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Arquitectura bioclimática: casas para las personas y el ambiente

Cada vez más platenses se interesan por instalar paneles o termotanques solares, pero muchos profesionales sugieren que es mejor construir o adaptar las viviendas para optimizar los recursos, con menos energía

Arquitectura bioclimática: casas para las personas y el ambiente

Casa bioclimática en La Hermosura, con bloques de hormigón celular. A los dueños les gustó el color y decidieron no revocar el exterior

Alejandra Castillo

Alejandra Castillo
acastillo@eldia.com

5 de Febrero de 2023 | 02:39
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Si un día cualquiera se nos ocurriera -quizás mirando la factura de un servicio- hacer un poco más sustentable la casa en la que vivimos, seguramente arrancaríamos por cambiar las lamparitas por luces led o de bajo consumo. Con el envión, es hasta probable que pidamos presupuesto de paneles o termotanques solares, pero si en ese devenir nos detuviéramos a mirar cómo se las ingenian los animales para hacer sus casas con recursos del entorno, entenderíamos que no es tan importante cambiar la fuente de los recursos, como optimizarlos o hacerlos más eficientes. Eso es arquitectura sustentable y bioclimática.

“Es diseñar los espacios para hacerlos habitables y confortables; estéticos, pero también funcionales y amigables con el medio ambiente, incorporándoles estándares de sustentabilidad”, explica Luis Díaz, un arquitecto especializado en diseño y construcción de viviendas bioclimáticas. Asegura que una simple ventana mirando al norte te garantiza luz natural y ahorro de calefacción; dos puertas enfrentadas, ventilación cruzada y, los ladrillos adecuados, aislación térmica y acústica.

“Hay que aprender de los italianos y de las casas antiguas de La Plata”, sugiere, “las que tienen unas rejillitas al lado de la puerta, banderolas y 50 centímetros entre la tierra y el piso, lo que genera un colchón térmico. La rejilla toma el aire de la calle, la pasa por debajo del piso, entra al ambiente y se va por la banderola, porque el aire caliente va para arriba. Eso es diseño, pero también es sentido común y no es caro”.

La arquitectura bioclimática apunta a optimizar la economía de recursos con la aislación termo acústica de los espacios, para lograr eficiencia energética. Es decir, que se enciendan las luces o la calefacción sólo cuando sea necesario, y reducir esa necesidad al mínimo posible.

“Hay bloques de hormigón celular curados en autoclave, que son livianitos, porosos y tienen como bolitas de aire encapsulado que aíslan térmicamente. Es un poco más caro que el cerámico marrón que conocemos, pero a la larga resulta más económico, porque no necesita revoque ni aislante y ahorrás en gas y electricidad”, explica Díaz. Habla del Retak.

No hace ni 20 años que un corralón local empezó a comercializar este material, “con un trabajo de hormiga”, reconoce Amaury Acosta, uno de los dueños de esta firma que es representante oficial de la marca en la Región y la dio a conocer con charlas que ofrecían un sábado por mes. “Estos ladrillos llaman mucho la atención porque son blancos y macizos; parecen una piedra pómez”, describe, y menciona, entre varias virtudes que “es más liviano, no requiere acarreo de material y reduce 30 por ciento el tiempo de construcción”.

“Lo comparo con el adobe, porque mantiene el clima; no tiene transmitancia térmica, es acústico e ignífugo”, dice Amaury, lo que termina volviéndolo más barato. En el corralón confirman que muchos arquitectos ya adoptaron este material, que es uno de los más utilizados en el mundo para la construcción, especialmente en Europa, porque es el elemento aislante más accesible, económicamente hablando.

Abril Aylén Montserrat tiene 22 años y está en pareja con Matías desde que eran adolescentes. Con el sueño de la casa propia, en 2021 empezaron a gestionar un préstamo Procrear, que por fin les otorgaron en junio de 2022. La construcción arrancó en noviembre pasado en el fondo del terreno donde viven los padres de Matías, en Los Hornos, allí donde antes se juntaban a tomar mate, charlar y jugar a las cartas con su familia y con amigos. Este proyecto, bautizado “la casita del fondo”, es de 45 metros cuadrados, incluida una pérgola que le garantiza climatización pasiva a la vivienda. Si todo sale bien, en tres semanas podrían estar viviendo ahí.

