Corazón y tecnología: cómo hizo James Cameron para crear un mundo bajo el agua en la nueva “Avatar”

La carrera de James Cameron, como una metáfora del cine mismo, ha estado atada a las innovaciones tecnológicas: sus primeros megaéxitos fueron de alto contenido tecnológico (“Terminator” en 1984, “Aliens, el retorno”, en 1986, la poco recordada “El Abismo”, en 1989, donde por primera vez se sumergía bajo el agua). Con “Titanic” (1997), subió aún más la vara en términos de puesta en escena, y la apuesta dio sus frutos: se ganó el corazón de millones de fans con una historia de amor clásica pero espectacular que se convirtió en la más vista de todos los tiempos.

Y luego vino “Avatar”, donde volvió a mezclar el amor, la emoción y el espectáculo, desafiando lo que se conocía hasta la época en términos de efectos visuales: buena parte de lo que vemos hoy en pantalla en las grandes producciones hollywoodenses tiene su origen en la superproducción que también llenó las salas de manera récord.

Trece años después de aquella entrega, llega mañana a los cines locales, con preestreno hoy, la esperada secuela, segunda parte de cinco planificadas: “El camino del agua”, donde Cameron, una vez más, intenta dar un nuevo salto tecnológico. La película requirió de una gran inversión, un equipo multitudinario y varios años para terminarse, además de enormes recursos técnicos para llevar a cabo la visión de Cameron a la pantalla.

A continuación, repasamos algunas de las técnicas y tecnologías que hicieron posible esta nueva visita a Pandora.

El frágil equilibrio ecológico de la luna Pandora vuelve a estar en peligro en “Avatar: el camino del agua”, que aspira a ser “más que una película, una experiencia”, según Sigourney Weaver, que gracias a la tecnología interpreta con 73 años a una adolescente.

La cuestión es así: Jake y Neytiri, héroes de la película original de 2009, la más taquillera de la historia del cine, vuelven a protagonizar la cinta, pero esta vez son ya una pareja adulta, responsable de cinco adolescentes. Una de las menores a su cargo es Kiri, hija biológica del avatar de la doctora Grace, personaje que interpretó Weaver hace trece años y que fallecía en esa primera entrega.

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La misma actriz estadounidense, célebre por papeles como la teniente Ripley en “Alien” (1979) y Diane Fossey en “Gorillas in the Mist” (1988), se somete ahora a la magia de los efectos especiales para dar vida a su propia hija, una adolescente rebelde y espiritual.

“Inmediatamente pensé que sería divertido”, rememoró Weaver en una conferencia de prensa al ser preguntada por la primera vez que el director le propuso el papel. “Me dijo algo horrible. Me dijo: ‘eres tan inmadura que en el fondo tienes 14 años en cualquier caso’”, dijo entre risas.

BAJO EL AGUA

Como su nombre lo indica, además, la película pasa bastante tiempo bajo el agua, una de las texturas más difíciles de replicar en el cine. Y una de las obsesiones de Cameron, que lleva casi toda su carrera filmando con agua, desde “El Abismo” a la primera “Avatar”, pasando, claro, por “Titanic”.

Hasta la primera “Avatar”, sin embargo, todo era realizado en gigantescos sets: en la primera visita a Pandora comenzó a coquetear ya con superficies acuáticas generadas por computadora, un gran desafío que intenta nuevamente replicar.

Eso no quiere decir que toda el agua será realizada por computadoras. Al contrario, la secuela precisó de varias sesiones de rodaje bajo el agua, en apnea. Y, luego sí, un importante trabajo en posproducción.

Pero en ese sentido, advirtió Cameron, “la tecnología no crea el arte. Son los artistas los que crean el arte”. Una película como “Avatar”, que se graba sobre un fondo azul antes de añadir los decorados, texturas y accesorios por ordenador, le debe todo a la interpretación de los actores, consideró Cameron, aunque tras el procesado digital apenas se les reconozca.

“El corazón, la emoción, la creatividad... todo eso viene primero”, durante el rodaje de escenas “reales”, la primera etapa de construcción de la película, antes incluso de que se definan los ángulos de cámara y los planos. “Sólo después empieza el trabajo técnico”, explica.

Obsesionado con lo digital y los efectos especiales, James Cameron es una leyenda que revolucionó varias veces el cine: la tecnología ocupa un lugar central de su obra, pero no lo es todo, asegura. Y ahora que todas las producciones pueden acceder a los efectos especiales, y que se pueden invertir cientos de millones de dólares en un blockbuster, ese “talento artístico” es lo que marca la diferencia, considera el rey de la taquilla.

