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A treina años, sigue el reclamo de Justicia para Maxi Albanese

A treina años, sigue el reclamo de Justicia para Maxi Albanese
3 de Junio de 2020 | 14:10

Un pibe querido por su familia, sus amigos y vecinos. Un policía que usaba su arma y uniforme para salir a robar. Se cumplen hoy 30 años del crimen de Maximiliano Albanese, un chico de 17 años ejecutado en la esquina de 3 y 48 en una noche de baile en un centro de estudiantes.

Fue el primer gatillo fácil o caso de abuso policial que conmovería a los platenses y al país. Luego vendrían otros igualmente brutales como el de Miguel Bru, por citar alguno.

El caso tuvo en la Justicia muchas idas y vueltas. Diferentes jueces entendieron que se trató de un crimen en tanto hubo otras visiones que favorecieron al principal acusado, el entonces agente de policía Héctor Ferrero y sus amigos Fabio Nievas y Carlos Navarro. Lo cierto es que Ferrero logró eludir la cárcel y aprovechó para profugarse hasta hoy.

En el marco de un falsa acción policial, Ferrero ejecutó a Albanese de un tiro apenas por encima de la nuca. Con el arma todavía humeante, se subió a un taxi y escapó junto a sus cómplices. Dos horas más tarde Maxi murió en el Policlínico al que llegó con apenas un hilo de toda esa vida que le quedaba por delante. Con ayuda de testigos, el número del disco del taxi y otros datos, la policía llegó algunas horas después a la casa de Ferrero que por entonces cumplía funciones en la comisaría Tercera de Berisso. Se entregó, dio su arma y dijo que se le había escapado el tiro al golpear al “detenido” con la culata para que “se quedara quieto”.

En marzo de 1991 uno de los jueces que tuvo injerencia en la causa, Sergio Almeida, consideró que lo de Maxi Albanese había sido un fusilamiento. Lo mismo dijo el juez Ricardo Slezawosky en el 2000. La defensa consideró que “el imputado es inexperto para manejar armas” no obstante que estaban hablando de un policía entrenado para serlo.

Las marchas para pedir justicia por Maxi Albanese inundaron las calles de La Plata.

En el año 2000 se logró un cambio de calificación y un nuevo pedido de captura. Pero Ferrero se había mudado a Tucumán, diría su madre. Viendo las pruebas y los elementos colectados en el expediente, la titular del Juzgado de Transición Nº 3, Isabel Martiarena recaratuló el caso como “agravado por alevosía”.

La jueza encontró algunas cosas raras en aquel expediente. Por ejemplo, la foja de servicios de Ferrero no formaba parte de la causa. En medio de la historia, hay otra historia con la que una parte de la justicia intentó explicar las razones por las que Ferrero hizo lo que hizo.  Se asegura que Ferrero vio frustrada su carrera en la Armada por culpa de un “capitán Albanese” que se encargó de dejar sentadas en su foja de servicios cada una de las faltas y quiebres al reglamento que tuvo Ferrero en esos años de marino. Y que al cabo de tantas, le valió la baja. La noche del crimen, al ver el apellido Albanese en el documento de Maxi, estalló de furia. Y entonces le pegó, usando la culata del arma que se disparó.

Quince años después, en la noche del 27 de marzo de 2006,  sonó el teléfono en la casa de los Albanese. Atendió Alicia, la mamá. “Hace 15 años que quiero hablar con usted”, dijo del otro lado una voz de hombre joven, abrumada. La mujer no había empezado a acomodar el corazón para caber en la sorpresa. 

“Lamento mucho haberle arruinado la vida. Ahora sé lo que es tener hijos y no me imagino cómo sería vivir sin ellos”, dijo el desconocido. 

Esa llamada sirvió para reabrir el caso y Ferrero fue apresado en un taller mecánico de motos donde trabajaba en San Pablo, Brasil. Pero no extradición y sus abogados lograron que el caso quedara como prescripto. “Sin siquiera fijar domicilio en La Plata, le dijeron que ya estaba, que ya era libre”, recuerda Natalia Albanese, una de las hermanas de Maxi.

Hoy se cumplen 30 años de un caso emblemático y sin Justicia.

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