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Un grupo de voluntarios revisa casi un millar de libros que contienen actas de inhumación de fines de 1800 en adelante
En una habitación de cuatro por cinco, entre casi un millar de libros, muchos tan viejos que al tocarlos desprenden nubes de polvo, sobre el primer piso del emblemático edificio platense, un grupo de voluntarios restaura las actas de inhumación de los vecinos que fallecieron desde la época fundacional de la Ciudad hasta algunas décadas atrás, y cuyos restos se depositaron (bajo tierra o dentro de bóvedas y nichos) en el Cementerio Municipal. El minucioso trabajo es el paso previo a la digitalización de los documentos, que concluirá, estiman, en no antes de tres años.
La delicada tarea, que debe hacerse, en la medida de lo posible, con guantes y barbijos que eviten el contacto directo con los ácaros, invisibles al ojo humano pero presentes en los papeles que conserva cualquier archivo, está a cargo de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, dueña de un programa genealógico, el Family Search, que creó el grupo cristiano de origen estadounidense en 1895 y que puede consultar cualquiera, desde 2000 a través de una página de internet, para conocer los orígenes y desarrollo de sus antepasados familiares.
Mientras que con una paciencia oriental, Daniel Gatica; su mujer, Isabel Darias; y Mariela Plaza despegan hoja por hoja, las limpian y como piezas de rompecabezas reensamblan las partes desprendidas y recuperadas, los miembros de la iglesia Mormona van viendo, a través de los certificados de inhumación que atravesaron más de un siglo de historia, algunas transformaciones sociales que se fueron dando en la recién creada como capital de la provincia de Buenos Aires.
Toda una fuente de datos sobre cómo se vivía -y se moría- en esta ciudad hacia fines de 1800 y las primeras décadas de 1900 guardan los libros que encuadernan las actas que arrancan en 1886 (La Plata se fundó, se sabe, el 19 de noviembre de 1882 y desde sus inicios como comunidad urbana hasta 1886 los vecinos fallecidos eran sepultados en el antiguo cementerio de Tolosa, que se hallaba en 118 entre 525 y 526).
Al revisar esas páginas desgarradas, manchadas y amarillentas aparecen las causas por las que solía morirse la gente de otras épocas. Se leen los nombres de recién nacidos cuyo deceso se produjo por enteritis, diarrea o catarro infantil; de jóvenes o adultos de mediana edad atacados por meningitis, tuberculosis, viruela, tétanos, y patologías casi inexistentes en la actualidad, como fiebre tifoidea o congestión cerebral. De las personas muy mayores que fallecían por paros cardíacos se indicaba “muerte repentina” y varios certificados de bebés registraban como motivo de la defunción “inanición”. Esos datos, muy valiosos a la hora de llevar adelante alguna investigación sobre la sociedad de antaño, sirvieron oportunamente para algunas tesis antropológicas presentada en la facultad de Ciencias Naturales.
Otras curiosidades revelan el abrir esos libros. En aquellos tiempos de finales del siglo XIX y principios del XX, todavía impregnados de las ideas evolucionistas, entre la información personal se puntualizaba la raza de la persona fallecida, y un dato que figuraba en todas las partidas y que ya no se estila incluir es el de los nombres de los padres. Pero lo más llamativo sea, quizás, que había sepulturas, con su correspondiente registro, de los miembros del cuerpo humano amputados en una intervención. Se cree que el procedimiento respondía a razones sanitarias.
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También llaman la atención varios certificados de las primeras décadas del siglo pasado que llevan las firmas de dos eminencias médicas que desarrollaron en esta ciudad toda su destacada carrera: Alejandro Korn y Rodolfo Rossi.
La Iglesia Mormona es dueña de la Biblioteca de Historia Familiar de Utah, en Estados Unidos, que creada hacia fines de 1800 con el objetivo de reunir registros genealógicos y ayudar a los feligreses de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días a conocer sus antepasados. En la década del 30 el proyecto se amplió, pues comenzó a fotografiarse los documentos de todo el mundo. Después de la Segunda Guerra se incorporaron miembros de las iglesias Católica y Ortodoxa, como así también numerosas familias judías. Empezaba la era de la microfilmación. En el inicio del nuevo milenio la vasta información ya se compartía en internet. Hoy tiene la mayor colección de datos del planeta, con nombres de más de miles de millones de personas fallecidas.
Abiertos a la participación de quien desee colaborar, el grupo mormón convoca a voluntarios que se quieran sumarse a realizar el trabajo de restauración de los documentos en formato papel, que pueden acercarse al sector del Archivo del Cementerio de lunes a sábados de 9 a 12.
El director del Cementerio, Sebastián Magdalena, destacó la labor del equipo de religiosos porque, afirmó, “se necesitaba preservar de alguna manera toda la documentación histórica, para no manipular más hojas de más de 130 años”. Lo ventajoso, por otra parte, es que, aseguró el funcionario, la digitalización de los registros se realiza gracias a un convenio rubricado entre la Comuna y la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días a través del cual se establece, además, que la tarea del paso de plataforma se cumple “ad honoren”, es decir, que el Municipio no tiene que pagar por el trabajo.
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Guantes, barbijos y un minucioso trabajo que se hace con miles de actas de inhumación/gonzalo mainoldi
la restauración de las actas implica un extremo grado de cuidado y concentración/ gonzalo mainoldi
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