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Victoria Villarruel durante su visita a La Rural / na
Mariano Pérez de Eulate
mpeulate@eldia.com
La política argentina asiste a un “déjà vu”, que se repite cada tanto y por eso mismo instala la sensación de cosa ya vivida: las peleas, a veces con más intensidad que otras, entre el presidente de turno y su compañero de fórmula. Javier Milei y Victoria Villarruel transitan esa etapa de fricciones a poco más de siete meses de asumir sus cargos pero en verdad el ruido viene desde hace rato, acaso antes de las respectivas juras.
Los Fernández, Alberto y Cristina, son el más cercano recuerdo que tienen los argentinos de un lazo político y personal roto casi desde el principio, incluso con pulsiones de uno -en este caso la dama- tendientes al boicot del otro, basadas en el convencimiento de una superioridad jerárquica en el liderazgo del espacio político al que pertenecían. Que era real, por cierto.
La historia reciente remite también a lo que pasó con Fernando De la Rúa y Carlos “Chacho” Alvarez en la experiencia de la Alianza, allá por el inicio del siglo XX, una ruptura de hecho antes del año de gestión. También, la congelación de relaciones entre Néstor Kirchner y Daniel Scioli, que nunca terminó en separación por la notable capacidad del segundo para tragar sapos en pos de su supervivencia política. Y, claro, el “crac” durante la primera presidencia de Cristina y su vice radical, Julio Cobos, a propósito de la votación legislativa de la famosa resolución 125, que marcó el fin del experimento nestorista conocido como la transversalidad.
No se incluye en este punteo post-democracia recuperada la pelea política entre Carlos Menem y Eduardo Duhalde porque ésta se empezó a librar cuando el segundo ya no era vicepresidente sino gobernador de Buenos Aires, con aspiraciones presidenciales.
La última escalada de tensión pública entre Milei y Villarruel se dio a propósito del canto racista hacia colegas de Francia de un jugador de la selección nacional de fútbol, muy repudiada por la Federación Francesa de ese deporte, y que mereció una defensa tuitera de la Vice con algo de desmesura -generalmente, un atributo del Presidente- y que contuvo una crítica a la nación gala.
Es historia conocida la alusión al “colonialismo” de los franceses y la exaltación de un componente nacional argentino “criollo, indio y negro”, que escribió Villarruel. Lo que generó una gestión de disculpas de Karina Milei ante la embajada francesa en Buenos Aires, que por supuesto expuso a la Vice y sirvió para marcar diferencias con ella.
Pero el viernes último, el Ejecutivo avanzó un poco más en ese fino trabajo de esmerilamiento sobre la titular del Senado: el vocero presidencial, Manuel Adorni, se encargó de contar en forma oficial el agradecimiento del presidente Emmanuel Macron por la gestión de la hermanísima, recogida durante la reunión bilateral que mantuvo con su par argentino en París. De ser real, el dato sugiere una supuesta molestia del francés por el episodio.
Karina Milei y Victoria Villarruel tienen una manera diferente de construir política
Dijo textual: “El presidente Macron se tomó un momento para agradecerle directa y especialmente a la señora Karina Milei por sus palabras la semana pasada en ocasión de la polémica por los cánticos racista y el desafortunado tuit de la Vicepresidente. Dijo personalmente que había apreciado su intervención”. No hubo palabras públicas del gobierno francés, por lo que es la única versión del encuentro. Como concepto, mucho más duro contra Villarruel que aquel “No fue un tuit feliz”, que había deslizado Milei en un reportaje.
En verdad, la tirria fuerte es entre las dos mujeres. Fuentes libertarias dicen que el Presidente y Villarruel mantienen una correcta relación personal. Admiten que es menos fluida en comparación a las épocas en que ambos eran sólo un par de diputados nacionales de un módico bloque y que parte de esa pérdida de cercanía hay que rastrearla en la decisión de Milei de no cumplir la promesa que le había hecho a ella de dejarla influir sustancialmente en las áreas de Defensa y Seguridad.
