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Jorge Colina
eleconomista.comar
La pobreza en el primer semestre del 2025 es de 32% de la población. La noticia es buena porque el año pasado fue de 53% en el primer semestre y 38% en el segundo. O sea que viene bajando. La mala noticia viene cuando uno mira atrás.
Si uno se remonta al año 2017, antes que se desencadene la crisis cambiaria que todavía golpea, recordará que la pobreza era del 27%. El dato es que en la primera mitad del 2025, el PBI alcanzó igual nivel que el PBI del 2017. Claro, pero la pobreza en el 2025 es de 32%. O sea, mismo PBI con más pobreza. ¿Qué pasó?
Se multiplicaron las bocas para la misma cantidad de panes (PBI). Así hay más bocas que se quedan sin panes lo que se manifiesta en mayor tasa de pobreza.
En el 2017 había 44 millones de bocas que, a 27% de pobreza, hacían 12 millones de pobres. En el 2025 hay 47 millones de bocas que, si la pobreza se hubiera mantenido en 27%, las bocas sin panes (pobreza) habrían aumentado a 13 millones. Pero con la pobreza en 32% las bocas sin panes suben en 2 millones más, haciendo 15 millones de pobres. Implica que aumentó la desigualdad.
La culpa del aumento de la desigualdad la tiene la inflación. Cuando es rampante, como lo fue en 2018 -2019 y 2022 -2023, la gente con plata tiene múltiples herramientas para defenderse. Compran activos reales, financieros, dólares, etc. que suben con la inflación. A veces hasta suben más que la inflación. La gente que solo tiene plata para llegar a fin de mes, o que no llega a fin de mes, no tiene forma de protegerse contra la inflación. Estos, con la inflación, se quedan sin panes. Aumenta la pobreza.
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Luego, la inflación pasa. Como en el 2025. Muchos de los que dejaron de llegar a fin de mes con la inflación, vuelven a llegar a fin de mes sin inflación. Pero otros ya quedan sin llegar a fin de mes aun cuando la inflación pasó. Porque la inflación hizo perder buenos empleos, activos que estas familias tenían o las dejaron sobreendeudadas. Estas son las familias que engrosan la pobreza aun cuando el PBI vuelve al nivel anterior a la estampida inflacionaria (2017). En otras palabras, con alta inflación mucha gente se quedó sin panes y cuando baja la inflación hay que gente que no recupera los panes.
Moraleja: no hay que joder con la inflación. Es como el fuego. Una vez que se suelta, no se lo puede agarrar y, cuando finalmente se lo logra apagar, deja terrenos yermos.
Los argentinos son muy tolerantes a la inflación. Posiblemente porque les cae simpático que los sindicalistas les anuncien que negociaron aumentos de salarios de convenios de 2 dígitos o caen en la falacia populista de creer que el aumento de gasto público sin respaldo aumenta el consumo popular. Luego viene la aceleración inflacionaria y se lleva puesto todo, los salarios reales y el consumo popular.
Obvio, a la aceleración inflacionaria le siguen políticas para bajar la inflación. Políticas que son bastante antipopulares. Por eso al principio se toleran porque el dolor de la enfermedad (inflación) es mayor que el dolor del remedio (ajuste). Pero una vez que la enfermedad recede (la inflación baja), el sabor amargo del remedio (ajuste) empieza a hacer sufrir más. Y viene la tentación de echarle la culpa de los resabios (pobreza) que deja la enfermedad (inflación) al remedio (ajuste).
Igual, pasada -al menos por ahora- la enfermedad (inflación), hay que sofisticar el remedio. Dólar bajo con tasas de interés altas es un remedio con alta iatrogenia (efecto adverso del remedio). Lo recomendable es un dólar que mantenga equilibrada la balanza de pagos, sin contar la entrada de capitales especulativos, y una tasa de interés real positiva que mantenga equilibrado el sistema financiero con ahorristas ahorrando en pesos y consumidores y productores tomando créditos en pesos.
Esto va a generar un clima cambiario y financiero propicio para invertir y exportar. Aquí deben entrar en el tratamiento las reformas estructurales.
El ordenamiento tributario que no necesariamente baje la presión impositiva pero sí reemplace los impuestos distorsivos (ingresos brutos, tasas municipales, cheque, cargas sociales, etc.) por impuestos neutros o progresivos (IVA, ganancias y riqueza).
El ordenamiento laboral que no necesita reemplazar la Ley de Contrato de Trabajo sino descentralizar la negociación colectiva dando prelación a los acuerdos individuales o por empresas por sobre los convenios colectivos sectoriales y homogeneizar los criterios con que las justicias laborales provinciales aplican la Ley de Contrato de Trabajo.
La reconstrucción de la infraestructura para haya energía, transporte y comunicaciones ágiles y eficientes para mover la producción por todo el territorio nacional y poder exportar mucho más.
El desafío no es tanto técnico como político. No es suficiente un buen médico en el nivel nacional (presidente) sino que se requiere un buen médico en cada provincia (gobernador) para que hagan equipo abordando las tres grandes reformas estructurales. Para hacer buen equipo se necesita buen diálogo entre los médicos (presidentes y gobernadores). Que es lo que más está faltando.
A partir de ahora, la alta pobreza va a dejar de bajar, porque se fue la inflación. Bajada la inflación, para seguir bajando la pobreza no queda otra que multiplicar los panes.
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