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Información General |OCURRIÓ EN LA PLATA

El Sátiro del vibrador: un panadero de barrio con una increíble triple vida

De día marido y padre amoroso y estimado comerciante. De noche, miembro de una banda pesada. Pero ni sus cómplices sabían lo que ocultaba

El Sátiro del vibrador: un panadero de barrio con una increíble triple vida
Hipólito Sanzone

Hipólito Sanzone
hsanzone@eldia.com

18 de Diciembre de 2022 | 05:00
Edición impresa

 

"Hay un problema con su auto".

El cine y la literatura se han hecho varios pic nic con ellos, razón por la que abundan historias. Acaso el mayor ícono haya sido el francés Henri Désiré Landru, también conocido como el Barba Azul de Gambais. Sus femicidios, perpetrados en las primeras décadas del siglo XX quedaron pegados a las historias de malos amores. Mató a 11 de las 300 mujeres a las que sedujo con el único fin de estafarlas.

Con menos clase y mayor brutalidad Landrú tuvo decenas de imitadores, todos cortados por una misma tijera: la impronta de la doble vida. Tipos "normales", padres de familia, exitosos profesionales, Así, de día. De noche unas bestias.

La Plata tuvo al menos media docena de casos similares de atracadores sexuales con doble vida. Algunos pagaron sus chanchadas con años de cárcel. Solo uno pagó con su vida.

SORPRESAS

Ocurrió en 1989 y se lo conoció como Domingo Ricardo Laborda, alias Riky, un hombre de estatura mediana, robusto, barba tupida y bien parecido que andaba por el final de los 30 años. Su entorno familiar y sus vecinos daban vueltas carnero de la sorpresa cuando trascendieron detalles de su doble vida que en rigor parecía ser triple. Y esto es porque al hombre "común" sumaba un rol de depravado sexual y a este el de miembro de una banda de ladrones a la que no le temblaba el pulso para matar. Pero, según jurarían, sus cómplices nunca supieron que Laborde además de todo lo que era, por las noches se metía en las habitaciones los hoteles alojamiento de La Plata para reducir a los hombres y violar a sus parejas utilizando un aparato de estimulación sexual popularmente conocido como "vibrador".

Sus andanzas terminaron imprevistamente en un hotel del Camino Parque Centenario. La policía le metió siete tiros. Y cuando su cadáver todavía estaba tibio, empezaron las revelaciones sorprendentes sobre la vida de Laborda, entre ellas que para la Justicia no era el desconocido, el vecino intachable y el ciudadano sin antecedentes que aparentaba. Y que mucho antes de los sucesos del Hotel Park, entre 1974 y 1975, Laborda había sido procesado por robos reiterados por los jueces Silva Pelosi y Millán. En el terreno de los asuntos inexplicables se supo que la Justicia entonces impartida por los jueces Piombo y Mayón lo había encontrado culpable de más robos y algunas violaciones en 1980 lo que le valió pasaje y estadía en Olmos, Batán y Sierra Chica. Pero pocos años después recuperó la libertad y en 1984 cayó por Robo. A todo eso, una jueza porteña, de apellido Lopardo, lo tenía empapelado por Extorsión.

Con semejante currículum en la mochila, Laborda andaba por La Plata como un vecino más y se había asentado en la zona de 17 y 61 como comerciante del rubro panadería, junto a su familia. Desde ahí pasaría de panadero simpático a depravado y también a ocasional ladrón solitario, como que, tras ser abatido y su foto publicada en el diario, un repartidor de cigarrillos lo reconocería como su asaltante.

Domingo Ricardo Laborda

ALIAS DORAPA Y GARECA

A medida que avanzaba la investigación sobre el muerto, costaba entender el entramado criminal que había sido capaz de tejer. Y saltó entonces que desde mediados de los 80 integraba una banda pesada, autora de robos con armas y hasta un recordado homicidio. Para la Justicia sus cómplices resultaron ser Jorge Alberto Mendiville y unos hermanos de apellido Enrique. Uno era José Horacio, alias Dorapa y su hermano Adrián, alias Gareca, por su parecido físico con el recordado goleador xeneize. Cuando se supo de sus detenciones varios jueces de la capital federal y de provincias del interior del país llamaron a La Plata para reclamarlos por causas pendientes. El primero de los Enrique, alias Dorapa, cayó en una cochera de la calle 70 entre 5 y 6, mientras trataba de abrir el baúl de una coupé Taunus ahí estacionada y llevarse un bolso con dinero, producto de un "trabajo" que había hecho el trío. Sin la velocidad con que hoy internet y las redes sociales hacen correr las noticias, la novedad sobre la muerte de Laborda sorprendió a los Enrique dos días después, cuando ya era tarde. Por su parte, a Mendiville los hechos lo encontraron en la cárcel de Caseros, purgando una condena por robo.

