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Pablo Rotemberg: “Ver ‘El Lobo’ hoy es casi una experiencia antropológica”

Estrenada hace 16 años, la primera obra de danza teatro interpretada y dirigida por el prestigioso director, coreógrafo, músico y cineasta, que “nunca más se va a hacer en vivo”, se puede ver online y a la gorra

Pablo Rotemberg: “Ver ‘El Lobo’ hoy es casi una experiencia antropológica”

En “El Lobo”, un personaje solitario que lucha en el encierro, remite sin querer a este presente

María Virginia Bruno

María Virginia Bruno
vbruno@eldia.com

11 de Agosto de 2020 | 04:28
Edición impresa

Para Pablo Rotemberg, destacado director, coreógrafo, músico y cineasta, un referente dentro del universo de la danza, es interesante lo que posibilita ver hoy “El Lobo”, la contundente pieza con la que se estrenó como intérprete y director hace ya 16 años. Porque, admite en diálogo con EL DIA, “no es lo mismo mostrar online una obra que estabas haciendo el año pasado y que seguramente retomarás cuando pase la cuarentena, que una obra que no vas a hacer nunca más en vivo”. No se le ocurriría, dice, ni “artísticamente ni físicamente” volver a ponerse en la piel de ese perturbado hombre atrapado en un baño al que le brota en el cuerpo el instinto animal, y, por eso mismo, el hecho de traerlo a este presente, desde un registro fílmico que evoca la tecnología del pasado, y que contrasta con las miradas a las que los espectadores actuales están acostumbrados, lo convierte en “casi una experiencia antropológica”.

Rotemberg propone la idea de que “las personas, en esencia, somos una especie de animalidad”

 

Como a muchos, no le resultó fácil animarse a dar el salto al mundo de lo virtual. Al principio rechazó la idea pero, después, atento a una propuesta concreta, la de mostrar en mayo “La Wagner” (una de sus últimas y más celebradas obras) en un festival presencial que, dadas las circunstancias, devino en virtual, se entusiasmó curioseando con lo que podría llegar a generar en el público. Estaba tranquilo porque, en este caso, tenía un buen registro, “un detalle no menor porque, si es muy básico y cuesta ver, sumado a lo que se pierde del vivo de la escena, y sobre todo en este contexto, en el que estamos invadidos por imágenes, es difícil de aceptar”, admite. La participación de su obra en ese evento fue muy buena, abriéndose paso entre públicos casi imposibles para el tipo de arte que practica, y otros a los que llegó “de casualidad”, gracias al tráfico de información en el que estamos sumidos, entre imágenes, links y posteos de Instagram. Esto, celebra, es “lo más positivo en relación a este momento tan crítico que estamos atravesando, en el que personas que quizás nunca se les ocurriría ir a una obra, sobre todo de danza, que para el gran público la danza es mucho más lejana que el teatro, lleguen a encontrarse con lo que uno hace”.

Y tras esta primera experiencia online, le llegó la propuesta de Roseti, un espacio cultural porteño de formación, investigación y exhibición dentro de las artes escénicas y musicales, para incluir a “El Lobo” en su ciclo online, algo de lo que no estaba en principio convencido, sobre todo por su registro fílmico (en formato mini DV, con una sola cámara y fija). Sin embargo, después de pensarlo artísticamente, pronto comprendió que había algo interesante en el hecho de que el público acceda a ese visionado analógico desde esta actualidad tan 3.0.

“Me parece que hay algo que a la gente le interesa -pasa también en el San Martín que está proponiendo un ciclo de obras históricas- y tiene que ver con esa cosa medio vintage, de mostrar obras de archivo. Hay algo ahí, de lo efímero de las artes escénicas, que en esta idea de rescatar obras que ya nunca más van a estar en escena resulta interesante”, asegura el creador de “La oscuridad cubrió la tierra”, que se estrenó el año pasado.

“El Lobo”, entonces, se sumó a las propuestas del ciclo #Rosetiencasa, en el que se exhibirá a través del sistema de gorra virtual de Alternativa Teatral hasta el 20 de agosto (junto a una entrevista en la que Rotemberg cuenta sobre su vida y obra), como una forma también de ayudar al espacio cultural que, como tantos otros, sufre los avatares de este presente pandémico que tiene en jaque a la cultura, y a sus trabajadores “a la espera de la famosa ayuda de emergencia que todavía están esperando”, reclama el artista, también profesor de música.

