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Deportes |UNA LUCHA DE 18 AÑOS QUE SE CORONÓ CON LA VUELTA

Todo quedará guardado en la memoria emotiva

Los hinchas de Estudiantes transitan un fin de semana de éxtasis. Fiebre en las calles y delirio total en 1 y 57. Se festeja como un título

Nicolás Nardini

Nicolás Nardini
nnardini@eldia.com

10 de Noviembre de 2019 | 02:36
Edición impresa

“No hay nada mejor que casa”. Lo escribió y lo cantó Gustavo Cerati en “Té para 3”, la genial composición que integró el álbum “Canción Animal”, de Soda Stereo. Era una referencia clara y directa del cantante a su familia, a su papá, que la estaba pasando muy mal y encontraba en su refugio un momento de paz, de felicidad plena.

Y justamente hay mucho de familia en Estudiantes, ese sentimiento de hermandad afloró más que nunca en estas horas de ensueño para todos los fanáticos del Pincha. En la caravana desde 32 y 25, en la vigilia-fiesta de 1 y 54 y, sobre todo, en la inauguración de anoche en 1 y 57, donde distintas generaciones de hinchas se juntaron para vivir en primera persona un suceso que se celebró como si de un campeonato ganado se tratase.

Hacer el ejercicio de llegar caminando desde varias cuadras antes al estadio daba la pauta del clima distinto que se respiraba en la ciudad. Grupos numerosos haciendo la previa en las esquinas, familias de pic nic en las adyacencias del estadio para matar el tiempo, jóvenes que transitaban agitando banderas en los autos con medio cuerpo asomado por las ventanillas, puestos de choripán humeando en las mismas esquinas que estaban esperando ese particular aroma desde hace 14 años, todas esas cosas y más formaron parte de la escenografía de una fiesta colosal. Fue un ritual que empezó el viernes tras el pitazo final en el Ciudad de La Plata y que recién terminará hoy, cerca de la medianoche, cuando culmine el segundo día de estreno de la nueva casa del León.

Como si de una verdadera final se tratara, los pincharratas hicieron filas desde muy temprano para ingresar lo antes posible a su vieja nueva casa. Vale el oxímoron pues es la misma tierra de siempre, aquella de la que padres, abuelos o tíos hablaron por años a los más pibes, que ahora retornaron al mismo hogar, pero con un estadio completamente moderno y aggiornado a estos tiempos.

Las historias del ombú, el Demo, el viejo restaurante y cada una de los viejos sectores del estadio, pasarán a ser suplantadas por las del Paseo de Los Profesores, el nuevo gimnasio techado, los palcos o el restaurante temático. El lugar cambió, se modernizó, pero el sentimiento es el mismo.

El tamaño de la fiesta desatada anoche es directamente proporcional a la envergadura de la lucha titánica que por años tuvo que dar el club, primero para adquirir el derecho a la reconstrucción y después para llevar adelante, en distintas etapas, una obra de semejantes dimensiones, luchando contra la imprevisibilidad de un país en el que encarar una acción de ese calibre representa un desafío inconmensurable.

Hubo sonrisas y lágrimas, carcajadas y llantos, gritos y silencios. Los alaridos de aliento y felicidad por la vuelta a casa, y los instantes de silencio introspectivo en los que cada hincha se tomó su tiempo para dimensionar lo que estaban viviendo, para darse cuenta que, por fin, la espera se había terminado y el sueño se había hecho realidad. Así, algunos fotos que ilustran esta edición muestran a personas conteniendo las lágrimas, aguantado la aceleración del ritmo cardíaco por semejante sacudón emocional. Fueron días, semanas y años de paciente espera sin claudicaciones, con la íntima convicción de que al final del camino la utopía encontraría forma de realidad palpable.

Anoche se estrenó mucho más que un estadio moderno, con plateas, populares, palcos vip, pantalla LED y vestuarios de primer nivel. En realidad, anoche se coronó una pelea que los pincharratas dieron por mucho tiempo sin bajar los brazos, a sabiendas de que en algún momento la caricia llegaría. Los albirrojos volvieron a tocar el cielo con las manos.

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