Henri Désidè Landru

El homicidio que se le atribuyó a la banda del sátiro del vibrador, ocurrió en marzo de 1987 y por sus características quedaría demostrado que el grupo había hecho un intenso trabajo de inteligencia previa que pudo haber incluido la figura de un entregador.

En la mañana del 27 de ese mes, Juan José Zavala, de 61 años, jubilado del Servicio Penitenciario y empleado de la casa de cambio Marra, por entonces la más conocida de la Ciudad, hizo lo que ya era habitual: esperar que por su casa de diagonal 95 número 32, pasara a buscarlo el taxista Néstor Leonardo Scetta a bordo del taxi disco 738. Había un acuerdo previo por el que Scetta, de 34 años, hacia ese viaje habitualmente. El muchacho era, por así decirlo, el chofer de confianza de Zavala y de la firma para la que trabajaba. Sin la rapidez de la Autopista La Plata-Buenos Aires, que tardaría unos años más en ser construida, el viaje a la capital federal donde Zavala recogía valores en efectivo para llevarlos a la agencia de la calle 7, se hacía ida y vuelta a través de la tortuosa Avenida Calchaquí, camino Centenario y parte de la Ruta 2 desde Berazategui hasta Quilmes.

RUIDO A ROTO

A las 18.30 de ese día, cuando Zavala y Scetta recorrían los últimos tramos del camino Centenario a la altura de la avenida Arana, en Villa Elisa, el auto empezó a corcovear y se detuvo con ese estertor que los mecánicos llaman "ruido a roto". Era el embrague. Ni chofer ni pasajero habían alcanzado a bajarse cuando los encerró una coupé Taunus gris con vivos negros de la que bajaron tres sujetos y uno quedó al volante. Le exigieron a Zavala el maletín con 60 mil dólares y una importante cantidad de Bonex, según se sabría luego. La historia oficial diría que Zavala se resistió y que Laborde le pegó cuatro tiros. El empleado de Cambio Marra moriría horas después en la Clínica Meneses de Villa Elisa. El chofer Scetta quedaría en la mira como principal sospechoso pero a su hoja de vida sin manchas la Justicia sumó en su favor el resultado de la pericia mecánica que se le haría al taxi y que diría que inexplicablemente el embrague del coche había explotado y que no se observaba nada raro, ningún indicio de sabotaje. La teoría que se fogoneó fue que la banda del vibrador los seguía a la espera de un lugar donde abordarlos y que al romperse el auto, aprovecharon la volada.

 

Sus cómplices en los asaltos jurarían que jamás imaginaron que su amigo era un volador

 

Tres años después tras la muerte del sátiro Laborda y la detención de sus cómplices surgiría otro dato sorprendente. Tenía que ver con la coupé Taunus estacionada en la cochera de la calle 5 donde fue detenido alias Dorapa. El vehículo, su baúl o algún que otro recoveco interior, habría funcionado como "caleta" o "canuto", como caja fuerte donde guardaron el botín durante los tres años que pasaron entre el sangriento robo al empleado de Cambio Marra y la muerte del sátiro. Con su parte de ese hecho, Laborde compró la panadería de la calle 61 que usó de pantalla hasta su caída.

PESADOS

Pero la multiplicidad delictiva de la banda del sátiro del vibrador no dejaría de sorprender y se sabría que también habían incursionado en un rubro difícil y hasta de ribetes épicos: el de los boqueteros. En efecto, en la madrugada del 4 de enero de 1989 accedieron a una propiedad contigua al Banco Monserrat, en la zona de 48 y 8, y abrieron un agujero en una pared. Trabajaron toda la noche sin poder abrir la caja fuerte y huyeron. Pero inexplicablemente regresaron el 2 de febrero y volvieron a fallar. Ambas tentativas se plasmaron en causas a cargo de los jueces Borrás y Madina. Pero la derrota no los amilanó y siempre haciendo gala de un aceitado mecanismo de inteligencia para "marcar" víctimas, en la noche del 19 de agosto siguieron al empresario Luis Alberto Malchiodi, titular de la UENYA, entidad que nucleaba a estaciones de servicio de la Ciudad. El hombre no alcanzó a depositar en el cajero automático del Banco Los Tilos, de 46 entre 6 y 7, el millón y medio de australes que llevaba en una bolsa plástica. Entraron al cajero detrás de Malchioidi y a punta de pistola lo dejaron sin un austral. Huyeron en una Ford Ranchera que llamaba la atención por los dos grandes tubos de GNC que tenía en la caja. Laborde se la habría comprado hacía poco tiempo atrás.

