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Alejandro Castañeda
Por: Alejandro Castañeda
LA CATEDRAL SE CUBRE.- Cámaras, portones, rejas. Mientras invoca el cielo, la Catedral se refuerza para aguantar en tierra firme. La cosa no está para esperar que sólo la fe y las oraciones la protejan. Las pólizas salvadoras cada vez están más caras. Y al Papa compatriota le pedimos que abra diligencias y nos tramite un milagro, porque nos estamos gastando hasta las reservas de esperanzas. La Catedral se prepara para lo que venga. Como todos. Las estadísticas delictivas de la Ciudad aconsejan enrejar hasta las veredas. El mundo premia más a los precavidos que a los virtuosos. Antes eran las palomas las que desgastaban al templo. Pero ahora el presente tiene pajarracos más peligrosos. La cosa se ha puesto tan peliaguda que temen hasta los que están bajo el paraguas protector de una fe que mueve montañas pero se aquieta ante al bandidaje. Imponente y expuesta, la Catedral prefiere cuidarse. Cada madrugada los ángeles de la casa recorren esos paredones, recuentan los despósitos de penitencias y revisan hasta el altar para ver si hay intrusos. Allá lejos, cuando tenía menos torres y más paz, la campana de la Catedral era lo único que perturbaba el silencio de las mañanas de domingo. Pero ahora, escapes, música y trifulcas traen tañidos menos santificados. El templo se fortifica. Y las cámaras se encargarán de identificar maldades. Con alarmas, rejas y candados se busca preservar un recinto que desde la fundación guarda pecados que se han ido multiplicando juiciosamente. Es que hay tantos ladrones que de noche, antes de la última oración, el diácono de guardia pasa lista a imágenes y santos para saber si hay faltantes.
Al Papa le pedimos que tramite un milagro, porque nos estamos gastando hasta las reservas de esperanzas
En calzoncillo, el protestón Antonio Vázquez se tiene mucha fe
SE DESCUBRE.- Antonio Vázquez en calzoncillo se tiene mucha fe. Es un nudista serial que se quita todo para protestar mejor. Ya glosamos un par de veces las andanzas en cueros de este vecino caluroso y zafado. Cuando se siente harto de andar vestido y sin planes a la vista, Vázquez le pega una lectura al diario y se prepara. Se pone ante el espejo, le echa un vistazo a su artillería y arranca. Esta vez se desnudó en 7 y 53 para protestar “contra el aborto y contra los incendios terroristas producidos en el Amazonas”. Tiene una agenda recargada y despareja: a veces Antonio se la agarra con las grandes cuestiones, como ahora, pero otras veces se ha puesto en bolas para atender un reclamo menor que en musculosa lo podía haber encarado. Su última performance fue el miércoles al mediodía, frente a la Legislatura. Hay que reconocer su guapeza para animarse a enfrentar el frío con una anatomía más deshojada que primaveral. Su desnudez pasó inadvertida entre corridas y broncas. La capacidad de escandalizar con algo así ha quedado arrumbada. Hasta no hace mucho, Vázquez lograba algunas exclamaciones cada vez que desenfundaba piel y pancartas. Pero eso ya fue. Los años no pasan en vano. Y las armas de Vázquez, que nunca fueron ni espectaculares ni productivas, cada vez exigen más reperfilamientos. Flaco favor le hacen a la militancia las salidas esporádicas de este vecino de calzoncillo fácil que cada tanto ameniza alguna escalinata con todo al aire. Sus fuegos rebeldes se han ido apagando y el tiempo, que es implacable con la anatomía, le aconseja achicar sus demandas o agrandar su armamento. Los vecinos de Arturo Seguí le recomiendan “abriguesé don Antonio”, cada vez que deja el barrio y arranca con cara enojada y pancarta peleadora. En la casa tratan de disuadirlo: que te vas a resfriar, que el viaje al centro cuesta mucho, que el Amazonas no se apaga así nomás. Pero Antonio insiste. Cuando el miércoles el agente de seguridad le exigió que suspendiera la protesta y se vistiera, con mucha calma alzó pantalones y bufanda y miró para el lado del Amazonas, imaginando quizá que por andar en cueros la humareda aflojaría. Y volvió a sus pagos, con algún estornudo pero con alegría por el deber cumplido. Vázquez ya se quejó contra la corrupción oficial, el aborto, los paros docentes, los sobornos, el sistema de salud, la justicia y la inseguridad. Temas no le faltan a este vecino que, en pelotas y ante el espejo, debe sentir que lo que tiene entre manos puede mejorar el mundo.
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