“No teníamos pensado hacer una casa sustentable hasta que conocimos a un arquitecto bioclimático y nos encantó la idea. Aunque el crédito no es mucho, tratamos de hacer lo más que podemos, por lo menos con los ladrillos térmicos”, cuenta Abril, lo que les permitió levantar la casa en 20 días. Como no conocían a nadie que los hubiera usado, tuvieron que investigar.

El propósito inicial era sumar otros elementos sustentables, como un termotanque solar, paneles y un biodigestor, pero “aumentó todo y no pudimos”, lamenta la joven, aunque sentaron las bases para incorporarlos más adelante. Ya sabemos qué son los paneles solares. ¿Qué es un biodigestor? Un recipiente o tanque hermético, en cuyo interior se descompone materia orgánica. La red sale de la casa y pasa por distintas etapas, en donde las aguas negras (cloacales o residuales) no van a las cloacas o al pozo ciego, sino que se tratan y pierden su consistencia en distintos estadíos, con la ayuda de bacterias que se compran en las ferreterías y “viven” en un pozo invertido. Así llegan a un pozo blanco, convertida en agua totalmente útil para riego y fertilizante orgánico.

BACTERIAS “BUENAS”

Todo esto que parece carísimo y complejo “sale más barato que hacer un pozo ciego, que contamina las napas y la tierra y tenés que llamar cada cierto tiempo a un camión atmosférico para vaciarlo, porque no filtra”, asegura el arquitecto Díaz. ¿Y las cloacas? “Peor, porque tiran todo al mar, ya que nadie lo trata”, sentencia.

Díaz reconoce que lo ideal es un “baño seco”, que no es otra cosa que un inodoro que funciona con aserrín, que luego se utiliza para compostaje; sin embargo, la mayoría de los clientes son reacios a este tipo de innovaciones.

Guillermo Mariano, magister en Arquitectura y Hábitat Sustentable, también destaca que la sustentabilidad se logra desde el diseño, la adaptación e interacción con el sitio y los recursos donde se ubica la casa (orientación, ventilación, relieve, etc.) y la materialización de la misma: “Debe considerarse la incorporación de estrategias que tengan que ver con la eficiencia energética y energías limpias, pero antes hay un proceso de definición de medidas estratégicas que apunten a una calidad espacial ambiental, buscando evitar el costo inicial de aislamiento y mantenimiento.”

Quienes construyen su casa desde las bases pueden tomar decisiones importantes en este sentido, lo cual se complica mucho más si ya está edificada. Pero, calma, no todo está perdido.

“Hay un proceso que se llama de rehabilitación edilicia”, indica Mariano, para conseguir que una vivienda sea bioclimática o sustentable “mediante estrategias o tecnología que logren una mayor eficiencia térmica envolvente”. Dicho de otro modo, reforzar la cáscara o membrana del edificio con aislamiento, para que no entre ni salga el calor o el frío.

“Esto se logra con revestimiento, sobre todo externo, que mejore las condiciones térmicas de los muros o con el cambio de aberturas o carpinterías eficientes”, explica el profesional, sin pasar por alto la importancia de los techos, porque es el que recibe la mayor incidencia solar. “Lo que logra con la envolvente es generar una diferencia térmica entre el exterior y el interior buscando una temperatura ambiente confortable, que no requiera ser compensada con equipos de calefacción o refrigeración”, argumenta Mariano.

PRIORIDADES

Coincide Díaz en que una casa ya construida se puede volver más sustentable encarando una auditoría energética del espacio habitable. Y aunque no es lo mismo que encarar el proyecto desde cero, reconoce que la prioridad para el “bioclimatismo es que tener una muy buena aislación en el techo, paredes y aberturas”.

“El techo es lo que recibe la mayor cantidad de radiación anual y donde más se concentra el calor. Con una buena aislación térmica, diseño y construcción, se gana casi un 60 por ciento de la climatización interna pasiva de la casa, reduciendo las necesidades de calefacción en invierno y de ventilación en verano. Son recursos de diseño”, insiste Díaz, quien antes de planificar cualquier proyecto conoce a quienes se lo encargan a través de juegos, preguntas y hasta tomándoles medidas para saber a qué altura poner una ventana o la mesada de la cocina. “Es el método que usaba Rodolfo Livingston”, dice, en alusión al reconocido arquitecto que murió el 6 de enero pasado.