“Cualquiera puede comprar un pincel. Pero no cualquiera puede pintar una obra”, dice.

En ese sentido, Cameron habla también de la “inteligencia artificial” utilizada para tratar las imágenes (por ejemplo, para el personaje de Weaver): el cineasta asegura que no la utiliza para “sustituir a los actores, sino para ser aún más fieles a su interpretación”.

ESPECTÁCULO

“El camino del agua” marca el regreso de otra tecnología: el 3D, que ha cobrado un carácter decorativo, secundario, desde el estreno de “Avatar”. Pero Cameron creía al filmar “Avatar” que la imagen en relieve, que necesita gafas especiales, se impondría en el mundo del cine. Aunque esa predicción no se cumplió, vuelve a utilizar la misma tecnología para aumentar la espectacularidad de las tomas.

La cinta, que aprovecha al máximo la capacidad inmersiva del 3D, sumerge al espectador en los vastos océanos de un mundo alienígena y en la lucha de los indígenas contra los humanos, obstinados en utilizar su potencia militar para controlar el entorno y explotar los recursos del lugar.

“En términos de la presentación, estamos creando un rango altamente dinámico, creo que es muy importante. La proyección es más brillante ahora de lo que era hace una década, lo cual es mucho mejor para el 3D. Usamos formatos con una tasa de fotogramas ridículamente alta en el proceso de crear nuestro 3D porque la gente se vuelve más sensible a los movimientos laterales rápidos. Tu mente es más sensible, así que resolvimos esto aplicando juiciosamente una tasa alta de fotogramas por aquí y por allá en la película. Todo esto para hacer una experiencia visual mejor”, explicó el director.

EN FUNCIÓN DEL MENSAJE

Pero, repite, todo está puesto en función de la historia, del espectáculo: “No creo que nadie debería ir a ver una película porque está hecha de cierta manera. Eso es sólo parte de nuestro talento artístico. Creo que las razones para ver esta película son las mismas que para ver la primera. Entras a un mundo. Te sumerges completamente en él. Sientes que te rodea y te conviertes en un habitante, y puedes deambular por ahí. Entras en ese viaje”.

Esa historia es otra vez la de Pandora, una alegoría de nuestra relación con el medioambiente: ese mensaje ecológico fue una de las claves del extraordinario éxito de “Avatar”, la película más taquillera de la historia, con cerca de 3.000 millones de dólares de recaudación desde su estreno, en 2009.

Como un Cousteau moderno, fascinado por el mar y sus profundidades, hasta el punto de ser uno de los pocos seres humanos que se ha sumergido en submarino en la fosa de las Marianas, la más profunda del planeta, Cameron vuelve a insistir en “Avatar: el sentido del agua” en el mensaje ecológico que contribuyó al éxito de la primera entrega.

“No creo que el objetivo de una película ‘Avatar’ sea decir lo que hay que hacer”, señaló el director. “Pero puedes influir en los sentimientos de la gente. La película te pide que sientas algo por la naturaleza, no solo que llores al final o sientas una emoción hacia los personajes. Se trata de sentir indignación, de que la gente se enoje en favor de la naturaleza. Esto despierta en nosotros esa conexión con la naturaleza. Aunque sea por unos minutos después de que termine la película, ves el mundo de otra manera”.

UNA GRAN APUESTA

La ambición narrativa de Cameron no se acaba, sin embargo, con este despliegue de efectos y alegorías: ya se encuentra en posproducción la tercera entrega de “Avatar”, y quiere que sean cinco en total. Por eso, esta secuela supone una gran apuesta.

“No puedo ser caprichoso, imprevisible, o impulsivo, debo mantenerme concentrado para crear algo que me guste a mi, al público y que sea suficientemente comercial para recaudar dinero”, aceptó.

“Esta es una gran apuesta. Y no sabremos a dónde estamos hasta la segunda o tercera semana. El éxito de la primera película, tuvimos un muy buen comienzo con 75 millones de dólares. Pero los estrenos de ahora superan eso por múltiplos de dos o incluso tres. Incluso si tuviéramos un estreno estelar, realmente no sabremos dónde estamos por un par de semanas porque fueron aquellos que la volvieron a ver en la primera. Era la gente que la quería compartir. Si tenemos esos de nuevo probablemente estaremos en un terreno firme”, lanzó su vaticinio Cameron, y avisa que “no vamos a seguir haciendo películas que pierden dinero”.