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Mariano Pérez de Eulate
mpeulate@eldia.com
En la primera semana después del balotaje, los sindicalistas de la CGT asisten un poco desconcertados al armado del nuevo gobierno que conducirá el presidente electo Javier Milei y del que obviamente se sienten ajenos. No recibirán al libertario con ánimo rupturista de entrada porque en realidad están expectantes respecto a lo que éste hará con el mundo laboral en general y con sus intereses corporativos en particular.
La foto actual, aún antes de que Milei asuma, muestra lo siguiente: por un lado, un sector grande del piqueterismo y de los gremios de matriz kirchneristas, básicamente los estatales enrolados en las dos CTA, en actitud de “resistencia” por cuestiones ideológicas. Es que el nuevo presidente propone achique del Estado y estas agrupaciones sólo se conciben con una lógica expansionista del mismo, algo que fue especialmente notable en los últimos cuatro años. Por otro lado, los sindicatos cegestistas, la mayoría del sector privado, en la mencionada actitud de observación de lo que viene.
La verdad es que, antes de la elección, existieron señales de cordialidad entre Milei y “los muchachos”. Una: la famosa reunión reservada entre el libertario y el albañil Gerardo Martínez, en septiembre pasado. Dos: el experimento raro de la asociación efímera con Luis Barrionuevo, acaso el primer indicio de que la batalla mileista contra “la casta” era una pose de campaña, un gancho marketinero.
En esas charlas, Milei mandó el mensaje de que no tenía intenciones de enfrentarse a los sindicatos. Que no tenía pensado una reforma laboral integral e incluso coincidieron en la necesidad de cierta modernización de las normas. Es pública la idea del presidente electo de converger hacia un esquema de indemnizaciones por despido a través de un fondo que se integra por depósitos que hace el empleador en base a un porcentaje del salario del trabajador. Sería para nuevos empleados. Es el sistema de la UOCRA, el gremio de Martínez.
Pero luego del domingo 19N, cuando fue elegido jefe de Estado, las primeras definiciones de Milei fueron: que se paralizará la obra pública financiada con fondos del Tesoro nacional, que privatizará todas las empresas estatales que pueda y que avanzará con otros recortes en el sector estatal con la misión prioritaria de achicar el déficit fiscal, una de las causas principales del descalabro económico general.
Así, los gremios se pusieron en estado de alerta. La UOCRA en particular, con muchos afiliados que trabajan en empresas que viven de la obra pública. En rigor es parte del trabajo de los sindicalistas: resistir, aún con parámetros algo perimidos para algunos rubros, todo lo que suene a afectación de derechos o despidos.
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El periodista especializado en temas gremiales, Ricardo Carpena, opinó ante este cronista: “Hasta hoy, no hay un canal de diálogo abierto entre el nuevo gobierno y la CGT. Pero es entendible porque los libertarios se vienen mostrado bastante caóticos en estos primeros días. Los gremios, ansiosos, buscan precisiones, que aún no tienen. Por eso la inquietud, por lo que han visto hasta ahora”.
“Si avanzan sobre los derechos sindicales vamos a tomar medidas”, avisaron en la CGT
Esa inquietud se evidenció en una reunión mantenida el jueves en la sede de la UOCRA, donde estuvieron todos los popes sindicales. Se decidió esperar la asunción del nuevo gobierno antes de actuar. “Si avanzan sobre los derechos sindicales vamos a tomar medidas”, avisaron. Una formalidad. Tal vez los más alertas dentro de la CGT sean los gremios de extracción peronista que representan a los trabajadores del Estado, siempre enfrentados a sus rivales de la CTA y a los de izquierda. Lo dicho: parecen ser los primeros apuntados en la lógica de acción libertaria.
Milei ya hizo alguna movida sobre lo que viene relacionada al tema laboral. El ministerio de Trabajo desaparecería como tal para quedar como secretaría dentro de la nueva cartera de Capital Humano. Omar Yasín será el secretario del área. Se trata de un abogado laboralista que trabajó en la campaña de Patricia Bullrich, de pasado juvenil en el liberalismo. Es la figura clave para los gremios.
Su segundo será Horacio Pitrau, que tiene muy buenas relaciones históricas con los sindicalistas. Fue el segundo de la cartera de Trabajo durante la presidencia de Mauricio Macri, cuando el ministro era Jorge Triaca hijo. Será, se explicaba ayer en fuentes gremiales, un primer canal de diálogo. El periodista Carpena coincide con su buena llegada al edificio de la calle Azopardo.
Pero sobre todo, más allá de nombres, lo que más inquieta a los gremialistas es saber qué tiene pensado Milei para la Superintendencia de Servicios de Salud, el ente autárquico que administra los fondos de las obras sociales sindicales. Un rumor de las últimas horas que habría llegado a oídos de “los Gordos” es que Milei pretendería disolverla en medio de su plan “motosierra”. No es oficial, nadie les dijo eso. Pero temen que, envalentonado por el casi 55% que obtuvo en el balotaje, el presidente electo avance sobre un ítem que jamás mencionó en las charlas anteriores a los comicios.
Muchas obras sociales están en una precaria situación financiera, con deudas con sus prestadores y deudas que el Estado tiene con ellas. ¿Cumplirá Milei con el pago de las mismas, algo que no cumplió ninguno de los últimos gobiernos peronistas?
Por cierto, el notable respaldo popular a Milei en la segunda vuelta, leído como una demanda de cambio, obliga a los gremialistas a cierta cautela inicial. Estudian el terreno, moderan bravuconadas como las habituales de Pablo Moyano, que se declaró enemigo de Milei antes de los comicios. Por lo menos en esta primera semana. Sobre ellos también recae una suerte de lupa social: el gobierno que se va deja una inflación de casi 150% o más, 40% de pobreza, la inédita situación de trabajadores asalariados que son pobres y, sin embargo, nunca hubo un paro, ni siquiera una protesta más o menos seria. La pregunta es si también estarán incluidos ellos en la demanda de cambio.
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