Infecciones de transmisión sexual: un repunte inquietante que plantea nuevos desafíos

Tras varios años de paulatino descenso en los contagios, las enfermedades o infecciones de transmisión sexual (antes ETS, ahora llamadas con mayor asiduidad ITS) vuelven a ser motivo de preocupación debido a un repunte en su incidencia que empieza a ser reflejado por las estadísticas oficiales y amenaza con convertirse, en el mediano plazo, en un mayúsculo dolor de cabeza para las autoridades sanitarias y aquellas que tienen bajo su responsabilidad la educación y concientización ciudadana.

La tendencia es internacional (unos 200 mil nuevos casos diarios sólo en nuestro continente, de acuerdo con la Organización Panamericana de la Salud)-, y tiene su correlato en el país. La mecánica de este indeseado resurgimiento está clara, y en un porcentaje abrumador -también verificado por los registros oficiales- tiene que ver con la práctica del sexo sin preservativo. Por caso, en el más reciente Boletín de Respuesta al VIH y las ITS en la Argentina, del ministerio de Salud nacional, se consigna que el 98% de los nuevos casos de VIH en Argentina son resultado de relaciones sexuales sin protección.

Durante la semana que pasó tuvo lugar el Día Internacional del Condón, conocido en nuestro medio como preservativo, y en el dialecto de la cotidianeidad como “forro”. A pesar de tener un altísimo cociente de protección frente al VIH y otras infecciones de transmisión sexual, y a ser el método más sencillo, eficaz y barato para prevenir los embarazos no deseados, la mayoría de los argentinos es reticente a utilizarlo en todos sus encuentros íntimos.

“A lo largo de 2020, sólo el 3 por ciento de los adolescentes y el 10 por ciento de los jóvenes los utilizó siempre; en 2021, su uso fue del 5% y del 13% en esos mismos grupos” advierte Natalia Haag, directora de Testeo y Prevención de VIH de la ONG AIDS Healthcare Foundation (AHF) Argentina–: “pero el problema no sólo se da en los grupos de menor edad. Entre los mayores de 55, apenas el 17 por ciento usa siempre el preservativo, lo que explica un aumento de las nuevas infecciones por VIH a partir de la quinta década de la vida, y los diagnósticos en edades avanzadas. Además, a esa edad no hay preocupación por prevenir un embarazo no deseado, porque las mujeres están en menopausia”.

Desde la AHF, que brinda asesoramiento y servicios médicos a más de un millón y medio de personas en medio centenar de países, se hace hincapié en que el uso del preservativo puede ayudar a las personas a mantenerse sanas y evitar más de veinte infecciones sexualmente transmisibles (VIH, sífilis, herpes, gonorrea, clamidia, molusco, hepatitis A, B y C, virus del papiloma humano y otras). Sin embargo, lo que se percibe, y empiezan a reflejar los guarismos sanitarios, es una distensión en las conductas preventivas y una relajación de las medidas de profilaxis.

DESIDIA VERSUS CONCIENCIA

Este fenómeno tiene, para la mayoría de los analistas, múltiples causas. Entran a tallar factores como el creciente éxito de las aplicaciones para conseguir citas con desconocidos, o casi; una menor preocupación acerca de los riesgos de contraer ETS; la escasez de testeos más o menos rutinarios de detección de estas patologías -que pueden pasar inadvertidas por mucho tiempo-; mitos y prejuicios, como el de que los condones restan placer; los éxitos en el tratamiento del SIDA, antes el gran “cuco” del sexo descuidado; e incluso, en países como el nuestro, un ribete económico, con el impacto de la inflación en el precio de los preservativos.

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“Eliminar el VIH y otras ITS por completo sería posible si todas las personas utilizaran preservativo en todas sus relaciones sexuales, pero aún hay problemas de accesibilidad por motivos económicos”, destaca AHF. En nuestra ciudad, una caja de tres unidades se consigue a partir de unos $1.500, en un rango de precios que puede alcanzar los $ 5.000 dependiendo de la marca.

“Para los jóvenes, la preocupación es evitar embarazos; las enfermedades quedan en segundo plano”

“Las ITS son una epidemia; así lo han reconocido las autoridades sanitarias, no sólo de nuestro país, sino en el mundo, donde según la Organización Mundial de la Salud hay 400 millones de personas con alguna de las cuatro principales: clamidia, gonorrea, sífilis y tricomoniasis”, observa Omar Fernández, docente y referente distrital en Educación Sexual Integral de la Región VII bonaerense: “Sin embargo, en las escuelas, en el mano a mano con los jóvenes, y en las encuestas anónimas que realizamos, su principal preocupación es evitar embarazos no deseados; las enfermedades quedan en segundo plano”.

Fernández, quien fue director de escuela y se desempeña en la facultad de Psicología de la UBA, como parte del equipo a cargo de la cátedra sobre “Problemas Bioéticos en Educación Sexual Integral”, considera que “lo económico es un dato que influye en todos los campos, pero acá no es el principal, sino cierto relajamiento; el foco está puesto en que la chica no quede embarazada, y en todo caso, si te toca lo otro, o lo trasmitís, es ‘curable’. Existe cierto pensamiento egoísta, en algún punto; es necesario transmitir valores que tienen que ver con el cuidado de mi persona, pero también el de la persona que está conmigo”.

