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Información General |Independientes, soñadoras y valientes

Tías Pank

Proyectan una femineidad que no se reduce a la maternidad pero se deshacen de amor por sus sobrinos. Tías Pank: más allá de un acierto como nuevo target de consumo, desempolvan estereotipos y se animan a vivir según sus propias reglas

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11 de Julio de 2015 | 02:14

ANA LAURA ESPERANÇA

Analía tenía seis años y viajaba por la ciudad en el fitito que conducía Andy, la hermana mayor de su amiga de la escuela. Andy tenía veintipico, actitud desestructurada y vibrante, y cada tanto llevaba a las pequeñas al cine, a patinar sobre el hielo o algún otro paseo. Para Analía, la experiencia de salir con esa chica que hacía las veces de tía podía ser épica: algo brilla en sus recuerdos cuando hoy, esta contadora de 38 años, soltera y sin hijos, que adora viajar y estudia teatro dos veces por semana, repasa aquellos días:

“Era increíble. De alguna manera vi algo que me gustaba de esa situación. Me imaginaba de grande manejando un fitito , llevando a pasear a mis sobrinos. Siempre me imaginé tía, y la verdad no me imaginaba madre. Creo que ese paseo fue una de las principales imágenes de lo que para mí significaba la independencia”.

Me imaginaba de grande manejando un fitito, llevando a pasear a mis sobrinos. Siempre me imaginé tía, y la verdad no me imaginaba madre

 

Según los datos estadísticos que arrojó el último censo, Analía estaría dentro del 31 % de mujeres profesionales de nuestro país que, en edad de tener hijos (entre 20 y 44 años) eligen no tenerlos o demoran la maternidad. Bajo la sigla Pank (en inglés Professional aunt no kids: «tías profesionales sin hijos»), se nombró un nuevo target de consumo. Pero también una mujer soltera y profesional que refresca cualquier mirada que pudo haber existido en el pasado: ya no representaría a la solterona de antaño, sino a una que goza de libertad de movimiento y poder adquisitivo para invertir en viajes y proyectos personales, además de regalos, tiempo y atenciones para sus sobrinos. Sobrinos, ahijados, hijos del corazón.

La visibilizacion de una tendencia

En 2013 Melanie Notkin, una canadiense experta en marketing que vive en Nueva York, creó la sigla Pank . Un día notó que gastaba buena parte de sus ingresos y tiempo libre en sus sobrinos y, sin embargo, nadie le brindaba información ni hacía publicidades para ella. Entonces fundó la Savvyauntie.com, una plataforma donde volcó ideas y consejos para tías. A minutos de subirla online llegó la propuesta de un sponsor y su idea comenzó a crecer. Hoy el acrónimo Pank ya no es el único para nominar a las mujeres sin hijos: existen otras siglas prontas a incorporarse al léxico cotidiano como Nomos (no mothers, «no madres»), Dinks (double income kids «sueldo doble sin hijos») y Childfree («libre de hijos»).

Natalia Mink, una abogada argentina radicada en Nueva York, administra una página de Facebook llamada “Sin Hijos hay paraíso” donde reúne experiencias, inquietudes y visiones del colectivo. A veces la no maternidad -en inglés Otherhood- tiene que ver con una decisión propia. Pero otras, se trata de razones de «fuerza mayor», donde las circunstancias llevaron a esas mujeres solteras o en pareja a no ser madres. Invariablemente, lo que la página visibiliza es un posicionamiento que manifiesta que la vida sin hijos también puede ser -es- plena. Es evidente que los mandatos sociales están todavía en vías de modificación para pensar la familia como base de la sociedad. Y es a partir de esas modificaciones que emerge un modelo donde la procreación ya no es un paso obligatorio, sobre todo en lo referido a la mujer y a su maternidad como parámetro de realización personal.

El rol de las tias

La psicóloga Julieta Jiménez analiza el fenómeno de las Pank pensando la maternidad representada de diversas formas, no solo desde el aspecto biológico. “Creo que la caída del modelo monoparental, que tal vez genera vacíos en los lazos primarios, ayuda a pensar un poco más nítidamente el rol de estas tías en las tramas de la crianza y en la formación de sus sobrinos: de alguna manera pueden suplir el lugar de un padre o una madre, cuando hay ausencias. O, aunque ese núcleo permanezca intacto, pueden aportar una mirada distinta y nutritiva para el chico”.

Por otra parte, asegura que ya no están solo las abuelas para malcriar, si no unas tías independientes, profesionales y con determinado nivel adquisitivo que también consienten a los nenes.

“No creo que las pank sean mujeres a las que falte algo; por el contrario, están dando algo que les sobra: su tiempo, sus recursos, su dinero, su amor. Y también su visión del mundo: a lo mejor los papás de los nenes no los llevan a ver El Cirque du Soleil, por poner un ejemplo, o ver una obra de teatro alternativo para chicos, o a un viaje de aventuras”.

“Desde el punto de vista psicológico es importante plantear que la femineidad no pasa únicamente por la maternidad; reducirla a eso sería obsoleto, un cliché totalmente fuera de moda. Creo que las pank son una expresión más de eso; chicas que socialmente «cumplen con todos los requisitos»: poder adquisitivo, saberes, profesión y a la vez ninguna está casada y no todas tienen una pareja constituida”.

Julieta asegura que las propuestas de las tías pank van a ser otras: “Son mujeres que salen del prototipo convencional. Consecuentemente presentaran propuestas acordes a eso y siempre podrán funcionar como aperturas diferentes hacia lo que se espera de un nene. A su vez presentan modelos identificatorios alternativos a los que presentan los padres”.

