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Espectáculos |UNA VANGUARDISTA DEL DESEO

Katja Alemann: “Nos han adoctrinado a las mujeres para odiar siempre nuestro cuerpo”

La actriz, bailarina, modelo e ícono vuelve al cine tras más de una década en “La sudestada”, que llega a cines esta semana y donde baila al natural en el medio del Delta: “Es hacerse amiga de un cuerpo que le pasó la vida, que vivió. Es un nuevo modelo de belleza: estamos en una época madura para eso”, dice, en diálogo con EL DIA

Katja Alemann: “Nos han adoctrinado a las mujeres para odiar siempre nuestro cuerpo”
Pedro Garay

Pedro Garay
pgaray@eldia.com

7 de Mayo de 2023 | 09:06
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En 2015 Juan Sáez Valiente firmó la novela gráfica “La sudestada”, la historia de un detective privado, bien argentino, bien porteño, amiguista y algo atrasado en cuestiones de corrección política, al que le encargan seguir a Elvira, una famosa coreógrafa de misterioso comportamiento. Años más tarde, los directores Daniel Casabé y Edgardo Dieleke decidieron hacer su primera ficción en base a la historieta. Y pensaron en Katja Alemann para el rol de Elvira, porque, dice ella, en diálogo con EL DIA, si no era ella “estaban fritos: ¡nadie más iba a bailar en bolas en el Delta!”

Para la actriz, bailarina y modelo que revolucionó los 80 ha pasado más de una década desde su última aparición en la pantalla grande, con “La última mirada” y “El amigo alemán”. Y es un retorno desafiante porque, como adelanta, la película, que se estrena este jueves en salas tras pasar por el Bafici, la muestra bailando desnuda en el Delta, descubierta por el Sabueso, protagonista del filme encarnado por Juan Carrasco, quien se deslumbra ante esa aparición de ensueño en medio del Tigre.

 

“Tengo mucho público femenino y muchas mujeres me agradecen haber sido una referente de libertad, de poder hacer lo que una quiere y bancartela”

 

Katja relata que no ha estado del todo alejada del cine, sin embargo. coprodujo “Quiero morir en tus brazos”, película de Víctor Jorge Ruiz (que la dirigió en “La última mirada”). Su rol: “Tuve la tarea de ir a pedir que paguen a tiempo las cuotas del INCAA… cosa que no sucedió. Tuvimos que interrumpir el rodaje”, se ríe, para no llorar, Alemann.

Alejada de los sets, le llegó hace un par de años la propuesta de Casabé y Dieleke, documentalistas hasta aquí, directores de la premiada “Cracks de nácar”, que querían convertirla en esta solitaria coreógrafa experimental que le hace perder el “olfato” al Sabueso, un detective que basa sus pesquisas en una premisa: siempre hay alguien que quiere hablar.

Tenso thriller noir, bien atmosférico, “La sudestada” enamoró a Alemann, según relata. “Me gustó mucho la historia y me encantó el personaje, un personaje a mi medida: ¿quién más iba a hacer ese personaje si no era yo? ¡Estaban fritos, nadie más lo iba a hacer, bailar en bolas en el Delta!”, cuenta entre risas.

Alemann como Elvira, la enigmática coreógrafa de “La sudestada”. La actriz habló con EL DIA de los desafíos del rol y de ser mujer a los 60 en la industria

Pero se pone seria al hablar de la danza y algunos retazos documentales que aparecen en el filme, que la muestran en un pasado experimental, como actriz y performer en las películas de su madre, la cineasta alemana cineasta alemana Marie Louise Alemann.

En “La sudestada” aparece una porción de “Ringside”, corto experimental “que hice de pendeja con mi mamá”, como si fuera parte del pasado de Elvira. De esa época, cuenta la icónica Katja, también artista musical, queda poco, casi nada, salvo el material que guardó Marie Louise: “Mamá fue realmente mi biógrafa: lo que tengo lo tengo gracias a ella, yo no guardo nada, soy muy enquilombada, no tengo las fotos ordenadas… De todos mis trabajos, no tengo nada registrado. Así que mi mamá, que iba con la cámara y me filmaba, fue mi documentalista”.

“Y fue mi primera directora, yo jugué con ella a hacer las películas que quería a hacer, porque para mí era un juego todavía”, recuerda con cariño.

La película supuso el reencuentro de Katja con el cine, pero no con la danza, una actividad que nunca la ha dejado. “Estuve bailando con Melingo en los Ecuentros Maximalistas”, relata. También bailó en “RPM”, de Leo Kreimer, con la actuación de la primera bailarina del Teatro Colón Natalia Pelayo, en el Centro de Creación Contemporánea Arhaus, este fin de semana. “La danza siempre ha sido uno de los grandes disfrutes de mi vida, siempre me gustó. Y además estudié, hice contemporáneo. No te voy a decir que soy bailarina, pero me formé”, dice.

