“Chaco”: cuando las utopías chocan de frente contra la corrupción

Daniele Incalcaterra, italiano, recibió como herencia de su padre 5.000 hectáreas en el Chaco paraguayo. Y se propuso una misión: convertirla en una reserva natural y devolverla a los pueblos originarios. Ese intento fue narrado en “El Impenetrable”, documental realizado junto a su pareja Fausta Quattrini que mostraba los obstáculos legales y políticos que se interponían en el camino del director y protagonista a medida que se internaba en el Chaco paraguayo, una tierra marcada por una historia de corrupción y títulos espurios.

“El Impenetrable” tenía final feliz: Incalcaterra conseguía que el entonces presidente Fernando Lugo firmara un decreto que convierte a aquel paraje en una reserva natural, bautizado bajo el nombre mítico de Arcadia. Pero entonces, Lugo fue destituido.

“Cuando terminamos ‘El Impenetrable’ pensamos que había terminado nuestra misión, pensamos no volver más a Paraguay. Teníamos todas las garantías legales para devolver las tierras a la comunidad guaraní Ñandevá, estábamos felices. Pero duró poco”, dice Incalcaterra hoy, resignado, en diálogo con EL DIA antes del estreno de “Chaco”, segundo documental que realizó sobre esa parcela de tierra, que se verá desde mañana hasta el próximo miércoles (excepto el domingo) en el Cine Select del Pasaje Dardo Rocha a las 17.30.

El relato de “Chaco” arranca tras la destitución de Lugo, que echa por tierra lo conseguido por Incalcaterra. De golpe, “el decreto presidencial no tenía ningún valor para constituir la reserva”. De vuelta a fojas cero. Y, para colmo, cuando el realizador se disponía a transferir la titularidad a la comunidad guaraní, apareció en escena otro propietario de ese mismo pedazo de tierra, con un pedazo de papel firmado durante la dictadura de Stroessner.

“Paraguay es un país de dos o tres pisos”, se ríen en el documental sobre el hecho de que la superficie del territorio paraguayo es de poco más de 406 mil km2, pero la suma de todos los títulos de propiedad da como resultado un territorio de 529 mil km2.

Claro que la realidad es mucho menos risueña: detrás de esos títulos de terrenos duplicados se esconden negociados realizados durante la dictadura, y el poder que consiguieron aquellos terratenientes perdura al día de hoy, y tiñe la lucha de Incalcaterra, y el documental, del color de la sangre, las amenazas y la corrupción. Una pesadilla que no termina: tras diez años filmando, intentando devolver esas tierras y poniendo en evidencia la problemática, Incalcaterra enfrenta un juicio para anular los títulos y la reserva.

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El resultado de estas tensiones es un thriller con visos kafkianos. “Al hacer un documental, siempre elegimos un género, porque la audiencia entiende cuando hablás de género, están entrenados en los géneros desde el comienzo del cine. ‘El Impenetrable’ era un western documental posmoderno”, explica el director, “y cuando empezamos a escribir ‘Chaco’, debido a la situación kafkiana de Paraguay, las dificultades inherentes a la política, la justicia y la economía de ese país, y un proyecto que iba contra el sistema, que quería devolver la tierra a un pueblo originario, algo que nadie en Paraguay busca hacer, pensamos que el género que se adecuaba era el thriller político. Ahora, ese género calzó perfecto con la realidad”.

En medio de ese thriller emerge un villano: la figura de Tranquilo Favero, el mayor terrateniente de Paraguay, rey de la soja y también el principal productor de carne del país, cuyas tierras rodean por completo las 5.000 hectáreas en disputa. Pero, dice Incalcaterra, el verdadero villano es el Estado, porque “como tantos otros de América, desde la Patagonia hasta Alaska, no protege la naturaleza: Paraguay es el primer país en deforestación del mundo (cada día se destruyen 2.000 hectáreas de bosque en el Chaco paraguayo). Y tampoco protege sus pueblos originarios, su cultura milenaria”.

El resultado es el olvido de una revelación que plantea el documental. “¿Qué viene antes, lo vegetal o lo animal?”, le pregunta el realizador en cámara a su amigo entomólogo Jota, y este responde que lo vegetal, algo de lo que no parece haber noción en el mundo moderno.

“El problema que tenemos los ciudadanos de este planeta es que perdimos la relación directa a la tierra. Esa relación todavía la tienen los pueblos originarios. Ellos entienden cómo funciona la tierra, protegen la tierra porque es un capital importante. Al haber perdido esa relación, evidentemente no entendemos cuán importante es el bosque”, opina el realizador. Tras años de explotación de esa tierra y de esa lógica de las comunidades, invadidas primero por los europeos, el Estado y los terratenientes y finalmente por las multinacionales de la agroindustria “que hacen las leyes, producen, venden y deciden qué comemos, el precio y la tecnología con la cual hay que producir los alimentos”, el resultado es tan desolador como el documental, cuyo cierre lejos está del final feliz de “El Impenetrable”: otra vez, las utopías empantanadas por la corrupción y el poder.

“Todos los seres humanos necesitamos de las utopías para avanzar, pero al mismo tiempo, no llegamos a las utopías”, se resigna Incalcaterra, pero además avisa que “soy de la opinión de que las películas no son las que van a resolver los problemas, que se resuelven en otro ámbito, en lo político. El cine puede abrir pensamientos, caminos. Pero nada más”.