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La jugada de Cristina para envolver a todo el PJ en su derrotero judicial

La jugada de Cristina para envolver a todo el PJ en su derrotero judicial

“Canten la marcha”, pidió Cristina en el Congreso a los militantes/Twiter

Mariano Pérez de Eulate

Mariano Pérez de Eulate
mpeulate@eldia.com

25 de Agosto de 2022 | 04:08
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Como si fueran las palabras mágicas en un truco de prestidigitación, Cristina Kirchner disparó el martes último, con su volcánico descargo no jurídico a las acusaciones de la fiscalía de liderar una asociación ilícita desde el Estado y el pedido de 12 años de prisión, una inyección de mística, de horizonte político, a una tropa oficialista que se enfrentaba al incómodo momento de tener que militar -en pos de la supervivencia- aquello que para el peronismo es igual a una herejía: sacarle al pueblo, en vez de darle. El ajuste que, indefectiblemente, debe afrontar el gobierno nacional para no implosionar.

El vehículo dialéctico de esa estrategia es la idea fuerza, a esta altura una verdad indiscutida intramuros, de la persecución política a través de instrumentos judiciales y mediáticos. El famoso “law fare” que, en esa construcción discursiva, sólo existe si el perseguido es un líder de las izquierdas, progresista, supuestamente popular y/o populista.

“Este no es un juicio contra Cristina, es un juicio contra el peronismo”, rubricó la vicepresidenta, como piedra angular de ese nuevo razonamiento, en aquella diatriba por la causa Vialidad que la tiene a maltraer. Sería algo así como decir: me juzgan por ser la líder de un movimiento político; por eso todos los de este espacio estaremos bajo la lupa. Es contra todos.

Se evidencia cierta novedad: hasta el martes, la supuesta persecución política era contra ella y el kirchnerismo duro, una corriente personalísima que ha dado batallas internas -algunas muy exitosas- contra el aparato justicialista, llamémosle, tradicional. Desde ese día, el acoso continuo es contra todo el peronismo, con sus varias tribus incluidas. Así, salvo alguna excepción en el interior del país, Cristina ha logrado envolver prácticamente a todo el partido bajo su causa, su pelea. Una suerte de socialización de sus problemas judiciales, originados en la supuesta corrupción de sus dos gestiones como Presidenta.

Fue terriblemente sintomático sobre esta cuestión cuando el martes, luego de su speech vía redes sociales, la vicepresidenta salió al balcón de su despacho en el Senado para bailotear frente a la pequeña multitud de fieles que se agolpaban en la calle. “Canten la marcha”, ordenó, para que los cánticos a su favor viraran a las estrofas del legendario himno partidario que siempre será identificado con la varonil voz de Hugo del Carril.

Hablamos de una lideresa que, en verdad, no ha sido precisamente un cuadro típico partidario. Es casi imposible encontrar una elección en la que Cristina haya sido candidata del PJ, en términos de reivindicación histórica de ese sello.

Ella, y en especial su difunto esposo Néstor Kirchner, siempre cultivaron la lógica frentista de los peronistas pero con cierto desprecio por “el escudito”. Desde los tiempos de Santa Cruz. La creación exclusiva del matrimonio es el Frente de Todos y, en lo que a la vice se refiere, cuenta con el copyright de Unidad Ciudadana, ese espacio que creó en 2017 para enfrentar justamente al PJ bonaerense oficial.

Aquella vez logró que casi todos los intendentes peronistas del Conurbano renuncien al partido que los formó y se vayan con ella al incipiente sello cristinista. Los mismos que, en estas horas, salieron en manada a respaldar a Cristina frente al pedido de detención y a recitar el libreto de que las acusaciones de los fiscales Mola y Luciani no tienen ninguna prueba respaldatoria. En rigor, ella ha logrado que toda la dirigencia que aquella vez intentó jubilarla, e incluso la parte del justicialismo que la enfrentó en 2013 con Sergio Massa a la cabeza, se encolumne con su tesis persecutoria.

Estudiosos de la opinión pública consultados por este diario coinciden en señalar que el peronismo actual, sentado en un gobierno en plan de antipático ajuste, está básicamente sostenido por los votos del famoso núcleo duro de Cristina. Que, si bien muestra un descenso lento por la envergadura de la crisis económica, sigue siendo determinante para la salud interna del espacio.

Eso significa que aquel 47% que sacó Alberto Fernández en 2019, con la novedad del peronismo unido por la cooptación de Massa, se ha ido achicando. El test electoral de medio término de 2021, que marcó una pérdida de millones de votos para el PJ, configuró el actual escenario: objetivamente hay una mayor incidencia en el capital político del gobierno del electorado cautivo de Cristina.

Esto marca la inevitabilidad de su presencia para el peronismo y explica su condición de líder total del espacio, incluso ahora que ha quedado más expuesta -en forma negativa- por el juicio Vialidad. Se verá el año que viene si ese peso actual de su figura se puede traducir en algo más que una candidatura a senadora nacional, el escenario de mínima.

Lo que nadie duda es que tendrá un peso decisivo en la configuración de la oferta electoral del oficialismo para 2023, con capacidad de veto incluida. Y seguramente en algo más: la dialéctica de la estrategia electoral, el eje fuerza sobre el cual montarse. Es que, en este contexto, asoma más cómodo para el PJ esculpir una campaña basada en la victimización por la supuesta persecución política “al partido que siempre se ocupó de la gente” que sobre la defensa de lo hecho, donde sólo van a poder mostrar malas noticias. Por el tenor del achique del gasto estatal -algo en lo que Cristina, en definitiva, nunca ha creído- y por el maridaje “maldito” con el Fondo Monetario.

La gran movilización peronista que se está armando para “bancar” a Cristina, con fecha tentativa 17 de octubre, el mismo día del hito fundacional del justicialismo, asoma como la corporación simbólica de esta ofensiva político-electoral, más allá de la idea de meter presión en la coyuntura. Es un gran desafío: para semejante comparación histórica, vinculada a lo pasional, se requiere mucho más que militancia rentada.

Asoma más cómodo para el PJ esculpir una campaña basada en la victimización

 

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