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La Ciudad |Arroyos estériles, emisiones industriales y vehiculares de gases y hollín, degradación de pulmones verdes, basurales y otros problemas

La salud ambiental de la Región, ante sus encrucijadas

En un contexto de crecimiento desbocado y anárquico, la falta de políticas concretas que valoren, preserven y promuevan la calidad del ecosistema lanzó a la Región por un peligroso tobogán a cuyo pie no espera nada bueno

La salud ambiental de la Región, ante sus encrucijadas

La basura que arrastra el arroyo el gato se embalsa en varios puntos de su trayecto

3 de Septiembre de 2023 | 03:41
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En el año 2006, el arroyo Rodríguez, que atraviesa el noroeste platense desde Abasto a Villa Castells, albergaba en varios puntos de su recorrido colonias de peces heterogéneas y consolidadas. Casi un milagro para un curso de agua con impronta eminentemente urbana. Diez años después, mediciones similares mostraron un severo deterioro en la fauna. Y en la actualidad, ya no hay margen para milagros; no quedan más que bacterias filamentosas blanquecinas tapizando el lecho. Organismos que viven sin oxígeno, ausente debido a la progresiva contaminación.

Los arroyos son fieles indicadores de una involución ambiental que atraviesa diferentes escenarios de nuestra Región. La urbanización desordenada; el crecimiento y la sobreutilización del parque automotor; el avance de loteos contra riberas y bañados; la degradación de los grandes espacios verdes con talas y vuelcos de basura; las emisiones industriales de gases y hollín; las prácticas hortícolas sin fiscalización; todas, piezas de un rompecabezas de largo aliento, pero más complejo aún si nadie intenta unir las primeras.

“Los arroyos Gato y Rodríguez están sin vida, y el Carnaval y el Martín en terapia intensiva” resume Darío César Colautti, investigador y director del Ilpla, el Instituto de Limnología “Raúl A. Ringuelet” (Conicet-UNLP, CICPBA).

“Concretamente, todos los arroyos están recibiendo contaminantes y agresiones de varias fuentes y por diversas razones, en diferentes tramos” advierte el investigador: “el uso de agroquímicos en las cuencas altas que coinciden con el cinturón hortícola, algunas industrias, una impermeabilización generalizada de los pisos en los tramos medios que hacen que todo vaya a ellos, todo lo que se tire a las calles y se lave del asfalto; mucha basura, la materia orgánica de los asentamientos, el desagote de las piletas de los countries con sus desinfectantes y preservantes...”.

Colautti señala que todos los contaminantes son nocivos, pero tienen diferentes impactos. “Actúan por pulsos y/o procesos; un aporte puntual de un tóxico, por ejemplo, el vuelco de una fábrica puede ser un pulso, matando a la biota ‘de un saque’; pero pasa y es un reset, un parar y arrancar”. El aporte persistente de materia orgánica, por lo contrario, dispara un proceso que en el mediano plazo deja al agua sin oxígeno y la vuelve desolada. Esto ocurre en el Gato, por ejemplo.

A los demás cursos de agua no les va mucho mejor. “El Pérez resiste en algunos tramos, pero para cuando desemboca en el Gato pasó entubado por la Ciudad y es una cloaca” hace notar Juan Martín Paredes del Puerto, doctorando en Ciencias Naturales en la UNLP. Lo mismo ocurre con el Regimiento, aportante del Pérez bajo el casco histórico platense. Y con el arroyo del Zoo, que nace en parque Saavedra y nunca aflora hasta el actual Bioparque. “Con el Maldonado pasa algo particular” puntualiza Paredes, “tiene un brazo urbano bastante sucio, y uno que conserva un entorno un poco más verde. En ése todavía se encuentra vida. Ambos afluentes se unen a la altura de 3 y 92... y a partir de ahí, aguas abajo, gana el brazo ‘malo’ y desaparecen las especies”.

La sobreexplotación de las napas y su uso para riego también le jugó en contra a la flora y fauna fluvial. “En sus cabeceras, los arroyos se suelen depurar al recargarse naturalmente con agua de las napas, que en condiciones normales es limpia” señala Nora Gómez, investigadora principal del Ilpla: “el intercambio con las napas garantizaba un nivel basal a los arroyos, y cierta pureza; pero ya no hay aporte de las napas y los propios arroyos se secan más de lo debido en éstas épocas por ese motivo”.

