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La historia sin fin: “Haz lo que yo digo pero no lo que yo hago”

Los ciclos chimenteros gozan de buena audiencia en la televisión de aire y, paradójicamente, la gente que los consume e insulta, es la misma que reproduce -en las redes sociales- ese modelo de ofensa y agravio

La historia sin fin: “Haz lo que yo digo pero no lo que yo hago”

Jorge Rial habla de todos sin tapujos pero cuando hablan de él le hierve la sangre

LUCÍA ZAPATA
Por LUCÍA ZAPATA

21 de Junio de 2020 | 07:20
Edición impresa

“¿Por qué miras la paja que hay en el ojo de tu hermano y no ves la viga que está en el tuyo?”. Esta cita bíblica que nos es tan familiar se convirtió en un punto de partida para ilustrar el fenómeno que, ya desde aquellas épocas, aquejaba (y aqueja aún) a la sociedad.

Suelo mencionárselo (en versión adaptada: “¿por qué ves la paja en el ojo ajeno y no en el propio?) a los alumnos de la escuela donde trabajo y, claro, ellos prestan atención y se burlan porque mencioné la palabra “paja”, sin percatarse del verdadero sentido del proverbio. Pues es común contar que “fulanito”, “menganito” o “sultanita” estaban diciendo o haciendo “esto” y lo “otro”, pero no es habitual que asuman su propio accionar.

Es muy frecuente no aceptar lo que hacemos mal o lo que no hacemos aunque sí nos resulta sencillo señalárselo a un otro. Con la llegada de las redes sociales a nuestra vida esto se exacerbó. Basta con echar una mirada a los comentarios del perfil de algún famoso en Instagram para darnos cuenta. Ni hablar de lo que sucede en Twitter. Una catarata de agresiones y un sinfín de expertos de la humanidad lanzando sus verdades absolutas en la 2.0.

Extrañada del “éxito” (llámese rating en nuestra televisión vernácula) que tienen en la actualidad los programas chimenteros - algunos de larga data y otros más recientes- hurgueteé por ahí cuál o cuáles podrían ser las causas de estas manifestaciones de rabia virtuales que teclea la misma gente que ve estos ciclos y luego los denosta.

Me topé con la teoría de la “disonancia cognitiva”, de Leon Festinger. Este psicólogo social estadounidense plantea que, cuando nosotros sentimos que dos “creencias, conductas o actitudes” entran en conflicto, afectan a la consonancia (coincidencia) que necesitamos en nuestra mente. Por eso, cuando hay algo “disonante”, nos sentimos “amenazados” porque corre riesgo algo que consideramos “fundamental”. Como respuesta, tratamos por todos los medios de “buscar justificaciones” que apoyen la idea de que nosotros no somos los que estamos errando, porque nosotros no somos “tan imperfectos”. El “otro”, por ser “inferior o distinto” lo es. Resulta mejor y más fácil atribuirle la culpa a los demás que admitir que estamos equivocados.

Algo así pasa cuando la gente se horroriza por las “noticias” que se ven en los programas de la farándula y el tratamiento poco profesional de las mismas, pero al mismo tiempo consumen esos ciclos (“porque no hay otra cosa en la TV a esa hora”, “lo tengo de fondo”, “me cansó la política”, “¿de qué voy a hablar si no miro eso?”, entre tantas otras excusas). Y no solo eso, reproducen la violencia y el maltrato que desde la pantalla emanan, en las redes sociales. Sería algo así como replicar lo que les están criticando. Como “criticar a los que critican”, fabricando un círculo de violencia infinita.

“EXPONENTES”

Podemos atribuirle la aparición de los programas chimenteros a nivel local al periodista uruguayo Lucho Avilés (fallecido el 8 de junio de 2019), cuando irrumpió con “Indiscreciones”, dejando un legado que tomarían discípulos como Jorge Rial, Marcelo Polino, Marcela Tauro y Susana Roccasalvo. Todos ellos, en la actualidad, se dedican al periodismo de espectáculos.

“Es muy frecuente no aceptar lo que hacemos mal o lo que no hacemos aunque sí nos resulta sencillo señalárselo a un otro”

 

Pero quien supo exprimir esa herencia fue el conductor de “Intrusos”, que justamente durante este año está cumpliendo 2 décadas al frente de su ciclo que, según sus propias palabras, “hizo historia en la televisión”. Rial es el prototipo fiel de las personas que no tienen tapujos al momento de hablar cualquier cosa y de cualquier persona pero, ¡ojo!, cuando hablan de él o de sus seres queridos le hierve la sangre. El periodista trató, durante este verano, de “hijos de puta” a sus colegas, porque publicaron una nota hablando de sus vacaciones familiares sin su hija Morena. Vaya asombro (y paradoja) el de Jorge cuando él, desde hace más de veinte años, trabaja de hablar sobre la vida de los demás, atribuyéndose “proezas” como “inventar a Wanda Nara” o teniendo como pareja a una persona a la cual apodó “la niña Troly” y a otra a la cual tildó de “ladrona” (Mariana Antoniale y Agustina Kämpfer).

