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La grieta en la política

23 de Julio de 2018 | 02:27
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Por JORGE TARZIÁN
Doctor en Medicina

Según el Diccionario de la Real Academia Española palabra “grieta” refiere a la dificultad o desacuerdo que amenaza la solidez o unidad de algo. En nuestro país, se ha vuelto una constante observar a políticos, docentes, etc., mencionar esta palabra en todas aquellas cuestiones que presentan alguna dificultad para arribar a un consenso. Siempre hay un mismo culpable: la grieta. Las fracturas políticas, son propias de las naciones desde sus orígenes.

Por lo tanto, no hay que poner cara de perplejidad ante el supuesto descubrimiento periodístico de segmentos enfrentados, que hoy se ha convertido en un latiguillo mediático. Lo que da importancia a la existencia de la fisura en el tejido social de un país, es la permanente amenaza de la confrontación entre sectores que viven en situación latente de quiebre de la paz. La idea de la grieta es reciente. Fue un invento del periodista Jorge Lanata en el año 2013. La grieta puede ser una diferencia cultural que se enraíza en las comunidades, estimuladas por la baja tolerancia a las diferencias o la discriminación religiosa, como también aquellas alentadas por el poder, para afirmar su capacidad, expresándose en banderías políticas que compiten en elecciones, y que se basan en la negatividad del adversario.

En nuestro país coexisten dos grietas : la política y la social, y es realmente importante diferenciarlas ya que solo una de ellas tiene incidencia en la calidad de vida de un gran numero de ciudadanos: la social.

Una de las últimas capturas mediáticas en nuestro país, es el descubrimiento de que hay una grieta que divide a los argentinos. Y que fue adoptada como una figura novísima, impensada, fundada en el desencuentro.

“El concepto grieta esta omnipresente en todas las explicaciones sobre hechos sociales de los argentinos”

 

El gobierno actual convirtió en objetivo oficial “la unidad de los argentinos” que, como la “pobreza cero”, va camino a convertirse en una hipérbole más dentro del marketing oficial. Es verdad que la fractura se fue expandiendo como un río que invadió distintos espacios de la sociabilidad, inundando, en muchos casos, a la familia.

La dialéctica amigo-enemigo ha sido constitutiva de la nación argentina en su doble matriz, liberal, republicana y federal populista. Por supuesto, que en la complejidad de la realidad ha habido tendencias y fracciones de fuerzas y ambas matrices se entrecruzan en algunas oportunidades. Pero las grietas en nuestro país tuvieron versiones avanzadas durante el siglo XX como una manera de resolver las diferencias. Los acontecimientos de los ‘70 son aún vistos por algunos, como un combate que no cesa.

La inauguración de la grieta no puede ser atribuida al kirchnerismo, pero si puede aseverarse que la confirmó en la aplicación del poder, tanto en el gobierno de Néstor Kirchner, pero sobre todo en los gobiernos de CFK, en los que se acentuó la dinámica amigo-enemigo y siendo el conflicto el motor de su gestión. No debería el kirchnerismo negar esto, ya que en su intento reformista desde que asumió, era inevitable generar diferencias, establecer fracturas y que esas lograran sumergirse en el clivaje social más profundo.

El concepto grieta esta omnipresente en todas las explicaciones sobre hechos sociales de los argentinos. En los medios masivos de comunicación, en los cumpleaños familiares, en los asados con amigos, etc. Es audaz y práctico. Tiene una capacidad de representación amplia y potente. Resuelve la reflexión de los jóvenes que pretenden ocupar el tiempo en otras cuestiones y asusta a los padres de familia que ven en las consecuencias el drama de la desunión.

A lo largo de toda su historia, la política argentina vivió episodios de polarización. Desde unitarios y federales, hasta kirchneristas y antikirchneristas o peronistas y radicales, la sociedad se dividió en polos opuestos, intrínsecamente separados y enfrentados. Las diferencias que datan desde la centralidad de la Provincia de Buenos Aires hasta el rol de la Iglesia en el Estado, son parte de nuestra historia. Lo que varió fue la forma de resolver estos conflictos latentes en la sociedad argentina, de las armas logramos pasar a las urnas, porque estas no siempre tuvieron la última palabra.

A pesar que este año no hay elecciones ni campañas, la política y sus desavenencias siguen tiñendo las relaciones entre los argentinos.

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