Lo dicho: Karina mira con mucha desconfianza a la Vice. La Secretaria General es la encargada de armar el andamiaje político-electoral para que La Libertad Avanza se presente a elecciones en 2025 con partido nacional propio. Tiene nula experiencia en la materia pero una mano derecha de apellido muy vinculado a ese mundo: Eduardo “Lule” Menem. Y su primo Martín, titular de la Cámara de Diputados.
Este grupo, al que se suma el asesor todo poderoso Santiago Caputo, buscaría dejar en claro que “Victoria es otra cosa”, explican fuentes oficialistas. El motivo central de esto es que existiría la sospecha de que la Vice “está armando algo propio”, juntando masa crítica para eventualmente convertirla en una estructura que la acompañe (¿Un partido político, una línea interna?) porque sabe que no la dejarán tener ningún tipo de injerencia en el armado electoral del año que viene.
En el mundillo político se sabe que Villarruel está actuando como una suerte de discreta ambulancia. Buscaría recoger los heridos que dejan en La Libertad Avanza los hermanos Milei. Esos dirigentes que son desplazados -y en muchos casos posteriormente humillados en forma pública- por expresar diferencias de criterio con la Rosada. Algunos casos son más públicos que otros. Y también apuntaría a sectores no libertarios, incluso del peronismo.
Esto marca un detalle importante: además de diferencias personales, Karina y Victoria tienen una manera diferente de construir política.
Villarruel ya estuvo en la exposición en La Rural y sabe que hay malestar entre los ruralistas
El otro dato interesante en todo esto es que Villarruel por ahora no ha caído en la pelea pública frontal. Por más provocadora que sea la embestida del lado presidencial, ella se para como colaboracionista convencida de Milei, nunca como impedidora. En esa clave hay que leer las fotos que desmienten rupturas, como la ya famosa a bordo de un tanque militar durante el desfile del 9 de Julio, y la que tal vez se realice hoy en el predio de La Rural en Palermo, durante la tradicional ceremonia de la muestra del campo.
Villarruel ya estuvo en la exposición y sabe que hay un malestar en los ruralistas por las demoras en el cumplimiento de las promesas que les hizo Milei respecto a las mejoras impositivas y cambiarias. Escuchó, declaró su alineamiento con el sector. ¿Se “vendió” como producto político en ese ámbito tan clave para la economía nacional? Es posible. Seguro cuando le lleguen los informes respectivos, a Karina y a Caputo no les hará nada de gracia esa visita en solitario.
El politólogo y analista Daniel Montoya aporta un interesante perspectiva para analizar la relación Milei-Villarruel. Asegura que es un reflejo en la Argentina actual de una “tensión histórica” entre liberalismo y nacionalismo, que ha tenido expresiones tanto políticas como literarias.
“Es Milei pregonando la vuelta al proyecto ideal de la generación del 80, de fines del siglo XIX y principios del XX, con la búsqueda de una Argentina desarrollada en base al espejo de las potencias occidentales, versus el país que se mira más a sí mismo, que se asienta en sus raíces criollas, más negras, en su cultura nacional, con especial acento en el interior, en las provincias del Norte y Sur, en lo telúrico”, explica.
Montoya acierta en algo: Milei en efecto tiene un discurso reivindicatorio de la vuelta a los valores conceptuales y económicos de aquella elite que manejaba el país (con nombres como Roca, Avellaneda, Pellegrini o su amado Alberdi), incluso casi negando o rotulando con la categoría de perdición a todo lo que vino después. Básicamente la oposición a esos exponentes, de tinte más popular, que fue creciendo hasta ganar el poder con el primer radicalismo y, más adelante en el tiempo, con la llegada del peronismo.
Más resolutiva, Villarruel expresó su lado en aquella convivencia en el binomio presidencial de los dos modelos históricos que analiza Montoya en el célebre tuit de la polémica donde citó y retrató a Remedios del Valle, al sargento Cabral y a Bernardo de Monteagudo y cuestionó a una de las naciones europeas en las que pretendían reflejarse los liberales de antaño.
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