Basta realizar un breve repaso por la vida amorosa del intruso para percatarse que se involucró sentimentalmente con personas que se había dedicado a denostar en sus ciclos y redes sociales, aunque nunca se hizo cargo de tal situación. Tampoco acusó recibo de su participación en el caso de Beatriz Salomón, alegando que los “responsables” fueron los integrantes del ciclo “Punto.Doc”, que en el año 2004 sacaron al aire una investigación a quien era esposo de la actriz, Alberto Ferriols, pero en su espacio televisivo, junto a Luis Ventura, filmaron a Salomón mientras descubría, al igual que “todos” que “la cámara oculta era porque el doctor Ferriols le hacía cirugías estéticas a chicas trans a cambio de sexo”. Según el periodista, “nadie sabía de qué se trataba bien, esto que quede claro”. A raíz de este episodio, la Justicia dictó un fallo contra Cuatro Cabezas (luego pasaría a ser Eyeworks Argentina S.A.), América, Rial, Luis Ventura, Daniel Tognetti y Miriam Lewin para pagarle casi 30 millones de pesos a Beatriz Salomón , por “daños y perjuicios”. Luego, la suma descendió a 14.593.551 y un nuevo fallo de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil y Comercial Federal, revirtió tanto la condena al canal de televisión como a los periodistas, cargando toda la responsabilidad en la productora, que cometió el delito de “intromisión en su vida privada”.

“La gente reproduce la violencia y el maltrato que tanto le critica a los ciclos televisivos en las redes sociales”

 

Cuando falleció Beatriz Salomón (15 de junio de 2019), Rial se mostró compungido por el acontecimiento, pero contraatacó a quienes le “desearon la muerte”, recordándole su participación en el caso como uno de los que le “arruinó la vida” a la vedette, que tal cual indicó la abogada Ana Rosenfeld, se le ocasionó un “daño moral” además de verse expuesta a la “pérdida de chance profesional” desde ese episodio.

“Fui el único que intentó ayudar a Beatriz en eso, de sacarle de ese quilombo con el canal. No llegamos a un acuerdo, lo lamenté mucho”, lanzó el conductor el día del fallecimiento, para luego de apuntar a sus detractores: “Los que hicieron la cámara oculta serán los responsables. A los que me desearon la muerte les digo que yo lamento mucho la muerte de Beatriz Salomón. Quiero aclarar esto para aquellos que nos hacen responsables, gente tenebrosa y oscura. Infórmense, no sean tan burros. No repitan como loritos, pueden ir a los archivos”.

En una entrevista que abordaba el tema aseveró: “Es muy de cobarde arrepentirse de ciertas cosas. Arrepentirse es distinto de pedir disculpas”. ¿Hizo alguna de las dos, acaso?

CONFUSO

Lo curioso es que este sujeto tiene 3 millones y medio de seguidores en Twitter, 1 millón doscientos mil en Instagram y el programa que encabeza promedia los 4.5 puntos de rating diario (que equivalen a que medio millón de personas lo miran todos los días, según IBOPE, aunque pueden ser todavía más). Algo que parece contradictorio con las opiniones de la gente en las mismas redes sociales, que apunta a su figura como la de un “cínico”, “pelotudo”, “nefasto”, “infame”, “cara rota”, “impune”, “mercenario” y bastantes más adjetivos calificativos que, tal cual indiqué al comienzo de este escrito, parecen replicar lo mismo que tanto les molesta sobre la actividad de este señor.

De regreso a la “disonancia cognitiva”, queda reflejado que pese a la fuerte necesidad interior de los individuos que los empuja a asegurarse que “sus creencias, actitudes y conductas” son coherentes entre sí, cuando aparece la inconsistencia entre éstas, el conflicto desemboca en la falta de armonía, algo que la gente se esfuerza por evitar. Pero queda a la vista que otro tipo de fuerza los arrastra por el camino opuesto. La gente, “sin querer queriendo” -como diría el Chavo- reproduce un modelo que denosta, otorgándole cada vez más fuerza y logrando convertirlo en la “historia sin fin”. ¿Incoherencia? ¿Falta de perspectiva? o, nada más y nada menos, que la carencia de responsabilidad al asumir nuestras propias acciones.

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