En La Bestia Folk, folclore, danza y hits se dan la mano

“Bailar una canción de Luis Miguel y poder bailarla como una chacarera, ese era nuestro desafío”: así define Mariel Olguín la misión de La Bestia Folk, cuarteto de cuatro voces, piano, guitarra, violín y bombo que completan Marián Betervide, Vilma Wagner y Coti Salamanca, y que se atreve a reversionar hits de todos los tiempos en clave folk, transgrediendo los límites de los géneros musicales.

La condición para estar en el repertorio de del cuarteto surgido en La Plata es una sola: “Tienen que ser temas que trascienden los tiempos, los momentos, canciones que todo el mundo sabe aunque no sepa por qué, aunque no conozca el género o el artista”, define Olguín. Así se compone su primer EP, disponible en todas las plataformas y compuesto de clásicos de nombres que van de Gilda a Soda Stereo, de Celia Cruz a, claro, Los Redondos: de una serie de canciones que saben todos, y que es apenas la punta del iceberg del repertorio que el cuarteto ha mostrado en escena.

Un repertorio que, cuenta Olguín, nació jugando, experimentando. En 2019 Marián, Vilma y Coti, que ya habían compartido espacios musicales, comenzaron a coquetear con la idea de estar reversiones, una idea todavía “sin forma”, dice Olguín, a quien llamaron porque “como era folclore, no podía faltar la guitarra”. Y en seguida, cuenta, le dijeron que la idea era “divertirse, jugar con el folclore, pero en lugar de tomar canciones del folclore, tomando canciones de otros lugares y llevarlas al folclore”.

Pero la idea se fue cimentando y creciendo: tocaron en algunas peñas, viajaron a Cosquín, tocaron en Tecnópolis… y justo entonces, vino la pandemia.

“A partir de entonces, el proyecto se sostuvo como pudimos. Y queríamos salir de la pandemia sin haber estado congelados, por eso decidimos hacer el EP”, relata Olguín, que cuenta que con el transcurrir de la cuarentena “adoptamos la virtualidad” y que a partir de ahí “empezamos a pensar qué podíamos hacer, qué podíamos pensar. Porque el arte también se piensa, creo que es lo primero que hay que hacer”.

“Entonces apareció la idea de aunque sea arrimarnos a una grabación, armando maquetas, enviándonos el material de forma virtual, pensando en nuestro primer videoclip, que grabaremos el año que viene. Y así fuimos haciendo: nos mandamos las maquetas, armamos, probamos, y cuando se pudo ir al estudio ya teníamos todo preparado”, explica la guitarrista.

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Hasta ese momento, La Bestia Folk se pensaba “como una banda para tocar en vivo, y sobre todo para bailar”. Porque, dice Olguín, “la propuesta tiene que ver con eso también: no desunir la música de la danza, que es algo que tiene nuestro folclore. ¿Qué define una chacarera como algo distinto de una zamba, un gato? No solo una cuestión rítmica o melódica, también responde a una forma, quien baila sabe que la chacarera responde a una forma. Y por eso adaptamos las canciones desde los elementos musicales pero también desde la forma, para que se pueda bailar”.

Los tiempos cambian y “las búsquedas que van a lugares nuevos del folclore van dejando a un costado elementos que lo tipifican: ahí aparece el aire de chacarera, el aire de zamba, y el que quiere bailarlos no sabe para donde ir. Pero no es que no se puedan bailar: las músicas nuevas de nuestro folclore se pueden bailar, pero quizás no de forma tradicional”, agrega Olguín. No es que sean tradicionalistas, dice, “si nosotras desde nuestra propuesta misma rompemos las reglas. Cuando tocamos en los ámbitos de folclore, hacemos la propuesta de zamba, gato y chacarera para que los que bailan sigan esa forma, pero los que no bailan pero tienen ganas de bailar, porque están escuchando un hit, también pueden bailarlo como quieran: nosotros no vamos a decirles cómo hay que bailar”.

Lo cierto es que La Bestia se pensaba como una banda para hacer bailar al público, y durante buena parte de su vida el público estuvo ausente. “Por supuesto que el material grabado nos abrió puertas a un montón de lugares, el disco se escuchó en todo el país, y cierra el inicio de este proceso”, dice Olguín. Pero extrañaban ya el encuentro cuando en la segunda parte del año pudieron regresar a escena, un camino que las llevará a Cosquín otra vez este verano, para actuar en la Peña de La Salamanca. “Quedó expuesto que una de las funciones más importantes del arte es comunicativa, y es el estar: queríamos eso, ese sentimiento de estar con el otro”, cuenta Olguín. “Fue hermoso volver a encontrarse”.