Colautti advierte que “si los arroyos dejan de ser el ecosistema que prestaba servicios ambientales a la sociedad, para ser meros tubos de agua sin riberas, meros zanjones, el efecto sobre los hogares no va a tardar en manifestarse de una manera u otra. Es agua que llega al Río y recogemos para potabilizar, con un proceso que tiene un estándar pero no sabemos si elimina todo; en los cauces de la Región hay materia orgánica, metales pesados, metabolitos que excretan los humanos de fármacos como los anticonceptivos y el ibuprofeno que se toma en cantidades industriales, hay fibras de textiles, microplásticos...”.

Los arroyos son indicadores de la severa involución ambiental que atraviesa la Región

Vecino de Punta Lara, deportista y profesional con una larga trayectoria de defensa del ambiente, Fernando Monticelli conoce el Gato como pocos. No duda en afirmar que “el nivel de aceleración de la contaminación es alarmante. Apocalíptico”.

“Toda la mugre, la que flota y la disuelta, sale al Río de La Plata a sólo mil metros de donde ABSA, que no tiene planta depuradora de efluentes cloacales, extrae el agua que luego intenta potabilizar” se lamenta Monticelli: “Las generaciones que vienen recibirán un recurso natural no renovable totalmente degradado. Cuando las autoridades le empiecen a dar bola a este tema, será tarde. Hoy no le importa a nadie, a pesar de que estamos ante un paisaje protegido y hay fallos judiciales que ordenan preservarlo y limpiarlo”.

PULMONES “con respirador”

Cada nuevo metro cuadrado encementado sobre una superficie que preserva su suelo natural, particularmente en espacios verdes o de uso público, es una lápida sobre la calidad de vida futura de los habitantes urbanos. Lo mismo ocurre con la fragmentación y desnaturalización de los grandes pulmones verdes regionales.

El más significativo, por su superficie y diversidad, es el Parque Pereyra-. Y allí tampoco está todo bien. “Metafóricamente, el parque es desde hace muchos años un pulmón con respirador, frente a la ausencia de políticas públicas que puedan consolidarlo y potenciarlo” resume Virginia Pérez Cattáneo, presidente de la ONG Foro Parque Pereyra Iraola.

La profesional repasa que “a lo largo de los años, tristemente no solo para mí sino para todos los bonaerenses, no queda más que considerar que las distintas gestiones que han pasado por la Reserva nunca comprendieron su verdadera importancia y finalidad. Lo que nos deja a los vecinos batallando solos en favor de su preservación, tratando de no resignarnos a ser un grupo de incomprendidos eternos por los funcionarios públicos”.

“La mugre sale al Río de la Plata a mil metros de donde ABSA extrae el agua para potabilizar”

“El planeta nos demuestra cada día la relación directamente proporcional que existe entre el desinterés gubernamental por el cuidado del medioambiente y el cambio climático” indica la dirigente, que agrega que “sigue siendo preocupante la existencia de basurales a cielo abierto en el Parque, como sucede por ejemplo en el antiguo camino a Boca Cerrada que además constituye la zona núcleo e intangible. Cualquiera que se anime a transitarlo puede comprobar lo que venimos advirtiendo desde el Foro”.

Además, se menciona que los asentamientos siguen creciendo, no sólo en las zonas productivas -donde se puede apreciar “subarrendamiento ilegal de tierras”- sino en la zona aledaña a la estación ferroviaria Pereyra, donde existe el más importante en términos de extensión y población, que se estableció dentro de un cañaveral, sin agua potable o electricidad.

“En palabras figurativas podría decir que el Parque Pereyra es un paciente en estado vegetativo y con respirador artificial, que agoniza intentando sobrevivir a la ausencia absoluta de políticas públicas en materia medioambiental” concluye Pérez Cattáneo: “mientras los gobiernos miran para otro lado, la personas intentan explicarse por qué se elevan las temperaturas, por qué llueve cada vez más y sufrimos inundaciones, por qué las tormentas son cada día más implacables, etcétera. La respuesta es sencilla: toda moneda tiene reverso. El desinterés por el cuidado del medioambiente no puede tener otra consecuencia que el deterioro de las condiciones de vida”.

 

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