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El Mundo |Geopolítica y tecnología

La guerra silenciosa de la desinformación: cómo Rusia, China e Irán manipulan la política global

Las campañas de injerencia extranjera evolucionan con estrategias más sutiles y herramientas de Inteligencia Artificial. Desde Estados Unidos hasta Europa, la desinformación se infiltra en redes sociales, manipula minorías y profundiza la desconfianza en las democracias

La guerra silenciosa de la desinformación: cómo Rusia, China e Irán manipulan la política global
9 de Marzo de 2025 | 03:02
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En las elecciones presidenciales de Estados Unidos, Rusia apunta a reforzar a Donald Trump, mientras que Irán favorece a Kamala Harris. China, en cambio, parece moverse en una dirección menos clara, pero mantiene una participación activa. En el viejo continente, la situación es similar: la guerra en Ucrania convierte a la desinformación en un arma clave de Moscú para desestabilizar a la Unión Europea y justificar su conflicto. A cuatro semanas de las elecciones europeas, ya se han detectado casos de injerencia extranjera, desde interferencias en las señales GPS hasta sobornos a políticos en Bruselas.

Injerencias más evolucionadas

Las estrategias han evolucionado. Ya no es la propaganda burda de 2016, plagada de errores ortográficos y mensajes incendiarios. Ahora la injerencia extranjera se infiltra en comunidades específicas, utilizando cuentas falsas en redes sociales para manipular minorías, veteranos militares y jóvenes universitarios. Rusia emplea Telegram y Reddit para influir en votantes clave. China genera narrativas falsas en español sobre la Corte Suprema de EE UU, mientras que Irán crea sitios web dirigidos a públicos muy concretos, como “Not Our War” para veteranos o “Afro Majority” para la comunidad negra estadounidense. Además, operaciones chinas como “Spamouflage” han usado inteligencia artificial para generar contenido que aparenta ser de ciudadanos estadounidenses, logrando penetrar con más eficacia en el discurso político.

En Europa, la situación es igual de crítica. Se han detectado intentos de soborno a políticos en Bruselas, bloqueos de señales de GPS en el Báltico y páginas falsas que incitan a soldados franceses a alistarse para la guerra en Ucrania. La UE ha creado mecanismos para rastrear estas injerencias, pero la expansión de la desinformación es difícil de contener. Además, hay pruebas de que grupos vinculados al Kremlin han financiado campañas de desinformación en países como Hungría, Italia y Eslovaquia, aprovechando el descontento social para debilitar la cohesión europea. Las redes de influencia rusa se infiltran en medios digitales y utilizan periodistas afines para legitimar narrativas falsas. La desinformación se ha vuelto un componente estructural de la guerra híbrida, donde el Kremlin no solo busca influir en elecciones, sino cambiar la percepción de la realidad en Occidente.

La inteligencia artificial también juega un papel clave en este nuevo panorama. Plataformas como ChatGPT han sido explotadas para generar artículos falsos, manipular imágenes y hasta diseñar software malicioso. OpenAI, con investigadores como Ben Nimmo, detecta y bloquea estas operaciones, pero el problema persiste. Rusia y China experimentan con IA para amplificar el alcance de sus campañas y perfeccionar técnicas de engaño. Informes recientes revelan que la IA generativa ha sido utilizada para clonar voces de figuras políticas, crear deepfakes convincentes y fabricar encuestas falsas que alteran la percepción pública. Además, herramientas avanzadas permiten generar contenido personalizado según audiencias específicas, aumentando la eficacia de la manipulación.

Rusia y China experimentan con la IA para perfeccionar técnicas de engaño

La falta de una estrategia unificada en las grandes tecnológicas agrava la crisis. Empresas como Meta y Google han reducido esfuerzos para frenar la desinformación. Mientras tanto, actores estatales y grupos como el Grupo Wagner aprovechan el vacío. A pesar de los intentos de la UE y EE. UU. por fortalecer la seguridad cibernética y la alfabetización digital, la desconfianza crece. En Alemania, por ejemplo, hasta un 40% de la población cree que Occidente es responsable de la guerra en Ucrania, una narrativa impulsada por Rusia. En Francia y España, el escepticismo hacia la OTAN ha crecido exponencialmente debido a campañas de desinformación que presentan a la Alianza como un organismo intervencionista y agresivo. Según los expertos, una de las estrategias clave del Kremlin es generar la impresión de que la democracia es un sistema fallido, logrando que los ciudadanos pierdan interés en la participación política.

Cada uno a su manera

En EE UU, la desinformación está diseñada para profundizar las fracturas políticas. Grupos vinculados a Moscú han impulsado teorías conspirativas sobre el sistema de votación, desacreditando las elecciones antes de que ocurran. En paralelo, los esfuerzos chinos han intensificado la polarización en torno a temas raciales y migratorios, generando contenido que aviva la tensión entre comunidades. Irán, por su parte, ha explotado el descontento social mediante cuentas que se hacen pasar por activistas estadounidenses. La campaña de desinformación china no solo busca dividir, sino también mejorar la imagen de Pekín en el extranjero, atacando activamente a las instituciones que cuestionan su política exterior. Estas tácticas incluyen la difusión de falsos testimonios y el uso de influencers occidentales para legitimar el discurso oficial chino.

La desinformación no busca solo influir en elecciones. Su objetivo final es generar apatía, desinterés y desconfianza en la democracia misma. Si las instituciones fallan en controlar esta amenaza, el verdadero triunfo será de quienes buscan debilitar a Occidente desde dentro. La erosión de la confianza en los procesos electorales, los medios de comunicación y las instituciones gubernamentales es el daño colateral más peligroso de estas campañas. Sin una respuesta coordinada y efectiva, el impacto de la desinformación seguirá creciendo, transformando el panorama político global de maneras impredecibles. A medida que las elecciones en EE. UU. y la UE se acercan, la guerra de la información se intensifica, demostrando que el futuro de la democracia no se define solo en las urnas, sino también en la batalla por la verdad.

 

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