Pero si algo le faltaba a la banda del Sátiro del Vibrador para demostrar que sus miembros era pesados de verdad, fue el asalto al Juzgado de Sentencia Letra Ñ de la capital federal donde se propusieron "limpiar" la hoja de vida de Mendiville que tenía tres causas por Extorsión. En esa operación a mano armada lograron que una empleada del juzgado les entregara los expedientes pero en la huida Mendiville cayó preso y lo mandaron a Caseros. Ahí se enteraría de la muerte de su cómplice y de su "triple vida", puesto que tanto él como los hermanos Enrique seguirían negando haber estado al tanto de que Laborde era un depravado. Laborde, esa mañana del asalto al Juzgado, consiguió perderse en el intrincado tránsito porteño y zafar.

Los hermanos Enrique, Dorapa y Gareca, habían instalado una parrilla en la zona de la Terminal de Ómnibus de La Plata. Allí detuvo a alias Gareca una partida policial al mando del entonces comisario Julio Gómez Sánchez.

PESADILLA DE LOS TELOS

Alias Riky había sido, antes de su muerte, una verdadera pesadilla social. Se le atribuyeron 30 hechos de violación cometidos en el ámbito de hoteles alojamiento de La Plata. Había atacado en por entonces muy frecuentados "telos" de la Ciudad como el Pussycat, Los Aromos, La Florida, Eros y el Park donde encontró su trágico final. En aquel 1989 las cámaras de seguridad eran poco menos que cosa de ciencia ficción y Laborde aprovechaba eso. Su forma de operar era deslizarse al interior de las cocheras de los hoteles, algunas veces agachado y caminando escondido detrás de los automóviles que ingresaban. Luego, elegía la habitación a atacar. Golpeaba la puerta suavemente e informaba que "hay un problema con su auto, abra por favor". Una vez dentro, reducía a los hombres a punta de pistola 9 milímetros, la que se le secuestró junto a su cuerpo acribillado.

 

Cuando empezaron los tiros la pareja se escondió debajo de la cama

 

La noche del 26 al 27 de octubre Laborde detuvo la camioneta Ranchera en la que circulaba y estacionó frente a una sandwichería cercana al Park Hotel, de Camino Centenario y 507, en jurisdicción de la comisaría de Gonnet. Desde ahí se introdujo al lugar con las intenciones de siempre. Pero esa noche no contó con un elemento que no estaba en sus cálculos. La conmoción por los ataques del "sátiro" que se metía en los hoteles era muy grande. Y aunque para muchas personas era un tema desconocido, en el ambiente de ese rubro era un asunto que preocupaba y mucho. Las denuncias de las víctimas se manejaban bajo reserva y de ahí la sorpresa cuando se supo que Laborde había cometido más de 30 hechos. El elemento que lo condujo a la muerte fue un sensor de movimiento que una semana antes habían instalado en la zona de cocheras del Park. Los responsables del negocio, preocupados por la ola de ataques, habían contratado los oficios de un especialista en alarmas. Cuando la luz roja se activó en el tablero de la oficina, rápidamente llamaron a la comisaría de Gonnet. Esa noche estaban de guardia el subcomisario Ignacio Urcola, el oficial Delgado y el cabo Porta.

"Anda por el sector 12", les dijeron en el hotel. Y en efecto, Laborda ya había trepado la escalera caracol y golpeaba la puerta de esa habitación. El hombre que lo atendió no quiso abrirle. Laborda dijo que era de la policía pero el otro no quiso saber nada. Entonces el sátiro del vibrador les pateó la puerta y la dejó a medio abrir.

LA MUERTE EN EL SECTOR 12

Cuando tomaba impulso para una segunda patada oyó la voz de alto policía. "De acá me sacan muerto pero me llevo a unos cuantos", amenazó. Y para que la sangre no llegara al río le tiraron una cápsula de gas lacrimógeno que convirtió al lugar en un infierno. La pareja se encerró en el baño y abrieron la ducha ante los efectos del gas que pasaba bajo la puerta pero cuando oyeron los primeros tiros se escondieron bajo la cama. Parapetado en la escalera caracol, Laborde empezó a tirar. Oficialmente se dijo que el primero que lo embocó fue el cabo Porta y después vinieron seis balazos más. Junto a su cuerpo retorcido en la baranda de la escalera encontraron el arma con la numeración limada y en uno de los bolsillos de su pantalón, un vibrador de considerable tamaño. Tiempo después, corrió en la Ciudad la leyenda urbana de que entre sus víctimas figuraba el hijo de un empresario local y su por entonces bellísima novia, que luego se haría famosa en la televisión.

Laborde era casado, padre de dos hijos y en su doble o triple vida figuraba un avanzado noviazgo con una muchacha de Los Hornos, cuyos padres lo querían como a un hijo y no veían la hora de los confites.

La cochera de la habitación 12 del Park Hotel. El cadáver del sátiro quedó enganchado en la escalera después de la balacera

 

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