscan cómo reparar esos viejos equipos que no parecían tener otro destino que la calle o una compraventa. Todo, por una magia que parece que más viva que nunca.

La pasión que siente José Bueno (50) por la música y por los aparatos que nos dejan disfrutarla se remonta a su infancia, al combinado de la casa de su abuelo, a esa curiosidad que lo impulsaba a espiar por “los agujeros del amplificador para ver tubos y válvulas”, que a él se le representaban, dice, como “una ciudad del futuro en miniatura”. Enganchado con la mística de esa época y convencido por su esposa Yamila, el 15 de abril de 2022 decidió abrir el Museo del Radio Combinado, en la calle Nueva York, en Berisso.

LA ENORME PASIÓN POR EL SONIDO

Bueno se define como “herrero; electricista por herencia, apego y oficio; y autodidacta en la fabricación de bafles”, pero, en el fondo, es un profundo enamorado del sonido: “Tuve la suerte de que mi viejo escuchara jazz, tango, y música clásica”, cuenta, convencido de que, sin importar cuántos años pasen, nunca dejará de asombrarlo eso de poder “enchufar un aparato y que salga la magia”. ¿Cómo conecta esto con la iniciativa que reúne varios miles de discos y más de 200 equipos?

Según Bueno, fue posible porque él es “de juntar cosas y meter mano en equipos viejos o rotos desde chico”, aunque el propósito no es simplemente mostrar objetos antiguos, sino “representar la historia del origen de la electricidad y la radio hasta las décadas de los ‘60 y ‘70”. Pretende, en definitiva, “dejar detenido el tiempo en un gran living de la época dorada de la electrónica nacional”, cuando “se podían comprar cosas de primera línea y en todos los barrios había audiotécnicos que también fabricaban cosas sin marcas”.

Las visitas al Museo de la calle 2 entre 168 y 169, de Berisso, se coordinan por Instagram, ya que no tiene un horario fijo, pero sí ha marcado presencia en las celebraciones de esa ciudad o de la calle Nueva York. Sede también de mini festivales que convocan a artistas, quienes lo visitan pueden escuchar música en los equipos que se exhiben, ya que “todo funciona”, asegura su mentor.

“Yo trato de empujar a todo el mundo a mi mundo -destaca Bueno-, les hago escuchar algunas cosas o les enseño a los chicos a poner un disco, pero la curiosidad tiene que nacer del otro”. El usa todos los formatos, pero está convencido de que el tipo de reproducción de un disco “es mucho más fiel que la de un CD y es incopiable”, como también confía en que la buena música se las arregla para viajar a través de los tiempos. Eso fue lo que le permitió a su hija adolescente conocer y enamorarse de Soda Stéreo sin que él se enterara. Eso sí, apenas lo supo, le regaló el vinilo.

Otro que comparte con su hija la pasión por los discos es Juan Cruz Benítez (29), aunque Almendra, recién nacida, no esté todavía al tanto de ello. “Investigador autodidacta”, como se define, arrancó desde chico a coleccionar música en CD’s, por ser el formato que conocía, hasta que quien es hoy su compañera de vida le regaló su primer vinilo, Humanz, de Gorillaz, y “me volví loco”, confiesa.

“NO PODÍA CREER LO QUE ME ESTABA PERDIENDO”

“Al descubrir ese sonido no podía creer todo lo que me estaba perdiendo”. Ella también le regaló a Juan Cruz su primera bandeja y lo puso en contacto con la colección de discos de su padre, quien a fines de los años 80 tenía un bar en el que pasaban música con vinilo.

Benítez arrancó así a ampliar su colección. En vinilo busca, sobre todo, los “maxi” que se usaban para presentar un tema en distintas versiones, aunque considera que la clave, en la música, “es estar abierto a todo, porque si no siento que me estoy perdiendo de algo”.

Hasta hace algunas semanas Juan Cruz tenía un trabajo “formal”, pero lo dejó para dedicarse full time a su disquería virtual, a la venta de material en ferias o festivales -algunos de las cuales él mismo organiza- y a la puesta a punto de un local que en los próximos días abrirá en pleno centro de la Ciudad.

“En La Plata tenemos un circuito bastante lindo y un trato copado entre los distintos feriantes”, dice, a punto tal que tratan de organizar un evento al mes y uno de mayor importancia cada 90 días en Meridiano V, con la participación de disquerías de CABA y de distintas localidades de la Provincia, que vienen a intercambiar discos y conocer material nuevo.

“Tiene algo de mercado turco”, describe Juan Cruz, porque en esos encuentros “hay venta, compra y canje de todos los formatos de la música. También invitamos a DJ’s a pasar música con vinilo”.

“Es el único formato que desde que salió no tuvo interrupción, más allá del declive en los ’90; se mantiene y siempre se renueva”, asegura Benítez, ola que también alcanza a los equipos de audio que reproducen vinilos, con una evolución que logró mejorar la potencia y fidelidad con tecnología de punta.

Sin embargo, el furor por los discos no se limita a un purismo en el sonido. “Como en todo lo de culto, hay un fetiche y se volvió objeto de deseo”, dice Juan Cruz, que encuentra una conexión entre este furor y lo efímero de la época: “El disco es material, lo tenés, lo tocás, es tuyo”.

Benítez considera a Spotify una herramienta excelente para explorar música desconocida. Y, a la hora de ampliar la colección para uso propio o venta, contacta a sus colegas locales, a disquerías porteñas o bucea en la comunidad de las redes sociales, donde también rige la lógica del intercambio de figuritas.

