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La Ciudad |El Monasterio santa Clara está en pleno centro

En Villa Elisa, monjas de clausura y del buen clima

Pertenecen a la orden franciscana. Fieles a los principios que profesan, viven de su trabajo: bordan y venden mermelada

En Villa Elisa, monjas de clausura y del buen clima

Las clarisas Capuchinas viven en clausura / Gonzalo Calvelo

23 de Marzo de 2025 | 05:06
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A las “Hermanas Clarisas Capuchinas”, se las ve poco pero de ellas se habla bastante en Villa Elisa. Son monjas de clausura franciscanas, que hace más de 60 años se radicaron en el centro de la localidad y su cotidianidad con la oración sólo se altera con el trabajo que les garantiza recursos para subsistir o con una particular ofrenda de sus vecinos: dejan huevos en la puerta para que su patrona interceda y haya buen clima.

Pertenecen a la orden religiosa de Santa Clara y San Francisco de Asís y son la única referencia de ésta congregación en el país. El convento local está desde 1959 en la manzana que forman las calles 48, 49, 7 y 8.

Hoy, la comunidad está integrada por ocho monjas: María Inés, Mirtha, Isabel, Marga, María Francisca, María Benita, Rosa María y María Paulina. Dos argentinas y una que llegó de Bolivia tienen entre 25 y 50 años de vida consagrada. Las cinco restantes llegaron en los últimos seis años desde Perú.

Siguen la Regla de Santa Clara, que enfatiza en la vida de oración, silencio, clausura y pobreza. Además, el sustento es alcanzado gracias al trabajo cotidiano. Por eso, cocinan galletas y elaboran mermeladas caseras, que los vecinos y vecinas de la comunidad se acercan a comprar después de la misa de las 8.30, hasta las 13. Por la tarde, abren a las 16, de lunes a sábados.

También bordan y se dedican a la costura de ornamentos litúrgicos. “Es nuestro ingreso más fuerte”, explicó la hermana Mirtha, al señalar el trabajo que realizan y exponen en un pequeño espacio del convento, en el cual reciben a los visitantes.

A la vez, trabajan en su propia huerta con cultivos de zapallo, tomate platense y cherry, morrón, espinaca, acelga, lechuga, plantas aromáticas, zanahoria, cebolla y pepinos, que “humildemente está queriendo arrancar”, contó Mirtha entre risas.

Además, en el extenso terreno cuentan con árboles de todo tipo: naranja, mora, nuez, almendra, castaño, higo, uva, caqui, banano, higos y paltas, con los que suelen preparar el dulce casero que tienen a la venta.

“Vivimos de la providencia. Dios nos sostiene materialmente y la calidad de los hermanos que nos ayudan con víveres o con algún aporte económico, pero siempre es providencia”, indicó Isabel, al brindar detalles del modo de vida que llevan en el convento.

Su día comienza a las cinco de la mañana y finaliza después de las 20, donde la oración ocupa gran parte de su jornada. Si bien cada una tiene su oficio y su tarea designada, en los quehaceres diarios no falta el compañerismo.

Como parte de la rutina “a las 11 tenemos el trabajo monástico y el bordado siempre se realizan en clima de silencio, salvo cuando hay alguna fiesta particular. Ahí, hacemos el trabajo escuchando música o charlamos de alguna prédica que leímos”, contó Inés.

El mundo exterior, lejos

Si bien llevan una vida alejada del mundo exterior, esta norma con el tiempo sufrió cambios y tienen permitido salir a la calle en situaciones excepcionales como realizar alguna compra, ir a la farmacia, al médico o para cortar el pasto en el perímetro del monasterio. Es grande y no tienen forma de pagar por el servicio.

“Como decía Santa Clara, las hermanas pueden salir por una causa razonable y lógica, a la luz de la vocación. Esto lo actualizamos porque hoy como está la situación hay que salir a buscar cosas económicas, ver precios, porque somos pobres y tenemos que cuidar nuestros ingresos”, dijo Mirtha. Para elaborar los ornamentos, a veces viajan a la capital federal para comprar al por mayor y ahorrar en el presupuesto.

Lo mismo sucede en el caso de necesitar atención médica. Al respecto, Isabel sostuvo que “como no tenemos seguro ni cobertura médica vamos al hospital en micro o recurrimos a algún médico amigo o vecino que siempre nos socorre ante alguna urgencia”.

El contacto con la comunidad local se consolidó con el paso del tiempo. Más allá de la ayuda que brindan a quien lo necesita “para nosotras Villa Elisa es una gran familia, porque afuera tenemos esos brazos de amor que siempre nos están ayudando”, indicó Isabel.

Esa comunión se ve plasmada en los feligreses y devotos que diariamente acuden al convento y dejan una ofrenda de huevos para que las hermanas a través de la oración intercedan ante Santa Clara, patrona del buen tiempo, y les conceda un clima agradable frente a una fecha especial, como el caso de las novias en su día de casamiento.

 

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Las clarisas Capuchinas viven en clausura / Gonzalo Calvelo

Se encargan de todas las tareas y salen a cortar el pasto / El Dia

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