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Dibble fue imparable y Faravelli, como un ocho a la antigua, tuvo toque y gol. Ahora sí el elogio de la gente fue unánime
Por MARTIN MENDINUETAOPINION
Domingo perfecto. Después de haber tocado fondo en Mendoza, Gimnasia se regaló un partido bárbaro, de esos que la memoria no suele dejar al alcance del olvido. La clave estuvo en la contundencia y en el destacado nivel individual de mitad de cancha hacia adelante. Por primera vez en el torneo consiguió elogios unánimes. Cada gol desató alaridos interminables. ¿Fue un desahogo? ¡Claro! Y una inmensa alegría también. Especialmente para los que creen que este ciclo de trabajo liderado por Mariano Soso puede dejar cosas buenas.
El técnico, sobrio y medido tanto a la hora del festejo como en el momento de responder preguntas azucaradas, paró en cancha un equipo lógico y esa decisión resultó el primer paso dado hacia la reivindicación. Cuatro defensores, “Fito” regresando a su lugar de origen, Alemán sin encasillamientos que anulen su frescura de “atorrante” sin cura, Faravelli como un ocho de la década del ‘70 (con toques que lastiman y llegando al área como un ejercicio natural) y Mazzola entendiendo que esta oportunidad no la podía dejar pasar, el “Lobo” se comió a un Vélez tierno. Lo del uruguayo Dibble fue notable. Generoso con el equipo y letal para los rivales, se llevó su primera gran ovación como nuevo charrúa que consigue el cariño de los que viven detrás del alambrado olímpico.
Después del cuatro a cero, Soso habló de la presión alta del rival como un condicionante para su nueva receta de salidas más largas y que la mutación del sistema defensivo se irá adaptando a la propuesta del oponente que llegue. El elige. Es el que toma las decisiones y quien marca el camino a seguir, pero, independientemente de lo que pueda proponer Chacarita el próximo viernes en San Martín, el sentido común lo está invitando a tomar un café para susurrarle al oído que no toque nada. Que no cambie. Que archive, al menos por este lapso donde la gente está tan contenta, la idea de volver a poner a Rinaudo en la última línea.
No se vio un Gimnasia perfecto. Sí más lógico y mejor parado en el campo. Ese cambio de fisonomía al menos merece un crédito de confianza.
Hoy que todo es fiesta vale la pena repasar que días antes del partido, cuando ya había resuelto defender con cuatro hombres, se lesionó Maximiliano Coronel. Hace rato que lo está esperando. Lo quiere y lo necesita. Técnicamente es un zaguero que encaja perfecto para la pulcritud que tanto proclama en la salida desde el fondo. La lesión muscular de quien desespera por volver a jugar pareció una puñalada del destino. Para Coronel primero, y para el entrenador después.
No debe haber sido una previa fácil de sobrellevar; por eso, rescato el convencimiento que transmite el tutor del grupo. Gimnasia sigue teniendo como director técnico a ese rosarino de 36 años que habla como un joven bien educado por su padres.
“Que se rompa, pero que no se doble” (mítica sentencia de Leandro Alem) podría asociarse a la convicción (bien preciado si los hay) de este conductor de grupo que Gimnasia fue a buscar conociéndolo muy poco. Casi nada.
Algunos dirán que Soso, de un modo inteligente, adaptó la histórica frase invirtiendo los términos: “que se doble, para que no se quiebre”. Puede ser que así haya sido. Sin traicionar su esencia, ni la idea madre que motoriza la búsqueda del éxito, introdujo los cambios que muchos hinchas pedían a gritos. Sin duda, los retoques le hicieron bien al equipo.
Alemán fue figura porque tuvo libertad para moverse sin estacionarse sobre las bandas. Su estilo anárquico, tan de potrero, no se lleva bien con la obediencia táctica. El tema central es que se lleve de maravillas con la pelota, como ocurrió el último domingo. Además, tuvo en Faravelli y en Colazo socios idóneos. El “Loro” jugó uno de los mejores partidos desde que está con la azul y blanca puesta.
Gimnasia necesitaba respirar aire triunfal. Lo logró atacando mucho y muy bien. Tantos goles terminaron curando a sus fieles de la preocupación que se había infiltrado como un virus molesto.
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