“Para que la ESI funcione tiene que haber una alianza entre familia y escuela” sentencia el profesional: “Y también hay que animarse a hablar del tema, mejorar la capacitación y formar docentes, porque hay cuestionamientos medievales a que esto se vea en los colegios -por ejemplo, yo no voy a predicar cómo se deben autopercibir los chicos ni nada de eso-, pero también se deben reconocer errores; y la verdad, no es necesario un súper experto para hacerlo bien, pero he estado en clases de ESI que no daban la talla y es un tema demasiado relevante como para que eso pase”.

“El año pasado, en un instituto de formación docente, de 300 anotados en este tema, en un curso que además otorgaba puntaje, sólo terminaron 200, la amplísima mayoría mujeres; y en la UBA, tras varios ciclos de la cátedra, los completaron apenas tres varones entre decenas de mujeres. En la secundaria, también son mucho más participativas e inquisitivas las chicas; ahí hay otro dato llamativo” concluye Fernández.

No existen las soluciones mágicas. En la propia Organización Mundial de la Salud admiten que “a pesar de los considerables esfuerzos realizados para identificar intervenciones simples que puedan reducir las conductas sexuales de riesgo, continúa siendo difícil lograr cambios de comportamiento al respecto”. Y agregan que “la información, la educación y el asesoramiento pueden mejorar la capacidad para reconocer los síntomas de las ITS, pero lamentablemente, las carencias de conocimientos de la población, la falta de formación del personal de salud y la arraigada estigmatización generalizada en torno a estas patologías siguen dificultando un uso mayor y más eficaz de estas intervenciones”.

“El diagnóstico de una ITS suele calar muy hondo en la autoestima de las personas, más que nada de mujeres. Y también en la confianza de la eventual pareja, porque muchas veces se ha contraído esa infección de otro cuerpo y esto pone en jaque la ‘exclusividad sexual’ pactada” desarrolla la sexóloga Analía Pereyra: “en ocasiones, suele quedar el miedo a volver a contraer algo así, y por ello las mujeres no quieren volver a encontrarse sexualmente con alguien; algunas sienten dolor en esos encuentros, y esto les hace no querer volver a tenerlos. Otras personas suelen pensar que se les va a notar y les da mucha vergüenza, lo cual está muy asociado a la estigmatización de ser ‘portador/a de una ITS’”.

La profesional añade que “en algunas parejas, suele ser muy complicado el retorno de los encuentros sexuales cuando la ITS fue traída por uno de los integrantes que mantuvo un encuentro no cuidado por fuera de la pareja. En este caso hay que recurrir a una terapia sexológica para retomar la confianza y el disfrute. La realidad es que muchas personas no saben cómo retomar esas relaciones íntimas, más si sienten dolor o molestia; es necesaria la consulta interdisciplinaria (ginecología y sexología) porque de este modo se ayuda a las personas a conectar nuevamente con su erótica, con sus sensaciones placenteras, e ir de a poco confiando otra vez en la posibilidad del disfrute”.

jóvenes... y no tanto

De acuerdo con un informe confeccionado por el ministerio de Salud de la Nación y UNICEF, las franjas etarias más jóvenes, entre los 15 y 24 años, “presentan los valores más altos y los mayores crecimientos tanto en notificación como en positividad para ITS, excepto en el caso del VIH, donde las edades son más elevadas”. Y es un llamado de atención lo que pasa con la sífilis: ese grupo concentra el 44 por ciento de los casos totales.

Natalia Haag, de AHF, cree que es crucial promover y extender las campañas públicas de prevención, “que no se realizan hace años”, y que “se dé continuidad a la gratuidad y accesibilidad de los preservativos. Es importante asimismo concientizar acerca del uso correcto, e informar de la existencia de otro tipo de preservativos, como el interno o vaginal, o el campo de látex para todo tipo de prácticas”.

En la ONG acotan que “se pone en foco a la juventud, pero no hay que olvidar que luego de los 50 también somos sexualmente activos. Sin embargo, en las encuestas anónimas que realizamos, casi el 40 por ciento de quienes superan esa edad no quiso responder si usa o no preservativo. Existe la idea equivocada de que sólo están en riesgo los más jóvenes”.

En ese sentido, el boletín oficial de Respuesta al VIH e ITS difundido en diciembre de 2023 vuelve a arrojar luz. Indica que en 2020 (primer año de pandemia) la tasa de los nuevos diagnósticos de VIH, entre varones de 55 a 64 años, fue de 7 en 100 mil; en 2021 creció a 12,8, y en 2022 a 14. Entre las mujeres, el número pasó de 3,3 a 5,9. Y un 13% del total desconoce estar afectado. “Los mayores vivieron más de cerca el inicio del VIH, pero para muchos de ellos sigue siendo un tema tabú” revela Haag: “en el país tenemos gran cantidad de diagnósticos tardíos, gente que vive hace años con VIH y no lo sabe, con sistemas inmunes debilitados”.

La OMS pone de relieve que “las ITS son con frecuencia asintomáticas, y cuando generan síntomas, pueden ser inespecíficos. A menudo, no se diagnostican”. Se trata de una preocupación global; en los EEUU, los casos de sífilis detectados alcanzaron su número más alto en tres cuartos de siglo, y aumentaron un 68% desde 2018, pero se cree que otros tantos portadores lo desconocen. Omar Fernández entiende que “hay que promover esquemas de testeo y detección temprana; muchas ITS, cuando sus síntomas se hacen evidentes, el organismo ya está muy comprometido. Si educo bien, estoy descomprimiendo el sistema de salud”.