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Mil anécdotas y un millón de amigos. Su relación con Monzón y Bonavena. Cuando se entrenó con Cassius Clay, dijo: “bailé con el viento”
José Menno, en una de las tantas entrevistas que le dio a EL DIA
José Menno (1936-2014) integra de pleno derecho junto a Raúl Landini, Julio Mocoroa, Antonio Aguilar, Hugo Luero, Ezequiel Maderna, Héctor Patri y otros cultores, la mejor galaxia del boxeo platense.
Fue un verdadero trotamundos del box, peleó contra los mejores en Estados Unidos, Alemania, Italia, Francia y otros países, fue entrenador en Australia, Argelia, Costa de Marfil y, claro, en La Plata. Registró así una historia llena de episodios memorables. La mayoría de ellos relacionados a los amigos que ganó –muchos de ellos tan famosos, como Carlos Monzón y Ringo Bonavena-. Una vez retirado, dijo: “El box a mí no me dio el campeonato del mundo, pero sí el de la vida”.
José fue el séptimo de diez hijos de Sabino Menno y Antonia Celefato
Para muestra bastaría sólo con esta anécdota: a los 25 años de edad subió al mitológico ring del Madison Square Garden para enfrentarse con el estadounidense Wayne Thorton, número uno del ranking semipesado, que fue su categoría. Pero días antes había cambiado guantes en los entrenamientos con un peso pesado que venía dando que hablar, Cassius Clay (más tarde Muhammad Ali). “Fue como bailar con el viento”, recordó Menno, que nunca se olvidó que había “guanteado” con el número uno.
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Como boxeador, los críticos señalaron que su estilo venía del puro conocimiento del oficio: era frontal, sin excesos, con una defensa sobria y un enorme corazón para sostener la pelea. Los que lo vieron pelear recuerdan su mandíbula de hierro y su mirada limpia, que nunca se desviaba del rival, pero al mismo tiempo dejaba traslucir una permanente humanidad en su actitud, una actitud ética.
Fue también un incansable personaje de su querida ciudad de La Plata. Había recorrido gran parte del mundo, boxeando primero y, luego, enseñando todo lo que aprendió arriba del cuadrilátero.
Su muy rica trayectoria le permitió lograr una gran amistad con Oscar Ringo Bonavena y haber sido sparring de Carlos Monzón y, además, uno de sus ayudante en el rincón en la noche más gloriosa del santafesino, cuando le quitó la corona al italiano Nino Benvenutti y se consagró campeón mundial de los medianos.
Esa noche, José Menno estuvo en el rincón y entre sus miles de anécdotas contó que frenó la invasión de un hincha italiano al ring, que tenía intención de interrumpir la cuenta de protección del árbitro y en esa acción recibió un zapatazo en la cabeza.
Nacido en el barrio de Tolosa el 5 de junio de 1936 e hincha fanático de Estudiantes, ya desde chico se inició en una vida intensa de trabajo. Fue el séptimo de diez hijos de Sabino Menno y Antonia Celefato, provenientes del sur de Italia, en Bari.
Repartió leche en un carro, hombreando los tarros de metal que pesaban más que él. Después trabajó en el viejo Mercado de 48 y 4. Allí templó su carácter social y aprendió a convivir con todo el mundo.
A los 18 años debutó como boxeador amateur y se mostró como lo que siempre fue, un valiente en el ring como lo fue en la vida. Como aficionado tuvo 40 combates y luego pasó al profesionalismo.
En los años 60, después de muchas victorias, viajó por el mundo porque su nombre se había hecho conocer. Un bolso, un pasaporte y el coraje fueron su equipaje. Enfrentó a los mejores del planeta, entre semipesados y pesados. Tuvo 53 peleas, con 25 triunfos, siete empates y una veintena de derrotas.
Bonavena lo eligió como amigo. Lo invitó a comer al programa Los Ravioles de Doña Dominga y días después Menno lo trajo a Ringo a su casa de Tolosa. Mientras comían, Ringo vio que la verdulería del hermano de Menno, que estaba al lado, no tenía cartel: “José –le dijo- tengo el cartel que tiene que poner tu hermano al frente del negocio: “Compre a Menno y gane más...”.

Ringo bonavena y José Menno
Fue amigo de Zubeldía, de Bilardo, de Poletti, de todo el Tri. Siguió a Estudiantes a todas las canchas, fue Pincha de alma y de él se dijo que una vez lo llevaron a una final en Montevideo como guardaespaldas. Él lo negó, “jamás hice eso”. Aunque es verdad que fue a Montevideo, que Estudiantes ganó por la Libertadores en el estadio Centenario y que a la salida hubo que abrirse camino con alguna energía entre los hinchas uruguayos. A poco de su fallecimiento, Estudiantes lo honró poniéndole su nombre a un gimnasio.
Ya retirado del ring, Menno dedicó su vida a la docencia. Entrenó a muchos jóvenes boxeadores, entre ellos al gran Hugo Luero. Enseñaba sin gritar, sin enojarse, con la mirada y el ejemplo. “El boxeo salvó a mucha gente de la calle”. Tenía mucha experiencia entre las cuerdas, pero más en la vida.
Con toda justicia se dice que fue un campeón sin corona o, en todo caso, que tuvo siempre una corona invisible sobre su cabeza. Fue técnico y a la vez fajador, valiente.
Murió en la misma casa de Tolosa en la que vivió toda la vida. Fue padre de cuatro hijos. Entre sus múltiples actividades le enseñó algunas estrategias del boxeo a Diego Peretti y así participó en una escena en la película “Tiempo de Valientes”.
Ese fue un buen título –tiempo de valientes- para definir la vida de este embajador platense en el mundo del boxeo.

José Menno supo dejar una huella imborrable en el boxeo
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