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El Mundo |La histórica bendición “urbe et orbi” del papa ante una vacía plaza de san pedro

“Estamos todos en la misma barca y somos llamados a remar juntos”

Un hecho inédito en los dos mil años de existencia del catolicismo. “Señor, no nos abandones”, suplicó Francisco ante el crucifijo milagroso de la iglesia de San Marcello

“Estamos todos en la misma barca y somos llamados a remar juntos”

el papa francisco, durante la histórica homilía ante una desierta plaza de san pedro, cerrada como consecuencia de la pandemia del coronavirus

28 de Marzo de 2020 | 03:00
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CIUDAD DEL VATICANO

Por primera vez en la historia milenaria de la Iglesia católica, el Papa rezó ayer en solitario ante la inmensa plaza vacía de San Pedro e instó al mundo a “remar junto” contra la pandemia de coronavirius de la que, dijo “nadie se salva solo”.

En una tarde lluviosa y acompañada por el repicar de las campanas y la sirena de las ambulancias, el Papa cumplió un gesto histórico al impartir la bendición y la indulgencia plenaria al mundo entero por la terrible pandemia que lo azota.

“Señor, no nos abandones”, suplicó el papa Francisco al hablar de una “tormenta inesperada y furiosa”, de “una tempestad que desenmascara nuestra vulnerabilidad y deja al descubierto esas falsas y superfluas seguridades”, dijo.

Durante el inédito rito, que incluyó la bendición “Urbi et Orbi” (a la ciudad y al mundo) a todos los fieles, retransmitido por televisión, internet y radio, el Papa llamó a “remar juntos”.

“Estamos todos en la misma barca y somos llamados a remar juntos”, dijo al invitar “a activar la solidaridad, capaz de dar sentido en estas horas en las que todo parece naufragar”, enfatizó.

“Señor, no nos abandones ante esta tormenta inesperada y furiosa que desenmascara nuestra vulnerabilidad”

Papa Francisco

 

La bendición mundial permite a los más de 1.300 millones de católicos obtener la indulgencia plenaria, es decir, el perdón de sus pecados, en un momento tan difícil, con medidas de confinamiento que afectan a más de 3.000 millones de personas.

La bendición “Urbi et Orbi” se imparte habitualmente en tres ocasiones: cuando el Papa es elegido sucesor de Pedro, el 25 de diciembre por Navidad y en Pascua.

Pero también se ofrece en ocasiones muy puntuales, como en 1942, cuando Pío XII lo hizo con motivo de su Jubileo episcopal y del XXV aniversario de las apariciones de Fátima.

El papa Francisco ha querido tener ahora un gesto extraordinario, cuando el mundo sufre la expansión de este virus que se ha cobrado ya la vida de más de 25.000 personas a nivel global.

La imagen del jefe de la Iglesia católica que reza solo ante la inmensa explanada por el fin de la guerra contra un enemigo invisible, resultaba casi cinematográfica.

Un evento extraordinario

“Se trata de un evento extraordinario presidido por el Papa, en un momento particular, cuando el mundo cae de rodillas por la pandemia”, explicó en una nota el Vaticano.

Como lo ha hecho en varias ocasiones desde que se desató hace cinco semanas la epidemia de coronavirus en Europa, que golpea con particular fuerza a Italia y España, el papa Francisco elogió el sacrificio de “tantos que comprendieron que nadie se salva solo”.

Francisco enumeró entre ellos a “médicos, enfermeros y enfermeras, encargados de reponer los productos en los supermercados, limpiadoras, cuidadoras, transportistas, fuerzas de seguridad, voluntarios, sacerdotes, religiosas y tantos, pero tantos otros”, dijo.

La bendición papal desde el atrio de San Pedro fue particularmente seguida en América Latina, el continente donde reside el mayor número de católicos y tierra del pontífice Francisco, nacido en Argentina.

Es el momento “para elegir entre lo que cuenta verdaderamente y lo que pasa, para separar lo que es necesario de lo que no lo es”, añadió. El papa argentino suele mencionar cada mañana la pandemia del coronavirus antes de celebrar la misa matutina privada que desde la crisis es transmitida en directo desde la pequeña capilla de su residencia en la Casa Santa Marta, donde vive dentro del Vaticano.

En una alusión al importante papel de la Iglesia católica durante las pestes que azotaron a Europa en el pasado, el papa salió el pasado 15 de marzo del Vaticano para rezar ante el crucifijo de la iglesia romana de San Marcello, que fue sacado en 1922 en procesión por los barrios de Roma para invocar el fin de la peste que la asolaba, por lo que se considera “milagroso”. El crucifijo fue trasladado a la plaza de San Pedro para la bendición de ayer.

Francisco, que ha tenido que limitar sus actos y agenda para evitar eventuales contagios, se prepara a celebrar la primera Semana Santa de la era moderna sin fieles ni procesiones. La Santa Sede ha ordenado el cierre hasta el 3 de abril de la plaza y la basílica de San Pedro, como medida de precaución ante la propagación de esta pandemia, que ha dejado ya al menos cinco casos positivos en el interior del Vaticano.

“Desde hace algunas semanas parece que todo se ha oscurecido. Densas tinieblas han cubierto nuestras plazas, calles y ciudades; se fueron adueñando de nuestras vidas llenando todo de un silencio que ensordece y un vacío desolador que paraliza todo a su paso: se palpita en el aire, se siente en los gestos, lo dicen las miradas. Nos encontramos asustados y perdidos”, dijo el Papa al comenzar su homilía.

La de ayer fue una cita de oración universal, que propuso el propio Bergoglio el pasado domingo tras el rezo del Ángelus y que ha tenido otra característica particular: todos los católicos han tenido la oportunidad de obtener la indulgencia plenaria, tal y como estableció recientemente Francisco en el decreto de la Penitenciaría Apostólica.

 

 

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