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La importancia de la vacunación en los menores de edad

Guillermo Docena (*)

12 de Octubre de 2021 | 21:30

En este momento en que estamos alcanzando y asegurando la inmunidad comunitaria en nuestro país, es fundamental comenzar a vacunar a los menores de 18 años. Aproximadamente el 4% de los mayores de 18 años no han recibido alguna de las vacunas para COVID-19, lo cual es alentador por el bajo porcentaje estando liberada la primera dosis en nuestra provincia, y próximamente, también la segunda dosis. Esto indica que para avanzar con la vacunación es necesario incluir a los menores de 18 años. En este momento se han aplicado más de 54 millones de vacunas en Argentina (30 millones de primera dosis -67%- y 23 millones de segunda dosis-53%) y para lograr la inmunidad comunitaria es necesario incrementar este porcentaje. Esto es crucial para contener la transmisión comunitaria de la variante viral Delta.

Para menores de 12 a 17 años están autorizadas 3 vacunas (Pfizer, Moderna y Sinopharm), mientras que para la franja etaria de 3 a 11 años, sólo la Sinopharm. Esta vacuna contiene virus SARS-CoV-2 inactivado y alum como adyuvante, por lo cual se trata de una vacuna muy segura como lo han sido vacunas que emplean la misma plataforma: las vacunas contra la poliomelitis o Salk, hepatitis A, hepatitis B, virus de papiloma, difteria, tétanos, neumococo, Haemophilus, etc. Hasta hace relativamente poco tiempo el alum era el único adyuvante aceptado por la gran mayoría de los países. Por lo tanto, la gran mayoría de nosotros hemos recibido varias de estas vacunas y sabemos que las reacciones adversas son mínimas o nulas. Inclusive en el largo plazo sabemos que el alum es innocuo ya que se utiliza desde hace más de 50 años (fue descripto su uso en 1931 por Gleny).

En este momento de la pandemia sabemos que en menores de edad la enfermedad producida por SARS-CoV-2 suele ser asintomática o leve. Esto genera la pregunta de porqué entonces vacunarlos si no tiene la enfermedad el riesgo que por ejemplo tiene en adultos mayores. Uno de los problemas de la COVID-19 es que produce enfermedad severa, e inclusive la muerte, en chicos con comorbilidades (problemas pulmonares, cardiovasculares, diabetes, inmunosuprimidos, discapacidades, etc) y en algunas poblaciones estos números alcanzas cifras importantes. Por lo tanto, es relevante en primera instancia vacunar menores de edad con comorbilidades para evitar una enfermedad sintomática severa. El otro punto crítico es que los menores se contagian y pueden transmitir el virus. Por lo tanto, en la comunidad escolar, donde hay una concentración de individuos no vacunados, la entrada del virus en las burbujas genera un contagio masivo del grupo, los menores infectados llevan el virus al entorno familiar y ahí existe el riesgo que se enfermen no vacunados, y aún vacunados, con comorbilidades. Asimismo, este individuo infectado, la burbuja completa de la cual forma parte y su entorno familiar deben aislarse, con la complicación que eso implica. Por lo tanto, si los chicos están vacunados la tranquilidad será mayor para el chico, la burbuja y su familia. De esta manera el individuo vacunado podrá desarrollar su actividad social y educativa con otra seguridad (escuela, cumpleaños, deportes, etc).

Finalmente, avanzar con la vacunación sobre menores de edad (aproximadamente el 30% de la población total de nuestro país) incrementará el porcentaje de la población vacunada y esto nos permitirá alcanzar la inmunidad comunitaria que nos llevará a una forma de vida más normal.

Se ha demostrado que la vacunación para COVID-19 no evita el contagio viral, pero si la enfermedad severa, las hospitalizaciones y la muerte con una elevada eficacia. Sin embargo, existe información científica que demuestra que las actuales vacunas controlan la circulación viral porque reducen la carga viral al comparar un vacunado infectado y un no vacunado infectado; además en el vacunado el virus desaparece más rápidamente que en el no vacunado, y al no tener síntomas se controla mejor la transmisión viral a terceros. Esto es lo que ha ocurrido en Argentina a partir del mes de mayo en que comenzó a controlarse la circulación viral con las vacunas, lo cual derivó en un marcado y sostenido descenso en las curvas de contagios, hospitalizaciones y fallecimientos.

Por lo tanto, en este momento de la pandemia es crucial comenzar a vacunar a chicos de 3 a 11 años y continuar con los de 12 a 17 años, dado que son las franjas etarias que socialmente están más expuestas al virus.

 

*Profesor Titular de Inmunología de la UNLP

Investigador Principal de CONICET

Vice Director del Instituto de Estudios Inmunológicos y Fisiopatológicos

Director del proyecto ARGENVAC

 

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