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Manuel Puig, como el ciudadano ilustre, vuelve al pago en "Regreso a Coronel Vallejos"

Hasta el próximo miércoles se proyecta en el Select un documental que retrata la ambigua relación entre el escritor y su terruño

Manuel Puig, como el ciudadano ilustre, vuelve al pago en "Regreso a Coronel Vallejos"
16 de Agosto de 2018 | 18:34

“Nadie es profeta en su tierra: ese dicho es filosófico, político…”, avisa Carlos Castro, documentalista y realizador de “Regreso a Coronel Vallejos”, cinta que retrata la ambigua relación de Manuel Puig con su pueblo natal, General Villegas, y que se verá desde hoy hasta el miércoles, todos los días a las 21.30 en el Cine Select del Pasaje Dardo Rocha.

“‘El ciudadano ilustre’ representa más a Puig que a cualquier otro personaje argentino, solo que él nunca regresó”, dice Castro sobre uno de los dos sujetos de su quinto documental: el otro es Vallejos/Villegas, el pueblo donde nació y se crió también Castro.

El “Regreso” del título, una vuelta “para intentar entender los lugares donde estuvo y los enojos que hubo con él, si los hubo realmente”, marca entonces la vuelta a Villegas para Puig, en espíritu, el propio Castro y también la otra protagonista del filme, Patricia Bargero, bibliotecaria del pueblo y conocedora de la obra del autor, que se convierte en una especie de narradora del filme, desmenuzando la relación amor/odio de Villegas hacia el autor de “Boquitas pintadas”.

Bargero opera como un “algo arbitrario” pero útil dispositivo de narración para una película que, por convicción y presupuesto, debía sostenerse dentro del pueblo: “Con Gustavo Alonso (coguionista y productor) nos parecía que todo debía transcurrir en el pueblo. Al mismo tiempo no queríamos hacer una película muy grande sobre Puig, porque nos íbamos con los costos de producción, teníamos que viajar a Italia, a Nueva York, Río de Janeiro, a Cuernavaca… iba a ser muy costoso y el documental es como el crimen, no paga”, se ríe Castro.

El reencuentro con Bargero, bibliotecaria durante la adolescencia de Castro en el pueblo, brindó el anclaje para los cruces del documental: si Puig pintó su aldea y pintó el mundo, “Regreso a Coronel Vallejos” procura volver a pintar esa aldea, después de Puig, revelar diferencias y similitudes entre los retratos. Observando, pintando el microcosmos de Villegas, el documental parece revelar, también, ciertas cuestiones universales que atañen a todo terruño.

Sin embargo, “Puig no los juzga moralmente: pone las cartas en la mesa y deja que el lector saque conclusones”, opina Castro: lo mismo procura hacer su documental, mostrando el pensamiento de los vecinos sin condescendencia pero también sin juicio.

El rodaje comenzó en 2013, con viajes esporádicos a Villegas con un equipo con gran presencia platense que incluyó a Tatiana Zlatar (investigación y asistente de dirección), Nacho Izurieta (DF), Tute Ramos (cámara), Fernando Alonso (música), Leo Cauzillo (edición) y Adrián Bertuzzi (producción), y, tras un recorrido festivalero y varios galardones (fue parte de la competencia oficial del último FESAALP), ganar el primer premio documental del Fondo Nacional de las Artes le permitió estrenar en salas.

Volver significó para Castro regresar a ese paraje donde “durante mi infancia escuchaba, en reuniones familiares, se hablaba de un tipo que había escrito y había traído líos al pueblo”. Luego, llegaría el encuentro con “Boquitas pintadas” en la escuela, aunque, cuenta el realizador, “ya lo consumimos como ficción, porque las generaciones que se enojaron con él ya estaban muertas”.

Pero indagando en lo que pensaban verdaderamente en el pueblo los parientes de los involucrados, Castro parece descubrir en “Regreso a Coronel Vallejos” lo que sospechaba: que esa pelea entre Villegas y Puig “que estaba un poco inflada esa pelea”.

“Y esos enojos ya han desaparecido”, dice, en referencia al tiempo que ha transcurrido, motivo por el cual encontró gran predisposición en los pueblerinos de su lugar natal para hablar de un tema que, sin embargo, no resultó en aquellos años liviano o anecdótico.

“Es que Puig les puso un espejo enfrente”, explica. “Se enojaron porque hablo de ciertos actores sociales que en la época eran muy ilustres: el médico, la maestra, un Don Juan de una familia respetable”. Cuando Puig denunció abusos a menores en su obra, analiza, ningún habitante de Villegas se escandalizó. Tampoco, ante los problemas de los pueblerinos de estratos más bajos. La cuestión era otra: Puig metía el dedo en la llaga en el status quo de Villegas.

“Y esto es igual en la mayoría de los pueblos de Buenos Aires, de Italia, de Estados Unidos… por eso es tan universal. Reivindicar en un pueblo a Puig es condenar ciertas actitudes que todavía prevalecen en los pueblos: el machismo, los abusos hacia la mujeres, hacia quienes tienen condiciones inferiores de vida, los pobres, los raros”, lanza Castro. Por eso, en el pueblo no podían dejar de preguntarse: “¿Qué viene a decir este tipo que no tiene que ver con nosotros, que ya no está más acá, y si nos ponemos un poco más fino, que es gay? Ahí está la trama”.

En aquellos años de Villegas, no por casualidad, Puig se volvió cinéfilo. “Veía al pueblo como un western, creía que la realidad era lo que se proyectaba en el cine y la vida era una película que había entrado por equivocación”, explica Castro. Esa película equivocada tenía “un paisaje humano, muy caracterizado por el machismo en esos años, organizado a partir del mundo rural, lo vivía con mucho agobio”.

De ese pueblo se fue Puig, esperando encontrar en la gran capital una mentalidad más abierta, pero “encontró que la ciudad era igual de machista”. El procedimiento se repite al viajar a Europa. “Puig estaba asfixiado mucho antes de ser escritor”, agrega el cineasta, que, cada vez que vuelve a su tierra, encuentra que no tanto ha cambiado, y aunque “algunas costumbres siguen, no existe esa hipocresía tan grande de hace 60 años”.

Quizás por eso, “Regreso a Coronel Vallejos” pudo estrenarse entre aplausos y felicidad en General Villegas. El tiempo, como explica el director, es bueno para sanar y superar. “La proyectamos en el mismo cine donde Manuel veía las películas: pensé que me iban a colgar, pero no…”, cuenta, risueño.

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