“Es un mercado amplio y dinámico, si no tenés plata, tenés discos”, describe. Entre muchas otras cosas, en sus “bateas” siempre hay música “infaltable y de salida rápida”, como son los clásicos de todos los tiempos: Bob Marley, Pink Floyd, Beatles y Rolling Stones.

EL “REPARADOR DE TODO”

Edgardo Casanovas (57) dice “reparar de todo”. Quizás sea por eso que cada vez son más las personas que llegan a su taller con “tocadiscos que les regaló una tía o que estaba en la casa de su abuelo”, aunque, en general, “esos aparatos viejos no tienen arreglo por falta de repuestos, porque ya no hay nadie que las fabrique”.

Con las bandejas pasa otra cosa: “Todo lo que es de la década del 80 y de origen japonés se suele conseguir” por las plataformas de venta virtual, “aunque ahora no tanto”, refiere Edgardo, por la cuestión del dólar. No obstante, mucho de lo que no se puede comprar tiene arreglo con ingenio, como la tapa de acrílico o la alfombrita de goma que va sobre el plato. Como sea, Casanovas está seguro de que reparar un equipo es mucho más conveniente que comprar uno nuevo. “Los precios son un delirio. Y por 150 mil pesos se consiguen bandejas japonesas de los 80 funcionando correctamente, que te las venden particulares por internet”.

De cualquier modo, aclara, “si lo que se quiere es disfrutar de escuchar vinilos, hay que hacer una inversión importante, entre bandeja, amplificador y bafles. Si no, están los tocadiscos modernos, con bluetooth y firuletes, pero bastante fuleros y con mal sonido”.

Distinta es la situación con los reproductores de CD y cassettes, que ya no se fabrican ni tienen repuesto, lo que explicaría también el derrumbe estrepitoso y definitivo de esos formatos.

Apasionado de los discos, Casanovas los escuchaba desde chico en un combinado que había en su casa: “Eran cajones gigantes que tenían un tocadiscos y la radio; como un centro musical, pero 10 veces más grande y con una terrible caja de resonancia”. Su papá tenía discos de pasta, “que se rompen como un vidrio y requieren de una púa especial” para poder reproducirlos, y él atesora “unos 800 vinilos”.

Aunque no se cierra a otros formatos, incluido el digital, considera que lo más lindo de los discos es escucharlos con buena calidad de sonido, después de cumplir con el ritual: “Sacarlo del sobre, mirarlo, pasarle un paño o cepillito, apoyarlo en el plato y ponerle el bracito; encima, tenés las fotos y las letras de las canciones”.

Juan Jorge (43) comenzó a coleccionar discos en el año 1998, cuando se instaló en La Plata para estudiar y descubrió que muchas de las bandas que escuchaba, de música under, punk y hardcore, “grababan en vinilo”. Al mismo tiempo, empezó a vender material entre sus conocidos y hoy, con su compañera Sofía Renzi (32), tienen una colección propia de unos 6.000 discos y alrededor de 4.000 más para la venta, “en un 95% de época, pero en excelente estado”. Conviven en esas bateas todos los géneros, con preponderancia del rock nacional, música brasileña, jazz, música disco y electrónica.

La pareja escucha en todos los formatos, aunque Juan prefiere el disco y Sofía el streaming. “El soporte del vinilo tiene una capacidad de reproducción y un rango dinámico en el audio que no tiene el sonido digital, que está muchísimo más comprimido y preparado para que con muy poco peso se pueda mover en la red sin ningún tipo de problema. El sonido del disco es más parecido a las condiciones en las que se grabó”.

Más allá de la moda, aclara Juan que los discos “nunca se dejaron de escuchar. Lo que ayuda es que se está reeditando mucho material, se vuelven a ver en todos lados y hay una gran cantidad de pibes y pibas que tienen un gran fetiche con el objeto y con lo coleccionable de los artistas”, muchos de los cuales producen ediciones diferentes (vinilos de distintos colores, por ejemplo). Y su público se desvive por comprar todas.

Juan es periodista, Sofía diseñadora y ambos viven de la venta de discos, en ferias, en su casa y en plataformas digitales, incluso en el exterior, lo que les permitió observar que el público se fue ampliando en los últimos años, hasta incluir a adolescentes que concurren a las ferias con sus padres.

“Hay un cierto hartazgo de los jóvenes de entre 20 y 40 años del formato digital y reapareció el vinilo porque te ofrece otra experiencia de escucha, te permite tener la tapa, contratapa y el sobre con fotos, letras, imágenes y es un fetiche que se disfruta de otra manera”, reflexiona Gramaje.

Todos los feriantes aseguran que “se vende muy bien”, a pesar de la crisis, y no solamente los discos más baratos, que rondan los 2000 pesos: algunos valen hasta 25.000 pesos y se ofrecen box set, o cojas con varios vinilos, por unos 35 mil pesos. “Es un mercado y está de moda”, cierra Ricardo.

Números
El año pasado, los vinilos superaron en unidades a los discos compactos en Estados Unidos por primera vez desde 1987. Además, los ingresos por la venta aumentaron un cuatro por ciento hasta alcanzar los 1.700 millones de dólares, según el último informe de la Recording Industry Association of America

 

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José bueno y su esposa, Yamila, en el museo que montaron / D. Alday

Juan Jorge y Sofía Renzi. Coleccionan y viven de la compraventa de vinilos

Juan Cruz Benítez. En la feria del último jueves, con su hijita Almendra

Edgardo Casanovas Repara todo tipo de bandejas

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