Parte fundamental de “La sudestada”, trabajó sus escenas de danza junto a Diana Szeinblum. “Me parece muy talentosa, muy original en lo que hace, muy propia. Estuvo bueno… porque es difícil bailar en bolas”, explica. “Y más yo, que soy intempestiva para bailar. Empezamos a ensayar y yo bailaba como una loca, y después pensé: ¿cómo voy a bailar así en bolas? Todo rebotando… ¡No!”

“Aparte”, sigue Alemann, “tenía que trabajar en el Delta, con el piso mojado, y no tenía mucha estabilidad, me iba a la mierda, no podía hacer un gran despliegue de movimiento, tenía que ser algo más contraído, más quieto, más como una búsqueda: ella está buscando el movimiento, buscando que la naturaleza la lleve, que la absorba, hacer pasar a la naturaleza por el cuerpo”.

“Así que empezamos a trabajar con ella y encontramos esta otra forma de expresión corporal”, dice. “Porque, algo importante es que la epifanía del Sabueso no pasa por la calentura: no es que se calienta con esta mina bailando en el Delta, él entiende de golpe que hay otro mundo posible. Eso era importante: que la danza misma sea que tuviera que ver con el espíritu”.

 

“Me tocó ser deseada por generaciones y generaciones, y me di cuenta que quería sacarlo del lugar de la denigración: se degrada a la mujer a través del deseo”

 

- Como tu personaje, tenés una relación íntima con la naturaleza, y la película se filmó en el Tigre, donde vivís. ¿Qué significa para vos ese espacio?

- Cuando era chica, mi papá tenía barco: íbamos todos los fines de semana religiosamente. Yo nací en CABA, pero si me preguntan, de todos los barrios donde viví, de dónde soy, yo me siento de Tigre, que es el lugar donde más tiempo pasé. Me gusta mucho: tiene una cosa bucólica, el agua, la marea que va y viene, el ir con las botas cuando se inunda, todo ese folclore del Tigre, me es muy natural, es parte de mi vida.

- Te divierte esto de “bailar en bolas”, lo repetís entre risas, pero creo que es un acto de valentía en un mundo y en una industria donde mostrar mujeres de más de 30, 40 años, desnudas, es un poco un tabú.

- Sí. Implica bancarse la edad, el paso del tiempo, bancarse cómo el cuerpo se va transformando, porque obviamente no tengo el cuerpo que tenía cuando tenía 30. Así que es como hacerse amiga de esa imagen, que es otra, que no es la imagen que una tiene en la cabeza de cómo era. Fue un proceso personal de aceptarse. Lo dijo Emma Thompson: nos han adoctrinado a las mujeres para odiar siempre nuestro cuerpo. Tiene razón, siempre estamos queriendo tener el cuerpo que teníamos cuando teníamos 30, o ni siquiera el que teníamos, es un modelo imaginario que tenemos en la cabeza. Así que es hacerse amiga de un cuerpo que le pasó la vida, que vivió. Es un nuevo modelo de belleza: estamos en una época madura para eso, la gente tiene la capacidad de valorar eso, antes no. Incluso hay una cuestión de mercado, de valorar el paso del tiempo en el cuerpo: las canas, viste que están de moda, esas cosas. Por fin, por suerte. Me siento más en sintonía con la época.

- En los 80, publicaste “Eroticamente”, un libro sobre sexo que sacudió a la sociedad en ese sentido: destapaste algo que no se podía decir. Una mujer que puso sobre la mesa hablar de sexo, era escandaloso en ese momento. ¿Te sentís a la vanguardia en tiempos de erotismo?

- El erotismo de la película, de “La sudestada”, es un erotismo más bien creativo, no tiene que ver con la fantasía sexual. Tiene que ver con la fuerza vital de crear algo. Eso es algo que siempre he defendido: el erotismo, incluso el sexual, tiene que ver con esa fuerza vital, con la creatividad. Siempre defendí a capa y espada el deseo en la mujer: me tocó ser deseada por generaciones y generaciones de argentinos, que me lo manifiestan cada vez que tienen la oportunidad, de las formas más diversas (risas), y me di cuenta que quería sacarlo del lugar de la denigración, de la mancillación que tiene el erotismo habitualmente. Se degrada a la mujer a través del deseo, por esta división entre prostituta y santa, esta cosa que tenemos judeocristiana. Que sigue en el inconsciente colectivo: todavía no se ha deconstruido, como dicen hoy, aunque las nuevas generaciones están más adelantadas en todo esto. Por suerte. En fin: tengo mucho público femenino y muchas mujeres me agradecen haber sido una referente de libertad, de poder hacer lo que una quiere y bancartela. De liberarse de ciertas convenciones sociales, que eran muy jodidas para las minas.

 

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