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Policiales |SEGUIDILLA DE INCIDENTES VIOLENTOS EN POCOS MESES

Dos zonas que se pelean con las leyes del “Viejo Oeste”

Dos zonas que se pelean con las leyes del “Viejo Oeste”

Un registro del tiroteo por el que una joven quedó parapléjica / video

10 de Septiembre de 2020 | 02:49
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Dedo, gatillo, estruendo, plomo y el olor picante de la pólvora que se mezcla con el aroma ferroso de la sangre. Lo que parece un compendio de palabras y frases sueltas, es en realidad una descripción de hechos frecuentes que ocurren en Don Fabián y Santa Ana, dos barrios pequeños de Melchor Romero, separados por la calle 526 y que en conjunto suman apenas 44 manzanas heterogéneas y de construcciones irregulares. El primero comprende un área delimitada por las calles 157 a 155 y de 526 a 32; Santa Ana va de 520 a 526 y de 161 a 155. Detrás del humo del caño hay un arma y quien la acciona es, la mayoría de las veces, un joven de menos de 25 años. Otras, un adolescente que aún no cumplió los 18. En ocasiones, un menor que debe tomar una drástica decisión para defender a los suyos.

Cecilia Sonia Serrano vive en 526 entre 155 y 156, en la “frontera” de las dos vecindades. En julio pasado su familia quedó envuelta de manera indirecta en una guerra entre bandas que se cobró al menos tres vidas y dejó malheridas a otras tantas personas. Su recuerdo de la noche en que la atacaron es estremecedor: “Todo empezó días antes, cuando fueron a prenderle fuego la casa a mi vecina de enfrente y le quemaron el auto. No sé qué problema hubo entre familias o algo así, y mi hija y mi hijo fueron a ayudarla porque la mujer tiene un nene chiquito. Se ve que no se lo perdonaron y el domingo (19 de julio) vinieron a mi casa, saltaron la reja, se treparon a los techos, se metieron en la pieza de mi hija y nos tiraban tiros por entre los ladrillos huecos. Mi nene de 10 años trató de defendernos con un machete, yo les dije que si me querían matar a mi que me mataran, pero que dejaran a mis hijos en paz, que ellos no tienen nada que ver, que ellos solamente saltaron a defender a mi vecina porque le estaban prendiendo fuego la casa”.

Menos de una semana después, en 523 y 165 dos en moto frenaron frente a una casa de esa esquina con la presunta intención de asesinar a “Jonás”, integrante de la familia que moraba allí. Preguntaron por él a dos chicos que estaban en la puerta y uno de ellos les respondió “soy yo”. La madre de Jonás contó que “el tipo le gatilló tres veces pero las balas no salieron, recién salió el cuarto tiro y mi hijo salió corriendo hacia el fondo, para buscar un palo o algo para defenderse y el tipo lo siguió por la casa de mi hija. Me pateó la puerta, me empujó y amenazó con el arma a mi nietita de 11 años. Le apuntó a la cabeza a la nena y le preguntó dónde estaba mi hijo”. La mujer se desmayó y no alcanzó a ver al agresor escapar con su cómplice.

Un mes antes, otro muchacho, de 25 años, recibió tres disparos en ambas piernas en 155 y 526, tras una “pasada” en moto con dos sujetos a bordo.

Es correcto afirmar que el margen divisorio de los barrios es también el punto álgido de la disputa entre las dos bandas que lastima con las esquirlas a los vecinos. Es en las cuadras de 526 entre 155 y 157 donde transcurre lo peor de esa reyerta. Por ese lugar caminaba la madrugada del 10 de mayo Micaela Martínez (18), cuando un proyectil le impactó en el pecho y terminó en segundos con su vida. Micaela estaba con una amiga e ignoraba que a pocos metros el calor de las armas cortaba con el frío de la noche. Una vez más. Su muerte desnudó una cuestión que bien podría ser la causa principal de este ecosistema de violencia que se extiende a otros sectores de la Ciudad: la droga y la marginalidad.

Martínez compartía una casilla de chapa y madera en un asentamiento de El Retiro con la chica que paseaba con ella. Después de perder la vida a manos de un hombre de 41 que está detenido, en la subcomisaría de La Unión nadie pidió el cuerpo. Solo se presentó una tía para tomar conocimiento de las vicisitudes del caso.

El crimen resonó en julio con un tiroteo en el que dos adolescentes de 18 y 15 años fueron alcanzadas por las balas. La primera quedó parapléjica a causa de tres heridas en la espalda (a la altura de la columna), en el hombro y en el muslo izquierdo. El hecho tuvo lugar en una vivienda de 526 entre 155 y 156 y los investigadores señalan que se trató de una venganza vinculada al enfrentamiento entre los grupos antagónicos de Don Fabián y Santa Ana.

 

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