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Información General |Cambios con múltiples impactos

La vida cotidiana, transformada por las mascarillas y otras medidas de prevención

En La Plata, los barbijos son obligatorios. Expertos detectaron errores frecuentes al usarlos. Lo que recomiendan

La vida cotidiana, transformada por las mascarillas y otras medidas de prevención

Omar Giménez
ogimenez@eldia.com

19 de Abril de 2020 | 02:46
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Hasta no hace mucho salir a la calle era un acto tan simple que no requería mayores preámbulos. “Hoy implica todo un operativo que en casa tenemos organizado en los más mínimos detalles”, dice Eliana Martínez Pass, una vecina de Gonnet, antes de describir su nueva rutina: “salimos una semana cada uno, mi marido y yo. Tratamos de que sean dos salidas semanales. Cada una de ellas está planificada al detalle: se sale de a uno y, por supuesto, sin los chicos. Las escalas son en el supermercado y, a lo sumo, en la farmacia. A veces le llevamos mercadería a mi mamá. Volver también tiene su método: dejar los zapatos afuera y desinfectarlos; pasarle los alimentos a mi esposo, que va desinfectando los envases. Después hacer lo mismo con las verduras, poniéndolas veinte minutos en agua con lavandina. Y ahora, a todo eso le sumamos el barbijo”, dice Eliana, que admite que cada salida le genera un alto grado de ansiedad.

La historia que cuenta Eliana ilustra los profundos cambios que provoca en la vida cotidiana la amenaza del coronavirus, más allá de la cuarentena. Cambios que se pusieron de manifiesto más que nunca la última semana, cuando se convirtió en obligatorio el uso de la mascarilla casera de protección facial en La Plata y en otras ciudades del país. Desde entonces, salir a la calle es abrir la puerta a un paisaje tan inédito como extraño, que pocos hubieran imaginado apenas un mes atrás.

Y las medidas de prevención no sólo se hacen visibles a través de nuevas rutinas de las cuales el lavado frecuente de manos y la desinfección de todo lo que entra en la casa, aparecen como las más comunes. También tienen su impacto profundo cuando condicionan la formas de expresar el afecto a partir del obligado distanciamiento social (ver “La necesidad de reaprender...”) o repercuten elevando los niveles de ansiedad, irritabilidad y hasta afectando el sueño (ver “Cambios que pueden provocar...”).

Las nuevas rutinas requieren, a su vez, nuevos aprendizajes que “tienen sus complejidades y exigen sus tiempos”, según indican especialistas como el psiquiatra Pedro Gargoloff (ver aparte).

El caso del barbijo es buen ejemplo de esto. Al principio de la pandemia, muchos expertos, e incluso la propia Organización Mundial de la Salud lo desaconsejaba para el común de la población por dos razones: se temía que la gente adquiriera una falsa sensación de seguridad que la llevara a relajar medidas más importantes, como el lavado frecuente de manos o el distanciamiento social. Y preocupaba la posibilidad de que se usara mal, lo que provocaría que aumente los riesgos de contagio en lugar de disminuirlos.

Las experiencias positivas de países como la República Checa o Corea del Sur (donde el uso de las mascarillas habría favorecido una menor circulación del virus) y las dificultades para que se cumpla con el distanciamiento social en ámbitos como los medios de transporte públicos, llevaron a que muchos países, incluida la Argentina, impulsaran la incorporación de este implemento en el espacio público.

La obligación de utilizar mascarillas de protección facial comunitaria no vino sola. Llegó acompañada de un cúmulo de recomendaciones que vendrían a sumarse a las otras rutinas ya incorporadas, para hacer más eficaz el recurso.

Esta insistencia en las recomendaciones tiene que ver con una realidad: en los primeros días de obligatoriedad de los barbijos caseros se pudo ver en la calle más de un error en su uso por parte de la población. Entre esos errores, los más frecuentes se relacionaron con la manipulación de la parte delantera de la mascarilla (precisamente la que se debe considerar infectada y no se debe tocar) o la eliminación de barbijos (considerados potencialmente infecciosos después de usado) en plena calle.

Yanina Nuccetelli es platense, infectóloga, e integra la Comisión de Control de Infecciones Asociadas al Cuidado de la Salud de la Sociedad Argentina de Infectología y destaca otro error común en el debut de los barbijos comunitarios: “mucha gente usa la mascarilla para tapar solo la boca, cuando debe cubrir también la nariz y el mentón. O lo uso como un collar”, dice la profesional.

Una de las recomendaciones que más subraya la experta es la necesidad de que la mascarilla se considere un recurso complementario y que no se descuiden las principales formas de prevención, que son el correcto lavado de manos y el distanciamiento social.

También destaca que los barbijos de uso comunitario deben ser de confección casera.

Es clave, además, que la mascarilla se ajuste bien pero de manera cómoda; que se sujete con cintas o cordones que se enganchan en las orejas; que incluya múltiples capas de tela; que permita respirar sin restricciones y que pueda lavarse y secarse en la secadora sin que se dañe ni cambie su forma.

También se recomienda evitar su uso por tiempos prolongados, para que no se humedezca la tela ni pierda su efectividad.

“Las máscaras de tela deben ser lavadas y secadas después de cada uso”, destaca la profesional y agrega que “deben tratarse como material contaminado cada vez que llegamos a nuestras casas”.

Una cuestión clave, para los profesionales es el modo en que se ponen, se usan y se quitan las mascarillas.

En este sentido, aconsejas lavarse las manos con un desinfectante a base de alcohol o con agua y jabón antes de ponérselas. Después, cubrirse la boca y la nariz con la mascarilla y asegurarse de que no haya espacios entre la cara y la máscara.

Mientras se usa, hay que evitar tocar la mascarilla. Si se toca, dice Nuccetelli, hay que lavarse las manos con un desinfectante a base de alcohol o con agua y jabón.

Para quitarse la mascarilla, en tanto, se recomienda hacerlo por detrás, sin tocar la parte delantera; desecharla inmediatamente en un recipiente cerrado; y lavarse las manos con un desinfectante a base de alcohol o con agua y jabón.

 

 

 

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“La mascarilla casera es un elemento más para la prevención, pero no nos tiene que hacer descuidar los principales, que son el distanciamiento social y el lavado de manos frecuente" Yanina Nuccetelli Sociedad Argentina de Infectología

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