Espiritus creativos

Verónica tiene 32 años y además de tener un trabajo fijo se dedicó a la caligrafía, la percusión y la fotografía. Su última incursión va de la mano de la música y el desarrollo espiritual: está dirigiendo un set de cuencos de cristal de sonido bio-sónico con el que organizan meditaciones colectivas. Sus dos sobrinitos, un nene de siete y una nena de cuatro, ya conocen a su inquieta tía. Saben que su espíritu creativo siempre está buceando nuevos horizontes con los que coloreará los relatos que les cuenta.

“De ser tía y no madre disfruto que no existe la misma responsabilidad, que hay más permisos para salirse de las formas, que en el encuentro con ellos siempre tengo una dosis de amor que quizás se pierde un poco en el diario de ser padres. Me gusta que sepan que pueden recurrir a mí sin tener que serles indispensable. La confianza para los juegos y los límites también. Y el amor que nos tenemos, que es incondicional”, dice consciente de la libertad que goza, aunque asegura que cuando sea madre no la perderá.

Demoliendo estereotipos

Analía estuvo toda la tarde con su sobrinito de tres años y medio. Cuando hay reunión familiar está todo el tiempo con él en el suelo. “Estuvimos jugando al camping: Imaginamos el fuego, la carpa, la leña, la montaña. Me divierto con él. Es un dulce. No soy la madre, ni la amiga. Soy la tía y quisiera que sepa que siempre va a poder contar conmigo para lo que sea. Ser tía es alucinante”, dice. Y con respecto a su condición de mujer soltera sin hijos, agrega: “Me gustaría encontrar con quien compartir mi vida y fantaseo con tener un hijo, pero cuando le ponés pasión a todo, esa parte también tiene que tener pasión. No elegiría estar en pareja solamente por no estar sola”.

Natalia, de 35 años, es profesora de yoga y dígitopunturista. Convive con su novio, Nicolás, desde hace cinco pero cree que no están listos para ser padres. “La maternidad en un punto te completa, pero también me doy cuenta de que socialmente existe una presión: mis sobrinas (de veinte y dieciséis años) me dicen: «tía, ¿qué esperás para tener un hijo?, ya sos grande vos». Pero yo no me siento grande”, dice con una sonrisa fresca que le atraviesa la cara. Y concluye: “Me gustaría tener un hijo pero creo que antes tengo que sentirme completa yo. ¿Cómo voy a traer un ser al mundo desde un lugar de falta? Si yo me siento en falta el ser que creo también lo sentirá; un hijo se constituye en vínculo con la madre”.

“Creo que más que nada pesa el mandato social de tener que estar en pareja y ser madre. Son temas que hablo en terapia”

 

Gisela produce espectáculos de rock y da clases de saxo. Tiene 39 años y también es una pank. Tiene una hermosa gatita gris que se sube arriba de todas las máquinas electrónicas con las que trabaja produciendo música: el espacio parece una sala de juego donde se adivina diversión. “Me gusta estar sola, sobre todo porque me dedico a esto – señala una especie de consola con un pequeño teclado añadido y la computadora- que para mí está buenísimo”, dice. Es tía de dos preadolescentes a los que hasta hace poco invitaba al cine y después a su casa al típico Pijama party. Aunque ahora, que están más grandes, dice que «no le dan tanta bola»: se hipnotizan con la computadora o el celular, pero la calidad del amor que siempre tendió el puente en la relación tía- sobrinos permanece intacta. “Son divinos, siempre están pensando primero en los demás”, dice orgullosa. “Me gustaría estar bien con alguien. Pero creo que más que nada pesa el mandato social de tener que estar en pareja y ser madre. Son temas que hablo en terapia”, dice guiñando un ojo.

Oh, viejo sueño pank

Analía jugaba con sus primas a grabar voces de cuentos infantiles en cassettes. Nunca los terminaban porque las carcajadas se tragaban la grabación. Gisela jugaba con muñecas pero disfrutaba más de hacerlas ella misma con juncos, lanas y botones. Natalia salía de expedición con las botitas de lluvia que le ponía su mamá y saltaba zanjas buscando renacuajos.

¿Dónde está el origen del estilo de vida de estas tías Pank? Quizás en su infancia hayan capturado la importancia «del ser ellas mismas» respetando sus propios momentos en las etapas de la vida y, más aun, sus propios y únicos estilos de vida. Todas gozan del cariño en estado puro del mundo infantil de sus sobrinos, sin tener las responsabilidades de los padres. En el intento de rastrear un denominador común, nos topamos con el simpático hecho de que en su imaginario infantil ya existían los trazos con los que construyeron la versión adulta de sí mismas: dibujaron con más fuerza un proyecto de vocación personal que ideales referidos a un estado civil o a la maternidad.

¿Como te imaginabas de chica?

“Quería ser astrónoma”, dice Gisela, que finalmente fue cautivada por el mundo de la música. “Imaginaba poder vivir de la música”, dice Natalia, hoy dígitopunturista y profesora de yoga. “No sé si me imaginaba madre, soltera o casada”.

“Quería ser bailarina, viajar y manejar mi propio auto, llevar a mis sobrinos de paseo”, dice Analía, habiendo cumplido parte del recorrido, al que faltaría esperar a que su sobrino tenga edad para llevarlo de viaje.

Más allá del rótulo «tía pank» en tanto etiqueta de marketing, el fenómeno tiene un lugar real en la sociedad ligado a cuestiones de género y problematiza la tiranía de los estereotipos. Muchas de estas tías–implícita o explícitamente- manifiestan un discurso que se revela frente al «mandato Susanita»: algunas no desean un hijo o al menos no por ahora. Pero esto no impide profesar amor a sus sobrinos, y de hecho convertirse en eslabones esenciales de las tramas que dan sostén afectivo a un modo de crianza comunitario. Quizás a una tía pank también le quede bonito el traje de Hada Madrina.

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