Berni y una caótica vuelta a escena de la que salió fortalecido

Sergio Berni acuña modales alejados de los límites de la corrección política. Su temperamento y cierta autonomía funcional y hasta ideológica le permiten, por ejemplo, enfrentar sin ruborizarse a sectores que comulgan en la misa kirchnerista. Ayer, en el final feliz del operativo que culminó con el hallazgo de la pequeña Maia y la captura de su secuestrador, exhibió otra faceta de su arsenal bien aprendido: estar en la línea de trinchera y salir al cruce de los funcionarios nacionales que enarbolan un perfil más bien técnico y alejado de su impronta de mano dura.

El polémico episodio que protagonizó con el secretario de Seguridad nacional, Eduardo Villalba, forma parte de la colección de encontronazos con el área de Seguridad de la Nación liderada por la antropóloga Sabina Frederic. A Berni, como hombre de acción que es, se le hace difícil digerir que una teórica con escasa formación en los quehaceres policiales y de la seguridad, esté a cargo de un área que requiere, a su juicio, menos escritorio y más despliegue en el terreno.

Ese convencimiento lo llevó a protagonizar otros cruces no menos controvertidos. El propio Axel Kicillof debió intervenir para calmarlo cuando la encaró feo a la ministra nacional en una reunión en la que se procuraba la asistencia en el Conurbano, nunca aceitada, de las fuerzas federales para combatir el delito.

Ese estilo lo llevó a enfrentarse con propios y ajenos. Los intendentes del peronismo siguen bramando porque el ministro les quitó el manejo de la policía en sus distritos para centralizar decisiones. Al rosario de quejas se sumaron alcaldes de la oposición en un suerte de causa común que lejos estuvo de amedrentar al médico, militar y abogado.

En el gobierno de la Provincia suelen generar ruido ciertas posturas de Berni. Pero al mismo tiempo, la justificación llega con la rapidez del rayo: “Sergio es Sergio”, señalan, para terminar con la polémica.

Ayer, cuando todavía se esparcían las esquirlas del episodio violento con Villalba, se apelaba a la misma lógica. La prepotencia de los resultados se imponía por sobre cualquier sobreactuación que pudiera haber ejercido el ministro. En medio de la conmoción general por la desaparición de la pequeña, lo que importaba era encontrarla con vida lo más rápido posible. Y más allá del hecho fortuito que terminó con el hallazgo, la interpretación oficial era que “Berni lo hizo”.

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En términos políticos, se puede concluir que el ministro salió fortalecido de un desafío que debió surfear imponderables e incertidumbre. Los propios voceros oficiales admitían que se respiraba una mezcla de satisfacción y alivio por el final del caso.

Quedará para un análisis un poco más minucioso si la policía fue lo suficientemente profesional en la resolución del hecho. Pero Berni, que se puso al frente del operativo junto a su par porteño Diego Santilli, salió airoso de un reto demandante.

En clave política, el ministro volvió además al centro de la escena, luego de largas semanas de silencio en las que faltaron sus clásicos raídes mediáticos y sus frases explosivas. Puede que el desenlace si se quiere positivo del caso lo devuelva al foco de atención.

En medio de ese paréntesis de exposición arreciaron las versiones acerca de cierto cansancio del ministro y sus eventuales deseos de dejar el cargo. Sin embargo, cerca de Kicillof niegan una salida.

Por el contrario, la resolución del caso quizás tenga el efecto de la primavera y logre reverdecer el proyecto político que el ministro viene acuñando desde hace algún tiempo y que apunta a ser candidato a gobernador en 2023.

Su nombre también era mencionado para encabezar la lista de diputados nacionales por la Provincia este año, pero el envión había perdido fuerza. Puede que ayer se haya comenzado a escribir otro capítulo de esa historia.