“En la sustentabilidad también es importante convertir a los errores en virtudes”

“Hacerse una casa es como hacerse un traje a medida”, compara, aunque en Argentina ambas cosas sean cada vez más inaccesibles. Y se sabe que un mal cálculo puede complicar bastante las cosas. Es lo que les pasó a Sebastián Wenger y a su pareja, quienes se mudaron felices a una casa preciosa en Villa Elisa, enamorados, sobre todo, de la pileta, hasta que con el primer calor fuerte descubrieron que darse un chapuzón requería de muchísimo coraje.

“La orientación de la pileta no permite que le lleguen suficientes horas de sol y el agua estaba siempre helada”, recuerda Sebastián, lo que los convenció de averiguar por calentadores solares. “Antes de conocer esa posibilidad habíamos averiguado por los sistemas tradicionales de climatización de piscinas por caldera, pero esa modalidad tiene mucho en contra: alto costo de los equipos, alto costo y complejidad en la instalación y, sobre todo, un altísimo costo en la factura del gas. La única ventaja es que el agua se calienta muy rápido, pero no es nada sustentable”, aclara.

El sistema de calentamiento por mangueras solares funciona de la siguiente manera: a la tubería por la que el agua circula a través de la bomba de filtrado, se le genera un “bypass” para que se conecte con estas mangueras en forma cilíndrica (ubicadas en el techo). El agua se eleva con la misma bomba u otra adicional, para que cuando baje y vuelva a la pileta, la temperatura sea mucho más alta, debido a la cantidad de metros y el tiempo que le llevó bajar de nuevo. “Encendiendo este sistema unas 3 horas por día durante una semana, la temperatura ha pasado de 20 grados hasta los 29 -detalla Wenger-; y en las horas en las que el sol es más fuerte, el agua que baja de las mangueras solares directamente no se puede tocar porque quema”.

Sebastián ya había utilizado energía solar para alimentar unas luces decorativas en el jardín, las cuales, tres años después, siguen usando las pilas recargables originales a su máxima potencia. Además, aficionado a la meteorología como es, tiene una estación meteorológica alimentada por un panel con baterías que llevan ya dos años de vida útil.

LOS SUBSIDIOS LE GANAN AL CAMBIO

¿Qué sucede con los paneles y termotanques solares? Según Díaz, estos últimos “son lo mejor de todo, económicos y con un impacto muy bajo”, pero con los paneles hay polémica: “No son caros; son caras las baterías o el sistema de acumulación, que, encima, tiene una vida útil muy baja, salvo las de litio. Lo ideal sería tener paneles solares para cargar todo lo que tenga batería, como el celular o la notebook”.

Ese problema intentó remediar la Ley 27.424, de Generación de Energía Eléctrica de Origen, para que cada usuario inyectara a la red la energía de sus propios paneles y pagara la diferencia de su autoconsumo. Pero no prosperó.

“Los países desarrollados no conciben una arquitectura que no sea sostenible”

La utilización en Argentina de este tipo de tecnología o materiales sustentables sigue siendo baja por la incidencia de los costos, el desconocimiento y una tendencia a priorizar ciertas tendencias estéticas, deslizan los profesionales.

“Los procesos de rehabilitación edilicia se dan en Europa a partir del costo de la energía, que tiene un valor muy considerable. Al estar subsidiada, en Argentina ese costo está totalmente deformado y no le impacta al usuario”; reflexionó Mariano. Por eso, la mayoría de las personas prefiere refrigerar o calefaccionar su casa, antes que invertir en aberturas de doble vidrio hermético y PVC, que siguen siendo mucho más costosas que las tradicionales.

Sin embargo, a veces no es una cuestión de bajo presupuesto. “Hay casas en las que gastaron mucho dinero para hacerlas ‘lindas’ sin tener en cuenta estas cuestiones; te morís de calor en verano, te morís de frío en invierno o te privás del confort de vivir en una casa con luz natural”.

Volviendo al arranque de la nota y al desafío de encarar cambios sustentables en nuestro metro cuadrado, Díaz invita a pensar por qué y para qué hacerlos: “¿Para qué voy a poner una lamparita de bajo consumo si tiro en el tacho de la basura toda la comida sin clasificar? ¿Para qué poner un panel solar si tengo 5 heladeras? ¿Para qué comprar baterías contaminantes que tenga que cambiar cada dos años?”

“Cada vez que veo una boca de tormenta me acuerdo de un cartel que pusieron en una ciudad para una campaña gráfica: recuerden que aquí empieza el mar. Si reflexionamos y cambiamos el enfoque, vamos a hacerlo cotidiano”, cierra el arquitecto.

 

 

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