LA OBRA

Inspirada en “El lobo estepario” de Hermann Hesse, la obra muestra el cambio dramático y profundo de un hombre que, en la soledad, se va metamorfoseando en un lobo, lo que nos lleva a pensar “en la idea de que las personas, en esencia, somos una especie de animalidad”, admite Rotemberg.

Y aunque la pieza presenta algunos elementos que calan hondo en este contexto de encierro, como el pequeño espacio de tres por tres del que este personaje no puede salir, se ríe el coreógrafo al decir que sólo un brujo pudo prever este momento pero, aún así, ensaya una explicación. “No sé si la palabra correcta es casualidad. No es que la obra era premonitoria. Me parece interesante ver cómo el pasado, el presente y el futuro están ligados, conviviendo en una misma linealidad”, analiza.

Cuenta que fue una experiencia confusa el hecho de reencontrarse con su primera obra, lo que deviene en “un mojón en la vida de los artistas”. Y cuando se sentó por primera vez después de mucho tiempo a ver ese material, antes de su estreno virtual, tuvo sensaciones encontradas. “Me costaba pensar que esa persona era yo”, se sincera el autor de la celebrada “La idea fija”, en tanto, le costó reconocerse en esas imágenes. “Era como muy raro: por un lado, una extrañeza, quién es esa persona; y a su vez, me trajo a la memoria cómo era yo hace quince años, cómo pensaba y todo lo que trabajé y ensayé para hacer esa obra. Fue como mirar una foto vieja y encontrarte entre la familiaridad y la extrañeza pero también con cierta tristeza, de un tiempo que pasó. Hay algo medio proustiano, como la novela ‘En busca del tiempo perdido’, de ese pasado que parece irrecuperable”.

Para su obra, que se estrenó en 2004 el III Festival de Danza Contemporánea y que se ofreció por última vez en 2006 en el XXVI Festival Internacional de Danza Contemporánea Lila López en México, Pablo partió de la idea del encierro de una persona desengañada y sola, a la que ubicó en un espacio que podría ser un baño, en tanto se identifican un bidet, un lavatorio y un inodoro, pero en el que también hay un piano en el que Rotemberg, que tuvo formación musical hasta los 18 años, hace sonar en vivo a Tchaikovsky, Mahler y Mompou. Pero no son las únicas músicas que se escuchan a lo largo de la obra. El tono se corta abruptamente con un tema romanticón de Chris Durán a quien Pablo había conocido en el programa de Susana Giménez.

“Todos mis trabajos parten de músicas que tengo en la cabeza y que quiero trabajar”, explica Rotemberg, que nunca utilizó composiciones originales, algo en lo que quizás incursione pronto. De momento, su lógica es diferente: una canción o autor le deviene una idea pero a veces es más que una sola canción o autor.

Él lo llama “pastiche musical” y se ha convertido, admite, “como una especie de estereotipo” de sus obras. Reconoce que no es algo novedoso el hecho de mezclar géneros, pero le divierte además mezclar “conceptos sobre una idea de la música elevada y la música popular”, en otras palabras, la Biblia y el Calefón. ¿Dónde podrían convivir un músico del romanticismo con una estrella pop del nuevo milenio? En “El Lobo”, por ejemplo.

En su caso, estas mezclas imposibles se hacen posibles gracias al periplo académico que recorrió antes de “encallar”, ya de grande, al borde los veinte, en el rubro de la danza, del que nunca más se alejó, aunque en los últimos años ya abocado a la coreografía o dirección. Su último trabajo como intérprete fue en 2009 como actor en “Souvenir”, de Stephen Temperley, con dirección de Ricky Pashkus, por el que fue nominado a los Premios ACE como Actor Revelación.

 

Para agendar
Qué: “El Lobo”
De y por: Pablo Rotemberg
Cómo: por Alternativa Teatral, a través del sistema gorra virtual (desde $50), hasta el 20 de agosto.

 

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