“Me da mucho miedo aburrirme”

Con su barba algo desalineada y su look de camisa desabrochada y remera estándar, casi como una caricatura que repite el atuendo todos los días, Hernán Casciari es modelo: pero no un modelo estético de los que abundan y torturan a hombres y mujeres con ideales inalcanzables, sino, al contrario, un modelo contracultural, paladín del hágalo usted mismo para toda una generación que creció en internet, y desmitificador de ideales, valores y estructuras de esas que causan parálisis y traumas.

Pero, antes que todo, era (es) un escritor. Nacido en Mercedes, Casciari, que este sábado llegará La Plata para mostrar su primera experiencia sobre las tablas, “Una obra en construcción”, se mudó en el 2000 a España desde donde pergeñó la bastante argentina y muy exitosa “Más respeto que soy tu madre”, que no sól llegó al teatro sino también saltó de la web al libro como todos sus primeros proyectos.

Hasta que se cansó. “En 2010 me harté de las multinacionales de la cultura. En esa época escribía mis novelas para Mondadori, Plaza & Janés, Sudamericana y Grijalbo. Y escribía columnas en los diarios El País de España y La Nación de Argentina. Y a finales de 2010 renuncié a todos públicamente y fundé la Editorial Orsai”, revela Casciari, la semilla con la que comenzó una segunda etapa en su vida: la de no depender de nadie para hacer lo que quería.

Una manera de hacer las cosas, la autogestión, que “no es importante. Ni siquiera es necesario. Pero es muchísimo más divertido y te sentís mejor a la noche”, afirma el fundador de la recordada Orsai, para la cual, recuerda, necesitó mucho dinero. “Para generar mis proyectos necesito mucho dinero”, afirma, rompiendo con la romantización de la autogestión, y explica: “Lo que hago es pedírselo a mis lectores, y no a Coca-Cola ni al Gobierno en forma de subsidios. Pero sí que necesito una bocha de plata. El primer año de la revista Orsai no se hizo sin plata. Los lectores nos dieron un millón y medio de dólares, vía Paypal, en menos de un año”.

Y además avisa que su editorial no es una excepción: “Hay muchísimos proyectos culturales, hoy en día, que funcionan en base al crowfounding, el micromecenazgo o la desintermediación financiera. ¿Por qué voy a pensar que Orsai es una excepción si cada día veo a cientos de pibes haciendo un corto, o un demo, o un libro, gracias a la ayuda económica de una pequeña comunidad conectada mediante una red social?”, dice Casciari.

Sin embargo, tras un período donde las opciones culturales sin intermediarios se reprodujeron, hoy parece haber una contracción de esas propuestas y un contraataque de las industrias tradicionales por el control del alma de internet. ¿Significa que el futuro se entregará a una cultura sin intermediarios, o que triunfarán las industrias culturales reafirmando su poder sobre el arte? “No entiendo por qué tiene que ser ‘o’. ¿Por qué tiene que ser una cosa o la otra? Yo apuesto a que el nexo coordinante sea ‘y’. Es, y será, una cosa y también la otra. Lo que tenemos que entender es que, durante dos mil años, siempre fue una sola cosa, una cosa horrible, unilateral, abusiva y monopolizante. Ahora es esa cosa… ¡pero también es la otra! Y tenemos que estar muy contentos de que no haya ‘o’. El siglo XXI es de ‘y’”, opina.

DEL PIJAMA AL ESCENARIO

Casciari, quien alguna vez dijo que “con internet podés hacer todo en pijama”, sostiene que su vida sigue siendo de pijama y compu, a pesar de los muchos proyectos que encara: “Realmente no hago otra cosa más que escribir un cuento una vez por semana, desde hace quince años, en mi blog. Todo lo demás no lo hago yo. Lo hacen mis cuentos: se convierten ellos solos a otros formatos. Yo, como mucho, se los permito”, dice.

Pero de todos modos, con “Una obra en construcción” deja su zona de confort, hecha de libros y pijamas, y se sube al escenario por primera vez en sus 45 años. ¿Por qué? “Porque tuve un infarto y salí ileso, porque me enamoré, porque volví a Buenos Aires, porque ya no fumo, porque dejé de ser noctámbulo y sedentario. Pero sobre todo, porque descubrí que es muy divertido contar los cuentos en voz alta, además de escribirlos”, dice sobre la decisión de afrontar la obra que llega a El Teatro este sábado, en dos funciones (21 y 23.30) por entradas agotadas para la primera.

Una obra donde el desafío no sólo es el de debutar sobre las tablas, sino, además, afrontar un espectáculo donde ninguna función se repite y cada noche entrega una experiencia diferente. “Me da mucho miedo aburrirme. Y no sabría decir cada noche lo mismo. Entonces cambio los textos cada semana para sentir que tengo algo nuevo que hacer. Además, en cada función invito a alguien (el mes pasado un día vino Mercedes Morán, otro Diego Peretti; una noche Kevin Johansen, otra Pergolini) y cada invitado tiene un cuento distinto”, explica Casciari y dice que esta experiencia única no es una crítica al entretenimiento producido en masa (“¡No, válgame Dios! Ni en pedo haría algo para que funcione como una crítica a otra cosa. Las boludeces que hago no son trascendentes ni intentan señalar nada”, jura).

Lo que sí es fijo, y algo famoso ya, en la obra de Casciari, es la presencia de su madre en escena y la paliza que recibe de parte de ella. El autor y ahora actor dice que la experiencia “se llama evolución. De chico mi mamá me pagaba cuando se le antojaba a ella. Ahora, que crecí, me pega cuando yo le digo y le pago para que lo haga. Me parece que es un avance muy grande por mi parte”.

PARA

AGENDAR

Qué: Una obra en construcción

Dónde: 43 entre 7 y 8

Cuándo: Sábado a las 21 y a las 23.30